Si bien las diferencias entre los sectores sindical y empresarial sobre el lenguaje de reforma migratoria que negocia en el Senado el grupo bipartidista de los ocho no dejade ser preocupante, también es cierto que es prematuro escribir la esquela de lareforma migratoria aunque algunos ya estén señalando culpables.
El proyecto de ley nisiquiera se ha presentado en el Senado y en el proceso legislativo que arrancaen esta recién comenzada primavera, no será ni la primera ni la última vez queaparezcan escollos en el camino para reformar nuestro sistema migratorio. Prepárense porque lo que se avecina es una montaña rusa.
En el 2007, durante el último debate legislativo de un plan de reforma migratoria amplia, meencontraba del otro lado de la cerca, es decir, era reportera y cubría losdesarrollos como corresponsal de La Opinión aquí en Washington, DC. Esta vez estoy en el bando de los activistas. Aunque debo confesar que no he podidosacudirme del todo el cinismo que se apodera de mí cuando del Congreso y lareforma se trata; también confieso que en los casi 25 años que tengo cubriendoeste tema nunca había visto tan cercana la posibilidad de que finalmente sehaga realidad.
Las razones para eso lashemos reiterado repetidamente. Ya se ha probado y comprobado la necesidad de lareforma migratoria por diversas razones: Por ser un imperativo moral yhumanitario, por suponer beneficios económicos para las familias y para elpaís, porque urge para que todas las piezas del complicado sistema migratoriofuncionen adecuadamente y, finalmente, por los beneficios políticos que esareforma puede suponer a demócratas pero principalmente a los republicanos.
La elección presidencialde 2012 ofreció la prueba más contundente de cómo el tema migratorio espersonal para los votantes latinos, tengan o no vínculos con el fenómeno inmigrante. Demostró sin lugar a dudas cómo afrontar el tema de manera positivay realista sin atacar a los inmigrantes y en el proceso a todo un sectorelectoral, beneficia a los políticos.
El presidente Barack Obamaaumentó su nivel de apoyo entre los votantes latinos en las elecciones de 2012a pesar de no haber cumplido su promesa de reforma migratoria en su primerperiodo. Pero amparó a los llamados Dreamersde la deportación, y al hacerlo evidenció que estaba dispuesto a invertircapital político para concretar esa reforma en su segundo y último mandato. Elcandidato republicano, Mitt Romney optó por la retórica antinmigrante como estrategia de campaña y los resultados ya son historia.
Y aunque muchosrepublicanos argumentan que lograr la reforma sólo beneficia a los demócratas,en realidad son ellos quienes se beneficiarían más al atraer un porcentaje devotantes latinos que pueden hacerlos más competitivos ante los demócratas en elecciones nacionales y en sus intentos de recuperar la Casa Blanca.
De manera que las diferencias que en pasados debates echaron por tierra la reforma migratoria quizá esta vez no supongan su descarrilamiento, porque ambos partidos, y particularmente los republicanos parecen estar entendiendo que apoyar los esfuerzos aunque sea mediante un triunfo compartido puede beneficiarlos electoralmente entre los hispanos.
Durante las dos semanas que el Congreso estará de receso, los diversos grupos que integran la Alianzapara la Ciudadanía (A4C), que aboga por la reforma migratoria con una vía a la naturalización,conducirán eventos de presión a través del país para no quitar el dedo delrenglón y para recordarle a los legisladores de ambas cámaras, en sus distritos y en sus estados, que la reforma migratoria es un imperativo moral, económico y también político.
Aunque reconozco que enWashington nada está escrito en piedra y aún las cosas que parecen seguras aveces se hacen sal y agua, espero de corazón que esta nueva estación que acabade comenzar se convierta finalmente en la primavera de la reforma. (Y prometo también, si las circunstancias lo permiten, hacer a un lado el cinismo).
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’sVoice