Zaidee Stavely
En el poblado agrícola de Parlier, en el Valle de San Joaquín de California, la familia Ramírez sobresale. Los cuatro hermanos Ramírez asistieron a la prestigiada Universidad de California en Berkeley. Esta no es una hazaña menor, tomando en cuenta que los Ramirez son hijos de trabajadores del campo en una de las ciudades más pobres y menos escolarizadas del país. Estos dias, la hija mayor de los Ramírez es una galardonada arquitecta de paisajes, y sus tres hermanos son maestros que enseñan a la siguiente generación. Zaidee Stavely visitó a dos de las hermanas, que viven cerca del pueblo donde crecieron, para ver cómo es que la familia Ramírez logró tanto éxito académico.
Gloria Ramirez y su hermana menor Angela se asoman al patio de atrás del apartamento donde vivían de chicas en Parlier, California.
«It looked so much bigger before!» «Se ve más chico!», dice Gloria.
Su hermana, Ángela, la más chica de los cuatro hermanos Ramírez, recuerda el apartamento así: «Tenía sólo una recámara, y el otro cuarto era donde dormíamos todos, y en ese mismo cuarto era la sala, la cocina. Aunque no fue mucho, sé que nuestros padres siempre nos daban lo que necesitábamos».
Las hermanas suben al carro de Gloria y manejan al lado de viñedos y naranjos. En un huerto, un hombre poda duraznos, silbando mientras trabaja. Las hermanas Ramirez recuerdan a su padre siempre cantando cuando trabajaba en los campos. Los hijos también pizcaban uvas en el verano y amarraban las viñas en el invierno.
«No nos gustaba levantarnos tan temprano, no nos gustaba cuando nos pegaban las ramas congeladas en la cara, a veces nos cortábamos cuando pizcábamos uvas», dice Ángela. «Ahora ya sabemos, nuestros padres nos llevaban para decirnos, ‘Tienen que salir bien en la escuela, tienen que echarle ganas, porque si no, aquí es donde van a estar».
Esa ética de trabajar duro para sobresalir puede haber dado el empujón a los hijos para salir tan bien en la escuela, dice la doctora Patricia Gándara, profesora e investigadora de educación en la Universidad de California en Los Ángeles.
«Tiene mucho que ver con el optimismo de la familia. Ellos vinieron con la idea de que podían hacer algo mas en este país, y han sufrido mucho para hacerlo», dice la Doctora Gándara.
La doctora Gándara entrevistó a decenas de hijos de trabajadores inmigrantes mexicanos que tenían una educación promedio de tercer grado de México, lo cual no impidió que sus hijos lograran recibir doctorados en universidades prestigiosas de Estados Unidos.
«Los jóvenes nos han dicho que les parece que tienen que trabajar duro, tienen que salir bien en la escuela, para recompensar a los padres que han hecho tanto por ellos», explica Gándara.
Filemón y Lucila Ramírez también dieron a sus hijos el regalo del español, y les formaron
un firme cimiento de lectura y escritura en su idioma nativo. Los tres más grandes asistieron a la escuela en Tijuana antes de llegar a Estados Unidos. Pero todos recibieron sus primeras clases de parte de su madre, a pesar de que la Señora Lucila sólo tenía un año y medio de escuela en Zacatecas, México.
«Yo lo que aprendí a leer en el primer grado, traté de enseñárles a ellas», recuerda la Señora Ramírez. A todos les enseñé. Cuando fueron a la escuela, ya sabían ellos poner mamá, papá, palabras así. Porque ya les había enseñado, a conocer el abecedario y eso. Ya para cuando fueron, los maestros no batallaron mucho! Ya sabían bastantito».
La señora Ramírez dice que los maestros en Parlier apoyaban no sólo a sus hijos, sino también a los padres. Entre turno y turno en la empacadora, Doña Lucila iba a todas las reuniones en la escuela con los maestros, aunque tenía que caminar, más o menos una milla. Esa caminata era un poco una metáfora para el dicho que siempre repetía a sus hijos: arriba y adelante.
Poco a poco, los Ramírez empezaron a distinguirse, ganando las mejores calificaciones del pueblo. Gloria fue la primera en graduarse.
«Yo estaba aplicando para todas las universidades grandes, verdad, porque otros maestros me habían alentado. Y esta consejera me dijo que debería aplicar también a los colegios comunitarios, porque en caso de que mis papas no me dejaran ir o no me aceptaran, tendría algo mas seguro. Yo no le hice caso», recuerda Gloria, riéndose.
Gloria aplicó a muchos planteles de la Universidad de California, y la aceptaron en todos. Ella y sus hermanos recibieron bastantes becas para asistir a la Universidad de California en Berkeley.
Hoy, la combinación de altas colegiaturas y la pérdida de los programas de reclutamiento y retención de los estudiantes de color ha forzado a la mayoría de los latinos a optar por colegios comunitarios, y aún así, la mayoría no se gradúa, dice la doctora Gándara. ¿Quién puede hacer el cambio?
«Los jóvenes latinos en nuestras escuelas, si tienen maestros latinos, tienen mas éxito, y es más probable que vayan a la universidad que los que no tienen maestros latinos», dice la Doctora Gándara.
Tres de los Ramírez se convirtieron en maestros: María enseña kínder, y Fabián español en una preparatoria del Este de Los Ángeles. Ángela enseña tercer grado en Sanger, un pueblo agrícola vecino de Parlier. Esta mañana, sus alumnos discuten en grupos cómo resolver un problema de matemáticas. En las paredes de su salón, se resaltan las palabras «Sé un héroe».
«Los estudiantes necesitan tener un buen modelo, para que ellos puedan ver que si se puede», dice Ángela.
Uno de los mejores ejemplos para los tres Ramírez que ahora son maestros fue su hermana Gloria, que antes les enseñaba ciencias incluso cuando trabajaban en los campos. Gloria no es maestra de escuela, pero tiene una maestría en arquitectura, y ha ganado premios por su trabajo en la agencia de transportación de California. Su hijo ahora asiste a la Universidad de California en Santa Cruz. Y Gloria tiene muchas esperanzas para los otros jóvenes del Valle Central.
«Veo en la comunidad de Parlier niñas de 11 o 12 años, que me recuerdan a mí cuando yo estaba en esa edad», dice Gloria. «Los papás me recuerdan a mi papá y mi mamá que trabajaban esforzándose para que a sus hijos no les faltara nada y apoyándolos para que salieran adelante. Esa historia se sigue repitiendo. Se sigue repitiendo. Me da esperanzas ver que nosotros pudimos salir adelante. Y para ellos espero lo mismo».
Para la Edición Semanaria de Noticiero Latino, desde Parlier, California, yo soy Zaidee Stavely.
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