Marco Vinicio González
Noticiero Latino
Aunque los colegios comunitarios son uno de los mayores y más ec0nomicos proveedores de estudiantes universitarios en Estados Unidos (45 por ciento), son al mismo tiempo los que enfrentan mayores problemas financieros y de otra índole; los que atraen menos atención de la filantropía en el campo de la educación superior, y los que sufren mayores recortes presupuestales del Estado, en comparación con las universidades privadas. Entre otros de sus problemas, no suelen ser motivo de orgullo académico para muchos maestros, alumnos y filántropos, y sin embargo para la gran mayoría de estudiantes el colegio comunitario es el primer paso, el escalón indispensable para pasar a una universidad de cuatro años, lo que presumiblemente brinda mayor movilidad social. Por razones también económicas los colegios comunitarios encaran problemas pedagógicos y de docencia, y un alumnado menos preparado para el rigor universitario. Aun así es la única posibilidad de superación académica para muchos, y últimamente avanza lentamente una nueva visión gubernamental que ve a los colegios comunitarios como una vía práctica y menos costosa de educación popular, más productiva y que da mayor acceso a un reparto de la riqueza tendencialmente más equitativo, que brinda mayor poder adquisitivo o de consumo para reactivar la economía. Muchos de los estudiantes de colegios comunitarios son además inmigrantes que enfrentan otros desafíos propios de la diversidad cultural. Aunque los problemas que enfrentan los colegios comunitarios son de ordens sistémico y generalizados, centros urbanos como Los Ángeles y Nueva York viven de forma aguda y cotidiana esta experiencia.
II
Desde su nacimiento en los años 40, tras la segunda guerra mundial los colegios comunitarios, que fueron creados durante la presidencia de Harry S. Truman a través de una comision que llevó el miso nombre del ex Presidente, surgen como la posibilidad a muchas familias de escasos ingresos, por debajo de los 25 mil dolares anuales, para dar a sus hijos educación superior. El Estado invirtió entonces en estos colegios que desde su inicio comenzaron siendo de dos años. Y es que entre la clase social más acomodada y la mayoría de los hijos de familias trabajadoras existía una gran disparidad de acceso a las universidades de cuatro años. El incipiente entusiasmo –y la inversión estatal- cesó por un rato, y no fue sino hasta que volvieron los soldados veteranos de la guerra de Vietnam a fines de los años 60 y principios de los 70 que volvieron a apostar por este modelo educativo, movidos por la necesidad de dar ocupación a estos ejércitos de veteranos que volvían a csa, casi todos ellos jóvenes, y de paso la posibilidad de encaminarlos hacia una educación superior. Desde ese entonces los colegios comunitarios han ido creciendo y abriéndose paso con dificultad a lo largo y ancho de la geografía nacional.
La creciente preocupación por las desigualdades en los últimos años ha hecho que el Estado fije la necesidad para que las universidades de élite tengan una mayor diversificación socio-económica en la composición de su alumnado, y hasta han canalizado con este propósito mayores recursos a estas instituciones privadas y descentralizadas del gobierno. Sin embargo, dice la Asociación Estadunidense de Colegios Comunitarios, esta buena intensión ha opacado el hecho de que la gran mayoría de los estudiantes de preparatoria -incluyendo a muchos de los más ricos- no irá a Stanford o a Yale.
Además, a pesar de que las 25 mejores universidades del país se comprometieron a revertir la desigualdad para incluir más estudiantes pobres en sus planteles educativos, sólo han incorporado al rededor de 218 mil de ellos. Los colegios comunitarios en cambio dan clases a 7.7 millones de estudiantes matriculados, o sea, el 45 por ciento de todos los alumnos que egresan al año de las universidades del país.
La mayoría de los estudiantes de los colegios comunitarios provienen de familias con bajos ingresos económicos, y esto los sumerge en una serie de responsabilidades que compiten con el tiempo y la concentración que requiere la universidad. Por lo general trabajan alrededor de 40 horas a la semana para pagar sus colegiaturas, y por si fuera poco el 29 por ciento de este estudiantado suele ser de jóvenes que son padres y madres ya; que de por sí llegan con serias lagunas en su formación académica y con la necesidad de clases remediales en la universidad, sostiene Gina Bellafante en una extensa serie de artículos publicados durante los últimos meses en The New York Times.
Otro de los problemas que enfrentan los colegios comunitarios es la sobrepoblación estudiantil. Por ejemplo, en el área de Los Ángeles, California, dice Araceli Martínez en La Opinión que «En promedio hay 40 alumnos por salón”. También están los mitos o las falsas percepciones, afirma Bellafonte, quien toma como ejemplo a La Guardia, un colegio comunitario en Staten Island, en el condado de Queens, Nueva York, presumiblemente el de mayor diversidad étnica ¡del mundo! La colaboradora del Times indica que hay una amplia percepción que concibe a los colegios comunitarios como escuelas técnicas o vocacionales, y que esta impresión es equivocada. Apoyada en datos publicados en septiembre por la referida asociación de colegios comunitarios, la periodista sostiene que en estos colegios comunitarios en 2012 la mayoría de graduados fueron e artes liberales y en ciencias, sobrepasando con mucho a los egresados de enfermería.
Araceli Martínez apunta que la condición socioeconómica de estos alumnos de colegios comunitarios alarga el tiempo de duración de sus carreras, de unos seis años en promedio. Por otro lado esto vuelve más caro el proceso de su educación, pues además con mucha frecuencia cuenta con menor ayuda escolar institucional y salen con un nivel de endeudamiento muy alto. En ocasiones, además del costo de una carrera universitaria, el estudiante se enfrenta a los vaivenes de la oferta y la demanda en el mercado de la fuerza laboral. Araceli Martínez relata a manera de ejemplo el caso de una estudiante de City College en Sacramento, California, que al terminar finalmente la carrera que buscaba, y obtener el título universitario en Justicia Criminal, “la recesión la obligó hace tres semestres a regresar a la escuela en busca de otra carrera más redituable”.
En Staten Island, donde se halla el colegio comunitario La Guardia, los desafíos de ese colegio, como los de casi todos los demás colegios de la comunidad, pueden parecer insuperables, afirma Bellafante. Más del 70 por ciento de los estudiantes de La Guardia provienen de familias con ingresos de menos de 25 mil dólares al año. Informes de la propia universidad sostienen que el 70 por ciento de sus estudiantes de tiempo completo que se gradúa lo hace después de seis años, luego de ser transferidos a las universidades de cuatro años; en comparación con sólo el 18 por ciento a nivel nacional. Sólo una cuarta parte de los estudiantes de La Guardia recibió un grado de asociado en los seis años.
Durante la última década, mientras que la cantidad de dinero que va a los estudiantes universitarios de la comunidad en forma de subvenciones federales Pell ha aumentado de manera significativa, el financiamiento para las universidades, que dependen en gran medida de los créditos gubernamentales y donaciones de fundaciones ha aumentado sólo modestamente. En 2010, continúa Bellafante, el Congreso rechazó los planes para un paquete de ayuda de 8 mil 800 millones de dólares que se habría dirigido a ayudar a los colegios comunitarios para elevar sus tasas de graduación.
Otra de las fuentes de financiamiento de los colegios comunitarios se nutre de la filantropía, que dirige sus donaciones en primer lugar a la caridad (religiosa) y en segundo término a las universidades privadas, y más aun a las de mayor rango académico. Y es que no hay una base de antiguos alumnos que hayan egresado de colegios comunitarios y que ahora pertenezcan a la clase acomodada, de la cuál poder explotar un sentimiento de orgullo, dijo Gail O. Mellow, presidente de La Guardia, en uno de múltiples eventos de recaudación de fondos para el colegio que suele organizar, reporta el Times. Incluso se registra una mayor donación a las Charter Schools por encima de los colegios comunitarios, a pesar de que estos educan a una población estudiantil casi cuatro veces mayor según The New York Times. Pero este tema de la dificultad para obtener suficientes recursos del sector privado para los colegios comunitarios y recibir un trato similar al de las universidades privadas por parte de la filantropía lo veremos en la siguiente entrega■
Continúa…