«… con el apoyo de los estibadores de los puertos de la bahía de San Francisco pudimos bloquear el envío internacional de bombas al ejército chileno, repeler las visitas de barcos de la marina chilena y detener al buque-escuela Esmeralda por haber sido usado para torturar y matar prisioneros».
Fernando Torres Veliz
Hoy es 11 de septiembre. Un día muy duro, especialmente para aquella larga y angosta franja al sur del continente llamada Chile. Día del golpe militar de 1973. También es un mes muy especial para Latinoamérica porque varios de sus países conmemoran la independencia del colonialismo español.
En esto del colonialismo, Chile se adelantó y fue mucho más allá, al tratar de hacer realidad el sueño de Simon Bolivar: La Segunda Independencia.
Se trató de acabar con la injerencia extranjera que había saqueado y convertido a nuestros países en reductos mono-productores que respondían al mismo sistema que los reprimía: el capitalismo.
El gobierno del presidente mártir Salvador Allende, iniciado en 1970, se propuso nacionalizar toda la economía en manos de corporaciones extranjeras y comenzar a invertir masivamente en el pueblo, en la salud, la educación, las comunidades indígenas, la vivienda y el empleo.
El experimento chileno duró poco. Antes que asumiera Allende, Estados Unidos ya había comenzado una campaña secreta para derrocarlo. Henry Kissinger, el entonces Secretario de Estado sentenció que no éramos aptos para la democracia, nos trató de irresponsables, y creó la fantasía de un Chile tipo Unión Soviética. Así, en un día como hoy pero hace 50 años, el golpe militar apoyado por la CIA y financiado por el gobierno de Richard Nixon aplastó las ilusiones de las mayorías populares y hundió a Chile en la larga pesadilla de una sangrienta represión.
Hoy, los chilenos recordamos a nuestras víctimas y continuamos con la búsqueda de nuestros seres queridos detenidos y desaparecidos. Hoy esta lucha cumple 50 años.
Como combatiente de la Resistencia fui tomado prisionero en 1976 y tiempo después fui expulsado al exilio. Allí, aunque desterrado y lejos de los míos, me esperaba una grata sorpresa cuando me enteré que ya existía una red de solidaridad con Chile. NICH, Non Intervention in Chile, fue una organización creada por jóvenes estadunidenses durante el gobierno de Allende para detener la intervención política y militar. Eran jóvenes idealistas, mochileros que habían encontrado su norte en el proceso chileno: la vía chilena al socialismo.
Impactado con el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, un grupo de este movimiento de jóvenes estadunidenses y latinoamericanos fundaron El Centro Cultural La Peña, en la ciudad de Berkeley, California, en 1975. Se llamó Peña porque fue creada a semejanza de las peñas folclóricas que ganaron popularidad entre la juventud chilena. Así, cuando comenzaron a llegar los exiliados, el lugar se convirtió en una importante referencia internacional en la lucha contra la dictadura chilena. Los exiliados exprisioneros políticos, pudieron testificar en los foros de La Peña y en el mundo, y dar cuenta sobre la situación de sus compañeros que aún permanecían en prisión.
En varias ocasiones, en los años 80, los exiliados nos tomamos el consulado chileno en San Francisco, exigiendo la libertad de los prisioneros y junto a La Peña desarrollamos proyectos para luchar por la liberación de éstos, por detener la tortura, exigir el retiro de los militares y la vuelta a la democracia. Con el transcurso de los años, La Peña también pudo atraer a innumerables artistas chilenos desde Chile y en el exilio, estableciendo un puente informativo y de apoyo directo con el frente de lucha. Fue una gran oportunidad para dar a conocer la existencia de un exilio activo y combativo, desmitificar conceptos erróneos sobre el exilio y reafirmarlo como lo que es y siempre será: un duro castigo.
Un gran número de exiliados éramos músicos y nuestros vociferantes eventos llamaban la atención dondequiera que nos reuníamos. En realidad, no éramos tantos, pero parecíamos muchos porque teníamos ruidosos encuentros casi todas las semanas. En San José, por ejemplo, nos reuníamos en iglesias y organizábamos peñas con platillos típicos chilenos y mucha música y bailes típicos.
Uno de los momentos para mí más reveladores fue cuando llegué por primera vez a Oakland en 1979 y me fui a una iglesia en el centro de la ciudad en donde se presentaba una obra musical llamada Las Poblaciones. Basada en un trabajo del legendario cantante Víctor Jara, asesinado por la dictadura, la obra fue presentada por el Coro de la Comunidad de La Peña dirigido por el también chileno maestro músico Rafael Manríquez. El musical representaba la lucha de los pobladores por la vivienda y fue una gran muestra del movimiento de solidaridad internacional generado alrededor de La Peña.
Con La Peña al frente, pudimos organizar importantes boicots en contra de los productos chilenos, sobre todo en contra de las uvas y del vino: “Nada de Pinochet. Nada para Pinochet”, era nuestro lema. También con el apoyo de los estibadores de los puertos de la bahía de San Francisco pudimos bloquear el envío internacional de bombas al ejército chileno, repeler las visitas de barcos de la marina chilena y detener al buque-escuela Esmeralda por haber sido usado para torturar y matar prisioneros. Más que congelarnos, el exilio nos activó de sobremanera demostrándonos que en la unidad no solo está la fuerza sino también el crecimiento personal. De la cárcel y del exilio siempre salimos convertidos en mejores seres humanos.
Hoy, las redes de solidaridad con Chile tendrán que volver a poner la guardia en alto, seguir vigilantes. El enredado paisaje político de Chile no se ve muy prometedor. El primer intento de reformar la Constitución política, herencia del dictador Pinochet ha fracasado y la centro izquierda que a duras penas gobierna corre el riesgo de perder el poder. Y lo que es peor, el país puede estar al borde de volver a caer en el oscurantismo de la ultra-conservadora y pro golpista derecha chilena.
Fernando Torres Veliz
Periodista colaborador de Radio Bilingüe
Autor del libro «Walks Through Memories of Oblivion: Flashbacks from a Former Political Prisoner.»Richmond, CA.
Nota Relacionada: