Usan el teatro callejero para pelear por sus demandas laborales

Trabajadores de Dirty BirdMarco Vinicio González

Noticiero Latino, Nueva York

Trabajadores inmigrantes del restaurante, Dirty Bird, en el centro de Manhattan, usan el teatro callejero para protestar a las afueras del establecimiento por mejoras salariales y la restitución del empleo para 21 de ellos, mayormente mexicanos e indocumentados, que fueron despedidos hace un mes por protestar y demandar justicia laboral.

Con cajas de cartón simulando el mostrador del restaurante y vestidos con sus delantales blancos mostrando un inmenso menú con platillos llamados Racismo, Discriminación, Explotación, etcétera, representaron a través de varias escenas los maltratos de los dueños y las condiciones de insalubridad en que opera el restaurante.

En medio de los cláxones de los autos y camiones que pasan por la transitada avenida 14, dos empleados disfrazados de clientes piden al mesero un platillo de Racismo, y otro de Discriminación, con una ensalada de explotación para llevar. En otra escena un trabajador con una peluca y una barbas postizas rubias, simulando ser el patrón. Al pagarles el salario les arrebata de la mano parte del dinero que les acaba de pagar, para descontarles presuntos impuestos -que no paga al fisco- y otros gastos indefinidos como solía pasar durante la Colonia Española con los comuneros y la Tienda de Raya.

Mauro, mexicano, explicó a Noticiero Latino algunas de sus demandas:

Trabajamos con mucha suciedad, en altas temperaturas en la cocina, que enferman a nuestros compañeros; con ratones, los alimentos que vendíamos estaban ya pasados, y nosotros nos oponíamos a trabajar en esas condiciones; porque nosotros no queremos ser asesinos de la gente. Nosotros queremos servir un plato sano…”.

Ellos acudieron al Departamento del Trabajo y al de Salud de la ciudad de Nueva York para denunciar estas condiciones, y esta fue la razón por la que -dicen- fueron despedidos hace más de un mes.

Cuando mandaron a un inspector, le clausuraron el negocio a los dueños, Joseph Criello y Mark Kolski, pero estos pagaron la multa y volvieron a abrir”.

Y en el Departamento de Trabajo, Mauro dice que al acudir a estas autoridades se dieron cuenta que tenían “como unos doscientos casos pendientes, rezagados, sin resolver, y nosotros no podemos esperar tanto, tenemos que pagar la renta, la comida, las necesidades de nuestras familias”. Y añade que la exigencia por salarios justos y caídos era respondida negativamente por los patrones, con el pretexto de no tener dinero por estar abriendo un nuevo restaurante en la zona de Wall Street, “donde invirtieron un millón de dólares para acondicionarlo… y donde tienen puros mexicanos que explotan igual que aquí”.

Haciendo un alto en su camino los transeúntes se paraban a mirar la representación, se reían un rato y se llevaban un volante con las demandas de los trabajadores. Algunos de este público «era nuestros clientes de siempre, ellos nos conoces desde hace años”, y al parecer simpatizan con las demandas de justicia de estos trabajadores despedidos.

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