La suerte que correrán las dos leyes atoradas en el Senado sobre los derechos de voto, si los demócratas no ejercen una acción enérgica en las próximas semanas, augura un panorama sombrío. Porque los republicanos han preparado el terreno para, por un lado ganar las elecciones intermedias con la supresión del voto de las minorías en los estados bajo su dominio, y por el otro lado, con una mayoría de Legislaturas estatales bajo su control y cuando la mitad del país cree fervientemente en la gran mentira divulgada por Trump y sus seguidores, acerca de que él ganó las elecciones presidenciales en 2020, cunde el desánimo, la apatía y la frustración.
En la batalla actual por los derechos de voto, que permitirán quién y cómo puede votar, y sobre la manera como se supervisará el conteo de los votos, algunos piensan que seguramente el Partido Republicano se apresta para denunciar un falso fraude electoral, a fin de darse a sí mismo el triunfo de las elecciones, ya sean locales, estatales o federales aún si pierde los comicios.
Por su parte los demócratas hicieron todo lo posible en 2021 para aumentar la presión e intentar pasar la Ley para el Pueblo, o For the People Act (H.R.1). Se trata de un proyecto de ley en el Congreso para expandir los derechos de voto, cambiar las leyes de financiamiento de campañas para reducir la influencia del dinero en la política, prohibir el gerrymandering partidista y crear nuevas reglas éticas para los funcionarios federales.
Pero el camino del Senado se cerró por lo menos este año sin arrojar los resultados deseados. Ahora sólo les resta acabar o transformar el filibusterismo, pero a pesar de tener la mayoría en la cámara alta con el voto de la vicepresidenta, Kamala Harris, su bancada no puede alcanzar los 50 votos necesarios para desafiar dicho obstáculo obstruccionista porque, dicen algunos, tiene en el interior uno o dos ‘Caballos de Troya’ vijando ‘de mosca’.
Y como reportamos oportunamente en mismo este espacio informativo, a uno de estos caballos de Troya, el senador demócrata por Virginia Occidental, Joe Manchin, que se comporta más bien como republicano, se le acaba de exhibir que recauda 500 mil dólares al año en dividendos por sus acciones de carbón, siendo él mismo el presidente del Comité Senatorial de Energía y Recursos Naturalesa. Y de tener inversiones en la empresa Enersystems, de energía fósil y de la cual su hijo es propietario, así como de haber emitido recientemente opiniones en contra del cambio climático.
Sin un plan que los demócratas hayan hecho claro hasta el momento para ganarse a estos dos senadores que “se hacen pasar por demócratas pero que votan casi siempre como republicanos”, como hoy dijo el Dr. Alfredo Cuellar a Línea Abierta de Radio Bilingüe, es difícil que la agenda del presidente Biden vaya a llegar a buen puerto sin una acción radical, para la que cada día que pasa tienen menos tiempo legislativo; por lo pronto, ya entramos en el año electoral en el que muchos prevén que los demócratas perderán la Cámara de Representantes y eventualmente el Senado. Aunque esto está por verse.
Vale señalar sin embargo que está ganando terreno la frustración entre muchos electores y aún entre funcionarios latinos, sin contar al liderazgo negro, ante la falta de acciones enérgicas de los demócratas y del presidente Biden. Además, el ala progresista demócrata también está haciendo presión para que la administración federal actúe enérgicamente frente a temas como el de la parlamentaria y el filibusterismo, que hirieron de muerte a la reforma migratoria y al plan de Biden, The Build Back Better (BBB) introduciendo en el imaginario de la gente lo que ven como una amenaza existencial para la democracia.
Entre tanto, Manchin y Sinema dicen apoyar la Ley de Libertad de Voto, que consagraría una serie de garantías de acceso al voto en todos los estados, y la Ley de Promoción de los Derechos Electorales del desaparecido líder de los derechos civiles, John Lewis, que impondría límites adicionales a los estados con antecedentes de discriminación.
Sin embargo, a estas alturas es difícil creerles. Y es muy poco probable que los republicanos aprueben algún cambio en las reglas del juego que pase la legislación sobre los derechos de voto y más bien impongan el poder de las Legislaturas estatales bajo su control, ya que han aprobado más de 30 leyes de supresión del voto de las minorías, a las que se oponen firmemente, y existe unos 400 proyectos de este tipo en ciernes, que se abren camino hacia convertirse en leyes estatales de supresión del votante.
Está claro que las referidas leyes sólo harán más difícil la votación para las minorías, léase para los latinos, los negros y los nativoamericanos principalmente. Paradójicamente, muchos republicanos de áreas rurales remotas prefirieron alguna vez votar por correo, y hacer que sea más difícil votar para ellos podría molestarlos más que a las personas en las ciudades y los suburbios.
La buena noticia, que por lo menos hace abrigar alguna esperanza es que dichas leyes se han topado con una respuesta apasionada de los grupos de derechos de voto, que están trabajando para informar a los votantes sobre las nuevas restricciones y al mismo tiempo contratar abogados para desafiarlas en los tribunales. Pero, ¿podrán los demócratas despertar suficiene pasión en su electorado e imponerse en grandes números para derrotar a los republicanos en noviembre?
Está por verse.