Vivir en Las Sombras: Los refugiados de las guerras generalmente sufren trauma

De Erika Beras, Reporting on Health Collaborative

When Claudine Mukankindi arrived in Pittsburgh in 2001, it was after surviving the Rwandan genocide, enduring countless acts of violence and loss of family. In her time in the U.S., she was diagnosed and treated for a slew of mental illnesses, among them post-traumatic stress disorder. Her last years were marked by hospital stays and court visits. She died of a heart attack in  2012. Courtesy Photo

Claudine Mukankindi. Foto de Cortesía.

Casi un centenar de personas se congregó en una iglesia del West End, un domingo por la mañana durante el mes de diciembre, para dedicar sus oraciones a Claudine Mukankindi, una mujer de 36 años que llegó a Estados Unidos como refugiada del Congo.

En diciembre de 2012 murió de un ataque al corazón.

En un banco cerca del altar se encuentra Adeline Kihonia. Mientras baila y canta durante su oración, tiene los ojos llenos de lágrimas.

«Era como parte de mi familia», dice Kihonia. «Cuando falleció, fue como perder a una hermana, a una buena hermana».

Cuando Mukankindi llegó a Pittsburgh en el año 2001, fue luego de sobrevivir al genocidio de Ruanda, donde debió hacer frente a infinitos actos de violencia y perdió miembros de su familia. Huyó hacia el Congo, luego a Kenia y después a Camerún antes de su reasentamiento en Pittsburgh con la ayuda de Catholic Charities.

A excepción de una hija pequeña que viajó con ella, no tenía más familia, pero rápidamente estableció un vínculo cercano con Adeline Kihonia. Junto a Kihonia, con quien compartía raíces congolesas, también compartió muchas de las cosas que vivió antes de llegar a EE. UU.

En los próximos cinco años, el Departamento de Estado de EE. UU. ayudará con el reasentamiento de 50.000 congoleses en Estados Unidos. Conforme a las agencias de reasentamiento de la zona, alrededor de 2.000 congoleses se mudarán a Pittsburgh.

Muchos de ellos llegarán sin saber inglés y habiendo sufrido experiencias traumáticas, depresión y demás heridas que deja la guerra. Necesitarán servicios de salud mental, aunque muchos proveedores y la comunidad congolesa de Pittsburgh temen que dichos servicios no estén disponibles.

Actitudes sobre la salud mental que se exportan

Durante el período en que Mukankindi vivió en EE. UU. fue diagnosticada y recibió tratamiento por una serie de enfermedades mentales, entre ellas el trastorno causado por estrés post-traumático. Sus últimos años estuvieron marcados por internaciones hospitalarias y visitas a los tribunales.

«Claudine vio demasiadas cosas, no sé si puedo nombrar algunas de ellas, pero violaban a las mujeres y ella vio todas esas cosas y también fue víctima de eso, incluso mataron a su tío frente a sus ojos», dice Kihonia. «Vio demasiado».

«Pero ya saben, a veces cuando uno tiene muchos golpes en la vida, es muy difícil recomponerse, es decir, volver a ser realmente normal. Pero lo intentamos. Lo intentamos, intentamos todo. Y hasta la hija (de Claudine Mukankindi). La hija intentó todo… pero… la perdimos».

El trauma persiste en el Congo y en otros países en conflicto y post-conflicto. Lynn Lawry de la Escuela de Medicina de Harvard ha estudiado los problemas de salud mental de ese lugar. Un estudio de 2010 que llevó a cabo en el Congo determinó que la mitad de todos los adultos exhibían síntomas del trastorno causado por estrés post-traumático. En cambio, esa cifra se sitúa entre el 5 y el 10 por ciento de la población en EE. UU.

A pesar de estas cifras tan altas, Lawry señala que los servicios de salud mental en el Congo son pocos o inexistentes.

«La mayoría de los países que visito, que son países en conflicto o post-conflicto, se puede encontrar uno o dos psiquiatras, como es el caso de la República Democrática del Congo», afirma.

Lawry dice que es posible que las diferencias en las normas culturales en el Congo impidan a las personas darse cuenta de que están experimentando un tipo de enfermedad mental. Cuando las personas emigran, esas actitudes también se exportan.

Jean Elomba, un hombre congolés que fue reasentado en Pittsburgh aproximadamente en el mismo momento que Claudine Mukankindi, está de acuerdo.

«En mi país, la gente no sabe sobre todos los diagnósticos posibles de enfermedades mentales, más allá de la locura en términos generales», dice.

Él también experimentó eventos traumáticos. Uno de ellos le dejó una marca permanente en su cuerpo – una herida de bala que no recibió la atención médica necesaria por esconderse durante días debido al temor causó que perdiera su brazo derecho.

This map shows the number of refugees arriving in each state in the latest fiscal year with the country of origin for the largest number of refugees. Created by Jenn Harris for the Reporting on Health Collaborative.

Este mapa enseña el número de refugiados que llegaron a cada estado en el último año fiscal, con el país de origen del número más grande de refugiados. Creado por Jenn Harris, Reporting on Health Collaborative.

Durante los primeros ocho meses en que los refugiados llegan a EE. UU. reciben asistencia médica subsidiada por el gobierno federal, la que cubre sus necesidades médicas. Cuando Elomba llegó al país, le tomaron las medidas para colocarle una prótesis de brazo. Pero dice que nunca recibió servicios de salud mental, aunque en retrospectiva, considera que podrían haberle sido útiles.

«Fue muy difícil, uno no puede dormirse porque sigue soñando con todas esas cosas y siente que alguien va a venir a atraparte», dice Elomba. «Uno tiene todas esas pesadillas. Se sueña con lo mismo una y otra vez».

Aunque tuvo dificultades en el Congo y en EE. UU., si le hubieran ofrecido servicios de salud mental, Elomba no sabe si hubiera participado.

«Uno no quiere hablar sobre esas cosas por miedo de lo que pensarían de mí si les digo esas cosas», dice. «Por eso, lo que uno hace es guardarse cierta información y pensar, bueno, quizás podré superar esto y algún día me sentiré mejor».

Elomba dice que la religión lo ayudó con sus dificultades, pero sabe que hay algunas personas como Mukankindi con necesidades mayores.

No todo el mundo que experimenta algo traumático desarrolla el trastorno por estrés postraumático (TEPT). No se saben los motivos por los cuales algunas personas desarrollan TEPT y otras no.

Elomba terminó trabajando como encargado de casos durante varios años para Catholic Charities, el mismo grupo que lo ayudó con su reasentamiento. Con frecuencia intentaba guiar a los nuevos refugiados hacia los canales adecuados, especialmente a las personas que provenían de zonas devastadas por la guerra.

«De nuevo, hay un estigma asociado con la salud mental», dice, «porque en mi país, si uno empieza a hablar de cosas como esas, las personas piensan que está loco, y nadie quiere que lo vean como a un loco».

Como no conocía el sistema de salud mental y además no estaba seguro del tipo de proveedores disponibles que tenían las habilidades lingüísticas necesarias, a menudo sólo remitía a las personas a proveedores de atención primaria. Dice que a menudo recuerda a su amiga Claudine Mukankindi – su vida podría haber sido diferente, si hubiera recibido servicios de salud mental inmediatamente después de llegar a EE. UU.

«Creo que se perdió una gran oportunidad de intentar estabilizarla cuando llegó aquí», dice Elomba. «Debió haber recibido atención de salud mental e ingresar a un programa de tratamiento».

Trauma al llegar

This chart shows the number of refugees arriving in the U.S. over time from specific regions. Created by Jenn Harris for the Reporting on Health Collaborative.

El número de refugiados que han llegado a diferentes regiones de Estados Unidos. Creado por Jenn Harris, Reporting on Health Collaborative.

Durante los primeros años en EE. UU., Mukankindi aprendió inglés y estableció amistad con personas de la comunidad congolesa. También hubo muchas visitas a hospitales y perdió la estabilidad mental. En este proceso también perdió la custodia de su hija, que sus amigos dicen resultó algo devastador para ella.

En el año 2006 llegó a Bethlehem Haven, un refugio para personas sin hogar.

Pasó los últimos años de su vida en Bethlehem Haven, un refugio que ofrece apoyo y residencia a largo plazo para mujeres con enfermedades mentales graves.

«Cuando analizamos la historia y reflexionamos, si hubiera estado en medio de una guerra civil, si hubiera visto a personas morir frente a mí, si hubiera tenido que vivir en una tienda de campaña, si me hubieran separado de mi familia por algún motivo,, y si hubiera tenido que vivir en campos para refugiados y luego solicitar participación en un sistema de lotería mediante el cual si sale mi número, me dan un pasaje a Estados Unidos con mi hija…» dice Lois Mufuka Martin, directora ejecutiva del refugio.

Martin afirma que en algunos casos no es suficiente el apoyo que los refugiados reciben al llegar, como ser vivienda, comida y atención de la salud durante los primeros meses. Ha visto cómo otras mujeres refugiadas terminan en los refugios.

«Las personas terminan sin hogar después de que se suprimen las medidas de apoyo iniciales…» Martin señala que «la vivienda, un estipendio, alguien con quien hablar en todo momento. Después de que el apoyo inicial se suprime, las encontramos en la puerta del refugio».

Claro, para otros, eso es suficiente.

«Creo que el problema es no comprender que las personas son diferentes y la transición puede llevar más tiempo si no cuentan con esas medidas de apoyo constante. Y esas medidas de apoyo están fuera de los apoyos de la salud mental», señala Martin. «Cuando llegó, ella (Mukankindi) recibía los apoyos regulares para personas refugiadas. Quizás, si se hubieran incluido apoyos para personas refugiadas, podría haber comprendido su nivel de trauma al provenir de un país devastado por la guerra y su período de estadía inicial hubiera sido distinto».

En los años que Claudine Mukankindi pasó en Bethlehem Haven, su hija fue adoptada por una amiga de Adeline Kihonia. La salud mental de Mukankindi se estabilizó. Obtuvo un trabajo y en el año 2010 se convirtió en ciudadana de EE. UU. Pero falleció inesperadamente en diciembre de 2012.

Martin señala que el trauma no afecta solamente a la mente sino también al cuerpo.

«En nuestro mundo de personas sin hogar es corriente decir que por cada año que una persona pasa sin hogar, ésta envejece hasta 10 años», afirma.

Cómo encontrar el apoyo de las organizaciones de base

Si bien la Organización Mundial de la Salud y el Departamento de Estado reconocen que muchos refugiados llegan al país padeciendo traumas, y los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades ha establecido normas para la evaluación de la salud mental, las personas que trabajan en las agencias de reasentamiento y los individuos que han realizado dichas evaluaciones dicen que no son sólidas.

Además, el objetivo de las evaluaciones que se realizan antes de que los refugiados lleguen a EE. UU. es detectar enfermedades contagiosas como la tuberculosis o el SIDA.

Algunas personas, como Martin, consideran que el propio acto de reasentamiento puede resultar traumatizante. Puede pasar cierto tiempo entre el arribo de los refugiados y el momento en que comienzan a aparecer los síntomas de la enfermedad mental.

«Siempre nos hemos preguntado sobre el nivel de trauma y si el hecho de estar aquí la retraumatizó de alguna manera, si alguna de las situaciones en este país la volvieron a traumatizar involuntariamente. «Pero nunca sabremos la respuesta».

When Claudine Mukankindi arrived in Pittsburgh in 2001, it was after surviving the Rwandan genocide, enduring countless acts of violence and loss of family. In her time in the U.S., she was diagnosed and treated for a slew of mental illnesses, among them post-traumatic stress disorder. Her last years were marked by hospital stays and court visits. She died of a heart attack in 2012. Courtesy Photo.

Claudine Mukankindi. Foto de Cortesía.

Martin señaló que muchos de los problemas que acuciaban a Mukankindi son persistentes en la comunidad de refugiados: falta de conocimientos de inglés, poca o ninguna información sobre temas médicos, sin capacidad para abogar por sí mismos y falta de una red de seguridad. A causa de la creciente población de personas refugiadas en Pittsburgh, Martin señala que se ha debatido dentro de la comunidad de salud mental si Pittsburgh puede hospedar y dar empleo a estas personas, ya que es posible que no cuente con los servicios de apoyo necesarios.

«La salud mental cuenta con escasísimos recursos», dice Martin. «Los refugios para personas sin hogar, las viviendas con apoyo permanente las 24 horas cuentan con fondos muy escasos, por eso, lo que se plantea en las conversaciones generales es cómo vamos a absorber poblaciones adicionales, sean locales o no. ¿Cómo podemos absorberlas en los sistemas?»

Una manera pueden ser las organizaciones de base.

Rebecca Cech pasó su infancia en el Congo y regresa al país con frecuencia. Es parte del comité de reasentamiento congolés que el Condado Allegheny ha establecido para atender algunos de los problemas a los que se enfrenta esta población. Dijo que muchos de los refugiados que esperan son madres solas, mujeres que pueden tener algunas de las mismas vulnerabilidades que sufrió Mukankindi.

Cech dice que si bien el apoyo inicial que reciben los refugiados es invalorable, no es necesariamente suficiente.

«Todo lo que se hace funciona bajo el supuesto de que las personas gozan de cierto grado de salud mental y física», dice.

Cech trabaja con otras personas en la comunidad congolesa establecida para establecer un sistema de apoyo de base y conectar a los nuevos refugiados con los servicios de salud mental. Se están tomando medidas semejantes en las comunidades de refugiados butaneses y somalíes de Pittsburgh.

«Se puede ayudar a estas personas de muchas maneras, pero a menos que exista un sistema de apoyo estable, hay problemas realmente muy serios y estamos hablando de personas que han sido víctimas de eventos terribles», dice Cech, «por lo tanto, la confianza se construye muy lentamente. Y es realmente muy difícil hablar sobre algunas de las cosas que les ocurrieron, y en el Congo no existe una cultura para ofrecer este tipo de apoyo fuera de la red de familiares y amigos».

Esta historia fue posible gracias a un proyecto de The National Health Journalism Fellowship, un programa de la Escuela Annenberg de Periodismo de USC.

LOGO ROH_SOMBRASSobre Vivir en Las Sombras: Este proyecto es el resultado del Reporting On Health Collaborative (Informe en Colaboración sobre la Salud), en el que participan Mundo Hispánico en Atlanta, New America Media en California y Nueva York, Radio Bilingüe en Oakland, WESA Pittsburgh (afiliada de NPR) Univisión Los Ángeles (KMEX 34); Univisión Arizona (KTVW 33) y ReportingonHealth.org. Este proyecto en colaboración es una iniciativa de The California Endowment Health Journalism Fellowships de la Facultad Annenberg de Comunicación y Periodismo de la University of Southern California.

¡Sus opiniones y comentarios son bienvenidos! Por favor comparta sus pensamientos e ideas acerca de Vivir en Las Sombras. Tú también eres parte de la historia y te invitamos a compartir tu perspectiva y experiencias escribiendo a immigranthealth@reportingonhealth.org. También puedes llamarnos al (213) 640-7534 o compartir una conversación sobre estos temas en Facebook a https://www.facebook.com/immigrantshealth y Twitter a @immighealth.
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