De Erika Beras, Reporting on Health Collaborative
Durante una mañana de un día de la semana cualquiera, Tek Nepal, de 47 años, deambula por el duplex de Pittsburgh que comparte con su esposa, sus hijos, su nuera y un nieto.
Trabaja por la noche, por lo tanto, aprovecha a pasar tiempo junto a su familia por las mañanas. Y con frecuencia, este tiempo en familia se centra alrededor de la comida.
Esas comidas solían tener alto componente de almidones. Pero desde que le diagnosticaron diabetes de tipo 2 el año pasado, las cosas han cambiado.
«Ya no como arroz. Tampoco como papas. Intento comer muchas verduras de hoja verde como lechuga, espinaca… también zanahorias, y no como cosas totalmente fritas», dice, mostrando una tabla con los alimentos adecuados que tiene en la pared de la cocina.
Nepal pertenece al grupo étnico nepalés. Se reasentó en California como refugiado, luego se mudó a Tennessee y más tarde a Pittsburgh, ya que tiene un costo de vida más bajo y cuenta con una creciente población de butaneses-nepaleses. Previo a su llegada a EE. UU., Nepal pasó 17 años en campos de refugiados en Bután.
Entre 4.000 y 5.000 refugiados del grupo étnico butanés-nepalés viven en Pittsburgh. La mayoría llega en los últimos seis años y esta población nueva no ha escapado la vieja paradoja inmigratoria.
Casi 26 millones de estadounidenses sufren diabetes y otros 79 millones son pre-diabéticos, lo que representa un marcado aumento en las últimas décadas. En estas estadísticas se incluyen a los estadounidenses más recientes, como los refugiados de Nepal. Conforme a un estudio publicado en Human Biology, el riesgo de los inmigrantes de padecer obesidad e hipertensión, los que se consideran indicadores de diabetes, aumenta con cada año que pasan en este país.
En el Squirrel Hill Health Center, un centro médico calificado a nivel federal que ofrece la mayor parte de la atención inicial y de seguimiento a los refugiados, la directora médica Andrea Fox está permanentemente atareada. Observa tendencias en su población de pacientes. Muy pocas veces los butaneses llegan a EE. UU. con diagnósticos de diabetes, pero se ha encontrado una alta prevalencia de esta enfermedad en aquellas personas que tratan.
«A veces desarrollan la enfermedad una vez que están aquí, cuando empiezan a subir de peso en este país», dice Fox. «Y a veces llegan desnutridos. Por lo tanto, subir de peso es algo bueno, pero a veces se sobrealimentan en este país… como todo el mundo, y así es como empiezan a desarrollar la enfermedad».
El Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades supervisa a las poblaciones de refugiados. Entre las afecciones más frecuentes que padecen los butaneses se incluye: anemia, deficiencia de vitamina B12 y problemas de salud mental. No se ha llevado registro de la cantidad de casos de diabetes.
Un estudio reciente en una clínica de Atlanta analizó los casos de enfermedades no infecciosas registrados entre los refugiados butaneses. Se observaron altos índices de obesidad, hipertensión y diabetes.
Nepal dice que más allá de todas las dificultades que se vivían en los campos de refugiados, había más actividad física en la vida cotidiana.
«Fue una gran transición para nosotros porque veníamos de un mundo totalmente distinto -totalmente distinto- donde todo se hacía manualmente y aquí todo se hace tecnológicamente», dice.
Saraswati Bhandari, una refugiada de 32 años, también debió cambiar sus hábitos de alimentación. En 2012, cuando estaba embarazada, desarrolló diabetes gestacional.
«Me controlo por mi bebé y por mi salud», dice. «No es tan difícil. Me gusta comer pero me controlo. Como ensalada y después arroz integral, y me controlo y como muchas verduras».
Ahora que tiene un bebé sano, ha mantenido algunos de estos hábitos. En casa tiene muchas frutas y verduras frescas.
Bhandari vive en Prospect Park, una comunidad de Pittsburgh compuesta por muchos refugiados. En el Prospect Park Family Center, Elizabeth Heidenreich, especialista en desarrollo familiar, es responsable de todo, desde acompañar a los refugiados a las citas médicas a ayudarlos a leer los ingredientes en los alimentos envasados.
«Muchos de los usuarios dicen que en su país nadie tiene diabetes, pero en este país todos tienen diabetes», dice Heidenreich.
De vuelta en Squirrel Hill Health Center, Fox señala que una vez que reciben el diagnóstico, algunas personas no desean cambiar sus hábitos de alimentación. Debido a la falta de conocimientos sobre la salud, los médicos a veces deben explicar la función del páncreas, por ejemplo. Y es posible que deban decirles a sus pacientes que tomen los medicamentos, aunque no se sientan enfermos.»
La idea de realizar visitas de seguimiento de carácter preventivo, hacerse análisis de sangre frecuentes y saber cómo volver a solicitar medicamentos una vez que se termina la dosis mensual… todos estos conceptos resultan bastante nuevos y se los debemos enseñar», dice.
Y después está el problema del seguro de salud. Nepal tenía un trabajo que le brindaba cobertura. Y como mujer embarazada Bhandari cumplió con los requisitos para recibir Medicaid.
Una vez que se terminan los beneficios médicos iniciales para refugiados, si estas personas no tienen un empleo que les brinde beneficios médicos o no cumplen con los requisitos para recibir Medicaid, es posible que terminen sin ningún tipo de cobertura. Si la persona tiene un diagnóstico de diabetes, Fox dice que es posible que esto conlleve a problemas financieros.
«La insulina cuesta unos cien dólares por vial, en el caso de una insulina económica», afirma Fox. «Si se desea comprar un tipo de insulina más caro, como Lantis, que es más fácil de administrar y sólo hay que tomarla una vez al día, los costos son mucho más altos. Por lo tanto, en términos de insulina, es realmente difícil ofrecer acceso a los pacientes que no tienen cobertura».
También está la dieta. Fox señala que no es tan sencillo ya que los refugiados que llegan a EE. UU. sustituyen su alimentación con comida rápida y refrescos. Hay ciertas tradiciones culinarias que los refugiados traen consigo.
«Los carbohidratos son generalmente bastante económicos y la dieta butanesa tiene un fuerte componente de papas, arroz y pasta, y todos estos alimentos tienen un alto contenido en carbohidratos», dice Fox. «Por lo tanto, les explicamos que no se trata de dejar de comer esas cosas, que no les estamos quitando esas cosas, solamente les decimos que tienen que comer menos cantidad de eso».
Una vez que entienden los riesgos, es más fácil cambiar los hábitos, particularmente porque en su historia reciente han tenido que cambiar tantos otros aspectos de sus vidas.
Desde que fue diagnosticado, Nepal recibió un ascenso en su trabajo y ahora sus funciones hacen que esté activo: recorre todo el Mercy Hospital entregando medicamentos.
«En las ocho horas de trabajo, camino unas siete horas, por lo tanto, eso me sirve de gran ayuda ahora», dice.
Bajó las 30 libras que había aumentado desde que llegó a EE. UU. El peso no le molestaba antes, pero fue el primer paso después del aumento de los síntomas. Siempre tenía sed y debía orinar con frecuencia; además, se asustó por su salud y esto conllevó a su diagnóstico.
«Estaba conduciendo y me detuve de repente porque tenía la visión borrosa, le pedí a alguien que me ayudara y me llevaron al hospital St. Clair», dice.
También redujo el consumo de algunos de sus alimentos preferidos, como las samosas fritas y rellenas de papas.
«Las personas de nuestra comunidad comen mucha grasa en la comida y les gusta – cosas fritas, aceitosas, picantes, con queso- así que ahora no como nada de eso», dice Nepal. «Ahora sólo me gusta comer más de las cosas verdes».
Además de haber bajado de peso, ha logrado que su esposa y sus familiares más mayores también coman como él lo hace ahora. Pero le preocupan sus hijos y su preferencia por las papas fritas y la pizza.
«Intento que mis hijos no tengan diabetes», dice. «La diabetes en sí no es una enfermedad independiente, está relacionada con los riñones, con el corazón, por eso me preocupan mis hijos».
Su familia ha pasado por muchas cosas, dice Nepal, y quiere que tengan una vida mejor que la tenían en los campos de refugiados.
Sobre Vivir en Las Sombras: Este proyecto es el resultado del Reporting On Health Collaborative (Informe en Colaboración sobre la Salud), en el que participan Mundo Hispánico en Atlanta, New America Media en California y Nueva York, Radio Bilingüe en Oakland, WESA Pittsburgh (afiliada de NPR) Univisión Los Ángeles (KMEX 34); Univisión Arizona (KTVW 33) y ReportingonHealth.org. Este proyecto en colaboración es una iniciativa de The California Endowment Health Journalism Fellowships de la Facultad Annenberg de Comunicación y Periodismo de la University of Southern California.
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