Maribel Hastings
Llevo 32 años cubriendo debates presidenciales y lo que presencié la noche del martes desde Cleveland, Ohio, no fue un debate sino un desastre que provocó vergüenza ajena. El único responsable fue el caótico presidente Donald Trump, quien al no poder intercambiar ideas decentemente recurrió a interrupciones, niñerías, bajos ataques personales, mentiras desvergonzadas y, de paso, guiñó un ojo a los supremacistas blancos diciéndoles “Apártense y estén preparados”.
Además de vergüenza hubo un momento en que sentí repulsión, como por ejemplo cuando el aspirante presidencial demócrata, Joe Biden estaba hablando de su hijo militar fallecido, Beau Biden, y Trump lo interrumpió para lanzar lodo contra el otro hijo de Biden, Hunter, diciendo que fue relevado del servicio militar por usar cocaína. Biden, dirigiendo la mirada al televidente, mostró humanidad, decencia y amor de padre al declarar que su hijo tuvo un problema de adicción, como ocurre en tantas familias, pero que lo superó.
El acosador en jefe se manifestó en su máximo esplendor. Pero, ¿alguien está sorprendido de que Trump mostrara una conducta vergonzosa y pisoteara una vez más la Oficina de la Presidencia de Estados Unidos? Tristemente no.
Trump sólo le estaba hablando a su base, porque dudo mucho que con su espectáculo haya convencido a algunos indecisos, mujeres, independientes o a republicanos desafectos con su administración.
Trump salió con el puñal en la boca a ofrecer un catálogo de mentiras, exageraciones y teorías conspiratorias en una diversidad de temas, desde la economía y sus risibles impuestos, hasta el cambio climático.
Y una vez más minimizó la devastación del Covid-19 en las familias estadunidenses, mientras ya la cifra de muertos supera los 205 mil.
Porque a lo largo de la noche Trump se pintó como una víctima, incluso de Biden, y nuevamente se refirió a su teoría conspiratoria de que Barack Obama lo espió antes y después de la elección de 2016.
Pero dos de los momentos que más captan el caos en que a Trump le gusta moverse fue cuando el moderador, Chris Wallace le preguntó a Trump si condenaría a supremacistas blancos y milicias que, según el propio FBI, son elementos responsables de la violencia en las manifestaciones de algunas ciudades del país y del terrorismo doméstico. Trump pidió a Wallace que le nombrara alguno y Biden mencionó a Proud Boys, un grupo de odio, según el Southern Poverty Law Center (SPLC). Trump les dijo, “Proud Boys, apártense y estén preparados”. ¿Fue un mensaje de que estén listos para pelear por los resultados del 3 de noviembre si no favorecen a Trump?
El otro momento fue cuando nuevamente Trump se negó a afirmar si reconocerá los resultados de la elección y si le pedirá calma a sus seguidores. En todo caso, hizo lo contrario. Se dedicó a seguir fomentando dudas sobre la veracidad del sistema electoral y hablando de un “fraude” rampante que sólo existe en su cabeza, con el fin de seguir generando miedo en la población ya afectada por la pandemia e incitando a sus seguidores. Anoche Trump volvió a advertirnos que no acatará los resultados de la elección si no lo favorecen.
Antes de que empezara el debate ya hubo señales de la ruta que tomaría Trump.
Aunque el debate del martes no tocó el tema migratorio, The Washington Post reportó de forma exclusiva, minutos antes del encuentro, que ICE comenzará a realizar redadas selectivas en las llamadas ciudades santuario encabezadas por demócratas. Son las ciudades en las que autoridades locales no cooperan con autoridades migratorias federales por considerar que es contraproducente, toda vez que genera temor en la comunidad inmigrante que luego se niega a colaborar con la policía cuando son testigos o víctimas de crímenes. Pero el tema de las ciudades santuario es uno de los favoritos de Trump a la hora de explotarlo para fines electorales.
Como está acorralado por el vergonzoso tema de los impuestos, recurrió a su chivo expiatorio favorito, los inmigrantes, para desviar la atención. Y de hecho, la propia nota del Post cita a una fuente diciendo que más que un gran operativo para ICE, la decisión tiene una finalidad política para que engrane con el mensaje de campaña del presidente.
A pesar del caótico debate, se vieron claros contrastes entre un presidente a quien el cargo siempre le ha quedado grande porque su mezquindad no conoce límites —aun en el momento de crisis que vive la nación por la pandemia, con las más de 205 mil muertes y el efecto dominó sobre la economía, la vida y la estabilidad emocional de las familias— y el candidato Biden, que sin ser perfecto ofrece un aura de calma, decencia, experiencia y estabilidad que tanto se necesitan.
La pregunta es, ¿quién prevalecerá tras las elecciones?■