Trump y los republicanos aceitan su maquinaria de mentiras

El Capitolio de la nación, donde se dirime el futuro de un importante conjunto de leyes con aparente destino incierto. Foto: José López Zamorano.

El Capitolio de la nación, donde se dirime el futuro de un importante conjunto de leyes con aparente destino incierto. Foto: José López Zamorano.

Maribel Hastings y David Torres

En el mundo paralelo en que viven los republicanos, su figura central —el expresidente Donald Trump, el rey de las mentiras y de las teorías conspiratorias— lanza una plataforma social, irónicamente llamada Verdad (TRUTH Social), tras ser vetado por las tradicionales redes sociales de Twitter y Facebook. Ello, por promover mentiras sobre su derrota en las elecciones generales de 2020.

Con esta especie de oxímoron cibernético ya podemos darnos cuenta de la clase de engendro mediático que le espera a Estados Unidos y de cómo esa plataforma convertirá a la mentira en una “verdad” permanentemente enmascarada. Y en lo que se refiere a inmigración, es seguro que ahí se reproduzcan todos y cada uno de los ataques que ha lanzado el expresidente contra los indocumentados desde que él apareció en el firmamento político estadunidense.

En pocas palabras será un espacio para regocijo, ni más ni menos, de quienes desde la ignorancia que promueve el racismo y la xenofobia prefieren ser engañados, a hacer un esfuerzo intelectual para deshacerse del lastre en que se ha convertido un personaje como Trump en la historia nacional, especialmente en el ámbito migratorio.

Es decir, con Trump dirigiendo la orquesta, los republicanos ya se han habituado a torturar la verdad hasta matarla. Incluso a sabiendas de que ellos mismos son las víctimas primarias de todo este maremágnum de mentiras.

De este modo, los terroristas que asaltaron el Capitolio federal el 6 de enero de 2021 en un fallido intento de golpe de Estado para impedir que el Congreso certificara el triunfo electoral de Joe Biden, son, ante los republicanos, “patriotas” que ejercieron “pacíficamente” su derecho a protestar. Trump incluso dijo que, de volver a la Casa Blanca, les concedería perdones presidenciales.

Eso es obvio, y no sería descabellado pensar que una de sus primeras campañas mediáticas a través de su nueva plataforma sería, precisamente, promover la idea de que dicha turba de zánganos merece no solo perdón, sino incluso condecoraciones por obedecer ciegamente a un falso líder.

En ese mundo paralelo e hipócrita, los republicanos que se atrevan a enfrentar a Trump o a cuestionar las mentiras que él y sus seguidores promuevan, se convertirán en traidores que deben ser expulsados de la colectividad. Los congresistas republicanos Liz Cheney y Adam Kinzinger, por ejemplo, fueron sancionados por el Partido Republicano por integrarse al panel que investiga los disturbios del 6 de enero que esa colectividad catalogó de «ejercicio legítimo de discurso político». Ambos congresistas denunciaron activamente a Trump por declarar falsamente que perdió la reelección porque Biden cometió “fraude” electoral.

De hecho, el líder de la minoría republicana de la cámara baja, Kevin McCarthy está apoyando a la candidata Harriet Hagman que se enfrenta a Liz Cheney en la primaria en agosto por el distrito que representa en Wyoming. Hagman es pro Trump.

Así, el culto a Trump sigue vivo. El senador republicano de La Florida, Rick Scott, quien preside el Comité Senatorial Republicano Nacional, anunció el Plan de 11 puntos para el “rescate” de Estados Unidos, y una de las secciones propone terminar el muro fronterizo y bautizarlo con el nombre de “Trump”. Es un ejemplo más de cómo el Partido Republicano sigue recurriendo a la demagogia en el tema migratorio aún después de Trump.

Pero no es el único. Ahí tenemos al gobernador Ron DeSantis, quien ha hecho un vergonzoso uso político de los menores inmigrantes al presionar por el cierre de albergues que acogen a menores sin documentos, que arriban a Estados Unidos sin sus padres. O al gobernador de Texas, Greg Abbott, quien en plena campaña por su reelección en noviembre se ha atrevido nuevamente a usar la misma cantaleta de culpar a la inmigración indocumentada de la delincuencia en su estado, a sabiendas de que estudio tras estudio se demuestra lo contrario. O incluso el fiscal general de Arizona, Mark Brnovich, quien busca una curul en el Senado federal, ha presionado por que el gobernador de ese estado, Doug Ducey responda con una fuerza militar contra lo que él llama erróneamente una “invasión” de inmigrantes por la frontera sur.

Lo triste de toda esta situación es que a pesar de su demagogia y de sus mentiras, los republicanos siguen apelando a un amplio sector del electorado. Y eso incluye a muchos latinos en estados y distritos clave en las próximas elecciones de medio término este año y en las generales de 2024.

Independientemente de quién sea la figura republicana que emerja, sobre todo para los comicios de 2024 —sea Trump, De Santis o cualquier otro—, el reto para los demócratas es enorme no sólo por sus divisiones internas sino porque enfrentan una verdadera maquinaria de mentiras republicanas en diversos rubros, incluyendo inmigración, que, sin embargo, gozan de aceptación entre un amplio grupo de electores.

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