Trump se autocongratula por “solucionar” crisis y caos que él mismo genera

Las balsas de tubo interior llevan a las personas a través del río Suchiate para pasar de Tecún Umán, Guatemala, y Ciudad Hidalgo, Chiapas, en México. Foto: www.wola.org.

Las balsas de tubo interior llevan a las personas a través del río Suchiate para pasar de Tecún Umán, Guatemala, y Ciudad Hidalgo, Chiapas, en México. Foto: www.wola.org.

Maribel Hastings

El “acuerdo” entre Estados Unidos y México que evitó la entrada en vigor del incremento de tarifas arancelarias a los productos que el vecino del Sur exporta hacia este país es el más reciente ejemplo de cómo al presidente Donald Trump le encanta generar caos y crisis, y poner a empresas, países, legisladores y consumidores contra las cuerdas sólo para distraer y mantener a su base contenta para luego emerger como el paladín que con mano dura solucionó la crisis que él mismo generó.

Y lo peor es que los problemas de fondo no se solucionan.

Es decir, la amenaza de las tarifas surge del descontento de Trump porque México, según él, no estaba haciendo lo suficiente para frenar la migración, no de sus ciudadanos, sino de miles de centroamericanos que huyen de la violencia y del hambre y cruzan territorio mexicano para arribar a Estados Unidos a solicitar asilo.

Dada la intrínseca relación comercial entre ambos países, la materialización de una amenaza de este tipo habría sido económicamente desastrosa para las dos naciones. Con su amenaza, Trump puso a temblar a todos los sectores involucrados; pero el viernes, a 48 horas de la entrada en efecto del incremento en las tarifas, emergió triunfante para anunciar que el desastre se había evitado todo “gracias a él”.

A Trump le fue irrelevante que, como reportó la prensa, los llamados “nuevos acuerdos” que frenaron el desastre económico sean medidas que los dos países acordaron meses antes. Esto incluye que México despliegue miles de guardias nacionales con énfasis en su frontera con Guatemala para frenar a los migrantes en ruta hacia Estados Unidos; y que los solicitantes de asilo permanezcan en México, en tanto sus casos sean escuchados.

No obstante, todavía no se dilucida el tema de México como “tercer país seguro” que supondría que todos los migrantes que crucen el Río Suchiate en su travesía hacia Estados Unidos solicitaran asilo en México, nación que ya ha visto un alza en las peticiones.

Trump acudió a Twitter a promover los “nuevos acuerdos” y a autocongratularse, pero en la práctica, ¿cómo cambian estos nuevos acuerdos el asalto de esta administración al proceso de asilo dejando a miles de migrantes en el limbo? O cómo cambian la precaria situación que ya se vive en los centros de detención abarrotados precisamente por la política de “tolerancia cero” de Trump que lo ha llevado a separar familias, a extraviar menores e incluso ha resultado en las muertes de al menos seis menores de edad en custodia de autoridades migratorias estadunidenses.

La semana pasada se dio a conocer el perturbador reporte del Inspector General del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) que detalló las condiciones insalubres e infrahumanas en estos centros de detención, desde comida descompuesta a servicios sanitarios inservibles en instalaciones de la nación más poderosa del planeta.

La cruel política migratoria de Trump tiene el objetivo de disuadir a los migrantes para que lo piensen dos veces antes de lanzarse al Norte donde no serán bien recibidos. Lo que olvidan Trump y sus asesores es que cuando una persona quiere salvar su vida, las de sus hijos y familiares, poco le importan las crueles trabas que les quiera imponer Trump o cualquier otro. Huyen del hambre, la falta de oportunidades y una brutal violencia.

La política de disuasión ha sido un fracaso. Los migrantes siguen llegando. Lo peor es que algunas de estas situaciones pudieran haberse evitado o aliviado si Trump no hubiese eliminado programas como el que permitía que menores de edad solicitaran asilo en sus países de origen sin hacer la travesía al Norte. O que eliminara los programas de asistencia a instituciones no gubernamentales en los países que integran el Triángulo Norte de Centroamérica (El Salvador, Honduras y Guatemala) para ayudar a sus ciudadanos y evitar que emprendan la muchas veces mortal travesía hacia Estados Unidos.

Y es que a Trump no le importan las soluciones. A él lo mueve generar primero un caos, para luego, si ve que su rabieta de turno no tiene buenas posibilidades de éxito, entonces desistir de sus amenazas, o bien anuncia “nuevos” acuerdos que en realidad no lo son y queda ante su base como el “hombre fuerte” que consigue lo que se propone.

La pregunta es: ¿cuál será la próxima rabieta de Trump, en caso de que considere que México no está cumpliendo el mentado pacto? Y a qué otro ardid recurrirá Trump en materia migratoria cuando queda más que evidente que la inmigración será la base de su campaña de reelección.

Precisamente el próximo 16 de junio se cumplen cuatro años desde que Trump descendió por la escalera eléctrica del Trump Tower para decirle al mundo que buscaría la nominación presidencial, y lo hizo tildando a los mexicanos y a los inmigrantes de criminales, narcotraficantes y violadores.

Ahora que hay una crisis humanitaria en la frontera, en parte, de su propia creación, ya podemos anticipar el libreto electoral de Trump, el rey del caos■

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