Maribel Hastings
America’s Voice, Washington, DC
El último debate republicano del año es esta semana y la contienda por la nominación presidencial republicana continúa tan turbia e incierta como comenzó. Lo que está clarísimo es que la dinámica de la interna y el hecho de que el puntero sea Donald Trump, con sus descabelladas y peligrosas propuestas, debe ser para los demócratas, y sobre todo para la favorita, Hillary Clinton, como un regalo navideño por adelantado.
Las razones son variadas. El Partido Republicano arranca con sus asambleas y primarias en seis semanas todavía con más de 12 precandidatos, para iniciar un proceso de eliminación que puede suscitar tantas sorpresas y desaciertos como los de este año.
Trump sigue siendo el líder indiscutible de los sondeos pre votación, aunque el senador Ted Cruz (R-TX), se le acerca peligrosamente, según una reciente encuesta. La prueba de fuego de Trump comienza con las asambleas de Iowa, hasta ahora programadas para el 1 de febrero, seguido por las primarias de New Hampshire, hasta ahora programadas para el 9 de febrero.
El magnate sigue comandando entre esa tercera parte de los votantes republicanos anti élite y ultraconservadores, que mientras más prejuiciosas son sus propuestas, más solidifican su apoyo al empresario.
La gran interrogante es si sólo con esa tercera parte Trump podría obtener la nominación republicana según avance el proceso de primarias. El Partido Republicano parece dividido casi a la mitad entre una clase trabajadora a la que Trump apela, y un sector con mayores niveles educativos que se retuerce ante la sola idea de que el empresario pudiera ser el nominado.
Ese sector incluye a la élite del partido y la razón para el disgusto es simple: el nominado Trump sería música para los oídos demócratas, pues sería muy difícil para los republicanos ganar una elección general sin el voto de otros sectores: independientes, mujeres, latinos y otras minorías, entre otros, a los que Trump ha ofendido o se encamina a ofender. Eso equivaldría a colocarle la Casa Blanca en bandeja de plata a la favorita Clinton. El llamado «efecto Trump» puede movilizar a las urnas a esos sectores tradicionalmente demócratas, como los hispanos, radicados en estados clave para ganar la presidencia. Esto no quiere decir necesariamente que quien gane la nominación demócrata no tenga que pelear por ese voto, pues siempre hay que combatir la apatía electoral. Pero Trump ha solidificado la imagen de un partido republicano antinmigrante y anti todo, facilitando la movilización de votantes para los demócratas.
Y aunque Trump no gane la nominación, como muchos analistas predicen, siempre existe la preocupación de que ya haya dañado irreparablemente la «marca republicana», o que opte por lanzar una candidatura independiente que, al robarle votos a quien sea el nominado republicano, también puede beneficiar a la nominada o el nominado demócrata. En una cena de líderes republicanos de élite, incluyendo al nuevo presidente de la Cámara Baja, Paul Ryan, se discutió, según reportes de prensa, la posibilidad de que la selección del nominado incluso llegue a la Convención Nacional Republicana en Cleveland, Ohio, del 18 al 21 de julio. En contiendas internas complicadas, como por ejemplo la demócrata en 2008, entre Clinton y el actual presidente, Barack Obama, siempre surge el espectro de una convención dividida, como solían ser, antes de que todo fuera cuidadosamente coreografiado por el liderazgo del partido, con nominados cercanos a la élite. Todos pensaban que ese candidato sería Jeb Bush, quien no ha logrado salir del sótano de los porcentajes de dígitos sencillos. El senador Cruz comienza a despuntar aunque, al igual que Trump, apela al sector republicano recalcitrante cuyo voto no es suficiente para ganar una elección general.
¿Será 2016 diferente?
Quién sabe. Pero a juzgar por la disfuncionalidad de la interna republicana, el reinado de Trump, o Cruz pisándole los talones, sin duda Santa Claus, Papá Noel o San Nicolás, como quiera llamarle, le adelantó el regalo navideño a los demócratas■
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.
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