Maribel Hastings y David Torres
El supermartes, ese importante día que va definiendo quién será el abanderado o la abanderada demócrata en la contienda presidencial, no decepcionó en muchos frentes, particularmente en lo que parece ser una enorme participación de votantes, especialmente entre la comunidad hispana. También aclaró una contienda entre dos evidentes rivales: el exvicepresidente Joe Biden y el senador Bernie Sanders, quienes representan los dos espectros del Partido Demócrata.
Biden vino desde atrás para tener un excelente desempeño en estados que podrían tornarse competitivos en una elección general ante Donald J. Trump. “Estoy aquí para reportar que estamos vivos”, exclamó desde California un Biden energizado por su cadena de triunfos. Según reportes, Biden fue catapultado en gran medida por votantes afroamericanos, mayores, centristas-moderados y blancos con educación universitaria, mientras Sanders, quien se alzó con el premio mayor de delegados en California, tuvo buen desempeño entre los votantes hispanos, liberales y los menores de 40 años de edad.
Fuera de todo cliché electoral, el interés de los electores latinos en participar en la configuración de un candidato o candidata se ha vuelto más crucial, dadas las condiciones en que la actual administración ha dejado a un país que durante los últimos casi cuatro años ha visto cómo el presidente vapulea la moral política, la herencia migratoria, el desarrollo histórico y la pluralidad en la que todo mundo parecía estar de acuerdo y en la que la comunidad hispana tenía ya un protagonismo ganado a pulso.
Así, queda demostrado que los latinos tendrán un papel crucial en escoger al nominado demócrata y que intentan definir quién es la persona idónea para enfrentar y derrotar a Trump en noviembre. Un Trump que ha hecho de la persecución de los hispanos y de los inmigrantes su hoja de ruta, algo que también promete explotar en su campaña de reelección.
Trump no ha tardado mucho en reforzar esa veta antinmigrante con la que mantiene literalmente hipnotizada a su base, como sus recientes declaraciones en las que vincula el peligro de la propagación del coronavirus con la seguridad fronteriza, una referencia vulgar y desafortunada que podría repercutirle en contrario, dado que ya el nivel de politización del pueblo estadunidense y de sus minorías migratorias le permite asumir ese y otro tipo de declaraciones como un ataque directo al votante que quiere un cambio y a sus familias.
En tanto, diversos reportes apuntaban a una participación electoral nutrida para un proceso de primarias. Diversos sondeos concluyen que “Tío Bernie” parece ser el beneficiario de ese apoyo latino, especialmente entre electores jóvenes, como lo muestra una reciente encuesta de LatinoDecisions-Univision, en la que se halló que tan sólo en California, que aporta 415 delegados, un 42 por ciento de latinos respondió que votaría por el senador de Vermont, frente a solo un 15% que lo haría en favor de Biden.
Sanders, sin embargo, pareció tener problemas en atraer el voto afroamericano en estados sureños como Carolina del Norte y Virginia, un crucial segmento electoral en importantes estados en una elección general.
Y es esa una de las interrogantes: qué ocurriría en una contienda ante Trump si Sanders fuera el nominado. ¿Competiría efectivamente contra Trump en estados clave para ganar la presidencia? Otra interrogante es qué ocurrirá si Sanders no es el nominado. Es decir, si se repetirá lo ocurrido en 2016 cuando muchos sanderistas decepcionados de que la nominada fuera Hillary Clinton se quedaron en casa pensando que la exsenadora y exprimera dama ya tenía la elección asegurada, pero aunque ganó el voto popular, perdió el Colegio Electoral ante Trump por apenas 80 mil votos en tres estados: Michigan, Pennsylvania y Wisconsin.
Un escenario similar podría derrumbar inevitablemente todo proyecto de cambio en la Casa Blanca, además de involucrar al país y su destino en una vorágine histórica sin retorno que daría incluso un dramático giro al orden mundial, en el que la agenda de la xenofobia y el racismo harían mucho más daño a nivel global.
La campaña de Sanders al menos parece haber entendido la importancia de cortejar a la comunidad y al voto latino con tiempo, no 48 horas antes de la elección, y parece estar funcionándole. Biden, como tantos demócratas antes que él, sigue apostando a la lealtad hispana al establishment demócrata y a que el apoyo de diversas figuras y políticos hispanos lo impulsen en el proceso. Quizá en algunas partes del país y entre algunos sectores de votantes ese sea el caso. Tal vez los votantes buscan un retorno a la “normalidad” y Biden les ofrece ese sentido de familiaridad y estabilidad.
Pero es un hecho que el votante latino joven no es igual ni piensa igual que sus padres o sus abuelos. La lealtad ciega, por otro lado, no siempre ha operado a favor de los intereses de los latinos. Y en este sentido vale la pena recalcar que las nuevas generaciones han adquirido una madurez política aun mayor que la de las generaciones anteriores, de tal modo que al cumplir la edad reglamentaria para registarse y votar no les tiembla el pulso para emitir su sufragio. Y esta vez parece ser mayor su entusiasmo electoral, el que en definitiva sería histórico desde cualquier punto de vista.
De hecho, esa sempiterna batalla interna demócrata entre moderados-centristas y el sector más progresista del partido, usualmente reflejado en las brechas generacionales, ha provisto de drama al proceso electoral demócrata.
Curiosamente esa lucha es personificada ahora por dos hombres blancos que rozan los 80 años de edad, Biden y Sanders, quienes no exactamente reflejan el reclamo de juventud, diversidad de género y étnica por las que tanto abogan los sectores más progresistas.
Así las cosas, los latinos, con todo y sus diversidades ideológicas, se perfilan como un bloque electoral de peso en la contienda de 2020, que promete ser una lucha de hombres blancos mayores de 70 años por llevar las riendas de una nación diversa, donde son precisamente las minorías, como la hispana, las que le infunden juventud y nueva energía para continuar con el legado histórico del gran experimento social estadounidense.