Marco Vinicio González
Fuertes lluvias e inundaciones en la zona rural del Valle de San Joaquín, California, han provocado miles de evacuaciones, pérdidas materiales y devastación, alimentadas además por incesantes escurrimientos que bajan desde las montañas de Santa Cruz hasta el Valle del Río Kern. De acuerdo con los Centros Nacionales de Información Ambiental, este invierno ha sido el undécimo más húmedo registrado en California en los últimos 128 años.
Puede decirse que vastas zonas agrícolas no han tenido tregua desde que la medianoche del 11 de marzo el caudal del río Pájaro en Watsonville alcanzó su máximo nivel y rompió un dique de contención provocando severas inundaciones.
Y como las tormentas no han cesado, tanto ríos como arroyos siguen desbordados, sumergiendo vecindarios y granjas bajo el agua, con consecuencias más severas, por lo pronto, en el condado de Tulare; muchos de sus residentes han sido rescatados por socorristas en botes, mientras inmigrantes empleados de las lecherías tratan de poner a salvo al ganado, y retroexcavadoras rellenan con tierra los diques dañados por las tormentas, dice la prensa local.
Vale recordar que estas situaciones climáticas extremas suelen desnudar las desiguales sociales. Un estudio multinstitucional reveló entre otras cosas que las personas de color y las poblaciones desfavorecidas corren un mayor riesgo de sufrir los impactos de las inundaciones.
Los autores del estudio sostienen que un patrón similar surge con la ruptura del dique en las afueras de Pájaro, “una comunidad mayormente de trabajadores agrícolas latinos, donde las reparaciones de la infraestructura obsoleta eran una prioridad baja para el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos”, dice The San Francisco Chronicle.
Otras fuentes señalan por ejemplo que en las pequeñas comunidades bajas de Allensworth y Alpaugh, a unas 70 millas al sur de Fresno, “los agentes del alguacil fueron de puerta en puerta para evacuar a los residentes antes de que el agua atravesara las orillas de los arroyos y sumergiera las calles”.
Y en las laderas, a muchos habitantes de la ciudad montañosa de Three Rivers “se les ordenó que se marcharan cuando los ríos crecieron y el barro y el agua obstruyeron las carreteras… además, grandes volúmenes de agua de los picos más altos de California salen de la cercana Sierra Nevada… los canales de los ríos y los extensos acotamientos y diques diseñados para acorralar las inundaciones se han desbordado”, dice por su parte The Sacramento Bee.
“Tenemos mucho que hacer”, anunció el alguacil del condado de Tulare, Mike Boudreaux, en una sesión informativa pública el domingo. “Nuestra prioridad ha sido la vida”.
Según estimaciones preliminares, alrededor de 600 estructuras han resultado dañadas en el condado, pero no se han reportado pérdidas de vidas humanas.
Y es que el cambio climático, inducido por los seres humanos, hace que las tormentas sean más potentes y las inundaciones más extremas, dicen los científicos del Servicio Meteorológico Nacional, que están trabajando arduamente para desarrollar nuevos enfoques, con el potencial de identificar los impactos de las inundaciones en tiempo real.
A medida que caen las gotas de lluvia corren por suelos anegados y se canalizan hacia ríos y arroyos, donde los niveles de agua pueden aumentar rápidamente. “Siendo realistas, esta (reconstrucción) debería haber ocurrido hace muchos, muchos años”, dijo Mark Strudley, director ejecutivo de la Agencia Regional de Manejo de Inundaciones de Pájaro. “No deberíamos estar en el punto en el que estamos ahora”, lamentó•