Marco Vinicio González
A siete días de las elecciones más importantes en mucho tiempo, con la democracia a la cabeza de la boleta electoral, la lucha por el Senado de la nación es muy importante; porque es ahí donde se aprueban o rechazan presupuestos federales, nombramientos para ocupar las distintas carteras del gobierno, decisiones de política exterior, etcétera.
También los proyectos legislativos que la Cámara de Representantes aprueba pero que sin embargo no llegan a convertirse en ley si el Senado los ignora o rechaza, como ha ocurrido, entre otros, con la reforma de Inmigración o el control de las armas.
En el estado en que se encuentra el poder político en Estados Unidos, dividido exactamente a la mitad, 50 y 50, este empate se ha traducido en trabas para la realización de la agenda del presidente Biden.
Hasta el momento, por lo menos cuatro estados son la clave para ganar el control del Senado: Arizona, Georgia, Pensilvania y Nevada. Están también Wisconsin y otros más, pero estos cuatro son clave.
En Arizona, el candidato demócrata aventaja a su oponente republicano con 6 puntos porcentuales. Mark Kelly: 51%, contra Blake Masters: 45% respectivamente.
En Georgia, el demócrata Raphael Warnock cuenta con la simpatía del 49% de los votantes, mientras su oponente, Herschel Walker tiene el 46%. O sea, tres puntos porcentuales, lo que se considera un empate técnico o estar dentro del margen de error.
En Pensilvania, el demócrata John Fetterman: 49% contra su opositor, Mehmet Oz: 44%.
Y en Nevada, el republicano Adam Laxalt: 47%, contra la demócrata Catherine Cortez Masto: 47%.
Como piensan algunos, el lado del país que niega las elecciones, el cambio climático, la pandemia, etcétera, tiene buenas posibilidades de controlar el Congreso, aunque esto lo dicen cada vez con menos insistencia y credulidad.
De ahí que el futuro de este experimento o ejercicio de las libertades y la democracia corra peligro en sus manos, sin un proyecto de nación, en ningún rubro de la vida económica y política del país, excepto negarlo todo.
Y como dicen otros, si no creen en las elecciones, por ejemplo, entonces, ¿cómo se gobernaría el país, cómo se formarían los cuadros políticos o de gobierno? Al parecer, la respuesta es a través de métodos violentos, o de guerras fraticidas en las que el que gane gobierna, si es que quedan vivos.
Es necesario una forma civilizada y ordenada de elegir a los gobernantes de una nación, que después de todo ha funcionado, con imperfecciones si se quiere, en base a procesos democráticos conocidos como las elecciones•