Maribel Hastings
America’s Voice, Washington, DC
Pasada la aburrida, pero aparentemente popular ―en términos de audiencia―, intervención del precandidato republicano, Donald Trump, en el programa Saturday Night Live de la cadena NBC, la atención pasa al próximo debate republicano este martes, el penúltimo del 2015, en Milwaukee, Wisconsin, auspiciado por Fox Business. Mientras tanto, siguen definiéndose con más claridad quiénes son los objetivos centrales de los ataques internos en la lucha por la nominación presidencial republicana.
Trump acaparó la atención, pero es el senador republicano de La Florida, Marco Rubio, quien ha sido atacado por todos los flancos de parte de republicanos y demócratas.
Y no sólo por sus prácticas financieras, como el uso de tarjetas de crédito del Partido Republicano de La Florida para gastos personales que él asegura pagó con su dinero.
Su camaleónica postura migratoria es motivo de ataques desde la puntera demócrata, Hillary Clinton, hasta sus copartidarios, como el propio Trump, y por la base ultraconservadora poco convencida de la mano dura migratoria que el joven senador ahora esboza. Hasta su mentor político, el ex gobernador de La Florida y también precandidato republicano, Jeb Bush, atacó a Rubio en el pasado debate por su récord de inasistencia al Senado, un trabajo que Rubio no parece tener en mucha estima.
La razón es obvia. El último y maltrecho debate republicano auspiciado por CNBC aparentemente favoreció a Rubio en las encuestas, entre los donantes, y se han sumado a su campaña veteranas figuras de previas campañas presidenciales.
Pero para Rubio el tema migratorio es uno de sus talones de Aquiles.
El senador integró el llamado Grupo de los Ocho que negoció un plan bipartidista de reforma migratoria amplia con una larga y sinuosa vía a la ciudadanía. El plan se aprobó en el Senado en el 2013 y luego murió lentamente en la Cámara Baja, de mayoría republicana, porque un liderazgo intimidado por el bando antinmigrante ni debatió ni enmendó ese proyecto, el S. 744, ni presentó su propia versión.
Rubio enfrentó críticas por su apoyo al S. 744 y dio un viraje en favor de lo que llama una reforma migratoria por etapas donde una eventual legalización de indocumentados vendría sólo después de que se «controle» la frontera y de que se implemente un sistema de inmigración documentada, con base en méritos y no necesariamente en lazos familiares. Ya su familia llegó hace años procedente de Cuba precisamente por vínculos familiares, así que la reunificación familiar de los demás no importa. Tampoco queda claro quién y cómo se determinará que la frontera está «controlada», aunque los cruces no autorizados estén a sus niveles más bajos.
Y esta pasada semana Rubio, quien ha ofrecido respuestas migratorias de acuerdo a la audiencia ante la cual se presente, dio otro viraje a la derecha en el tema de la Acción Diferida para Quienes Llegaron en la Infancia (DACA) que ha amparado de la deportación y concedido permisos de trabajo a más de un millón de jóvenes indocumentados, afirmando que el programa, girado mediante orden ejecutiva por el presidente Barack Obama en junio de 2012, debe terminar aunque no se haya implementado una reforma migratoria por la vía legislativa. Lo cual contradice lo que Rubio había dicho previamente de que DACA tenía que terminar, pero que debía hacerse cuando se implementara una reforma migratoria.
En la lucha por ser el más rudo en inmigración, a Rubio no le importa dejar expuestos a la deportación a los jóvenes indocumentados que con su permiso de trabajo aportan a nuestra economía y ayudan sus familias.
Rubio quiere competir con Trump y su plan de deportar a 11 millones de indocumentados y traer de forma expedita «a los buenos»; quiere distanciarse de su mentor Bush, quien aboga por una vía a la legalización, pero también ha flaqueado ante la embestida Trumpista; y quiere convencer a la base antinmigrante que lo acusa de apoyar amnistías.
Y en el proceso quiere apelar a los votantes hispanos y a los líderes latinos republicanos, muchos alineados con Bush, que han dejado en claro en los pasados días que no tolerarán posturas en contra de la comunidad latina.
El último debate republicano de este año, el 15 de diciembre, será en Nevada, un estado clave en la elección general donde casi 30% de la población es latina y donde el demócrata Barack Obama arrasó con el voto latino en 2008 y 2012.
A ver qué color asume el camaleón migratorio Rubio a su paso por Nevada■