Maribel Hastings America’s Voice Education Fund-, Washington, DC |
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Al ex presidente George W. Bush se le pueden cuestionar varias decisiones, sobre todo de política exterior, pero no se le puede cuestionar sí trató de impulsar una reforma migratoria amplia aunque al final su propio partido, el republicano y un puñado de demócratas echaron por tierra las posibilidades de concretarla.
Bush se había mantenido al margen del actual debate migratorio, pero esta semana reapareció para promover el tema; primero, en una entrevista del programa dominical, This Week, de la cadena ABC, y el miércoles encabezará una ceremonia de naturalización en su centro presidencial en Dallas, Texas. En los momentos en que el miércoles 10 de julio Bush presida la ceremonia de naturalización y hable de los aportes que hacen los inmigrantes, sus colegas republicanos de la Cámara de Representantes, por su parte, llevarán a cabo una reunión privada especial con miras a buscar una salida del laberinto que enfrenta la reforma migratoria en ese organismo. Los dos eventos del miércoles también ofrecen un estudio de contrastes entre los bandos republicanos. Bush entendía -y entiende- la importancia del voto latino que sin duda lo catapultó, sobre todo a su reelección presidencial en 2004, cuando se alzó con el 40 por ciento del sufragio hispano. Su entonces asesor, Karl Rove sigue siendo uno de los estrategas republicanos que más insiste en la urgencia de que el Partido Republicano enmiende, a través de la reforma migratoria su maltrecha relación con la comunidad latina y los votantes hispanos. El domingo Bush afirmó que “la razón para aprobar la reforma migratoria no es para apuntalar al Partido Republicano, sino para enmendar un sistema que está roto”. Pero al mismo tiempo declaró que “en lo que a mí concierne, las buenas políticas públicas generan buenos réditos políticos”. No obstante, las voces que creen lo contrario dominan el discurso, hasta ahora, en la Cámara Baja. Son los que piensan que una victoria política compartida con los demócratas en el rubro migratorio no beneficiará políticamente al Partido Republicano entre los votantes latinos. Son los que a pesar de la clara lección matemática de la elección presidencial del 2012 todavía creen y promueven la idea de que sin el voto latino los republicanos pueden recuperar la Casa Blanca, ignorando la nueva realidad política y demográfica del país. Son los que creen que únicamente aumentando la cifra de votantes anglosajones e ignorando el voto latino pueden volver a ganar elecciones presidenciales cuando en realidad requieren de ambos segmentos electorales, y también de otros. Mensualmente 50 mil jóvenes latinos cumplen 18 años de edad. Son 50 mil potenciales votantes por mes; 600 mil potenciales votantes por año. Hay casi 24 millones de latinos elegibles para votar y sólo la mitad vota. Se trata de una fuente electoral disponible para los partidos que peleen por ese voto y atiendan los asuntos que les preocupan, como es el caso de la inmigración para los hispanos. En cada elección presidencial el segmento anglosajón de electores ha ido a la baja y el de votantes no blancos al alza. No hay que ser matemático ni científico para sumar y restar y percatarse de que en un país donde las minorías se encaminan a ser la mayoría, los partidos políticos tienen que adaptarse y apelar a esos votantes abordando sus intereses. Bush y Rove lo entendieron -y lo entienden-, y su mensaje de conservadurismo compasivo y la reforma migratoria supuso ganancias con el voto latino; avances que desde las elecciones de 2008 y de 2012 se echaron por la borda. Y de hecho, el senador republicano de Arizona, John McCain, nominado presidencial republicano en 2008, tuvo un pobre desempeño en las urnas con los votantes latinos porque le dio la espalda a la reforma migratoria por la que había abogado y optó por la fallida estrategia de sólo apelar al voto anglosajón y conservador para tratar de ganar la Casa Blanca. Casi cinco años después, McCain promueve el mensaje de que la reforma migratoria es la vía para atraer el voto latino. Este miércoles cuando el caucus republicano de la Cámara Baja se reúna para discutir cómo abordar la reforma migratoria y ver cuáles son los potenciales escenarios legislativos, habrá un puñado de republicanos que ya han reconocido públicamente la nueva realidad política y demográfica y entienden la importancia de la reforma migratoria para ser más competitivos electoralmente ante los demócratas. Habrá otros que la entienden pero temen que apoyar la reforma migratoria amplia sea contraproducente a sus intereses políticos. Otros más expondrán su definitivo rechazo a esa reforma. De otra parte, estarán los líderes republicanos encabezados por el presidente de la Cámara Baja, John Boehner, que están en una encrucijada y la ruta por la que opten sellará la suerte de millones de inmigrantes y del futuro electoral del Partido Republicano. Boehner puede optar por tratar de impulsar un plan bipartidista como el del Senado, que contenga una vía a la ciudadanía; o puede permitir que la reforma se convierta, nuevamente, en rehén de los antinmigrantes que sólo buscan matarla. Se trata, sin duda, de una semana crucial para el futuro de la reforma y del Partido Republicano. Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice |
Reforma Migratoria: Semana crucial
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