America’s Voice, Washington, DC
Pasado el zafarrancho presupuestario y del tope de la deuda –al menos hasta pasadas las fiestas navideñas–, el presidente Barack Obama enumeró tres áreas de su agenda doméstica donde espera cooperación del disfuncional Congreso, especialmente de la Cámara de Representantes, siendo una de ellas la reforma de las leyes de inmigración de Estados Unidos.
La pregunta obligada es qué probabilidades reales de avance tiene dicha reforma en la Cámara Baja este año, o qué tendría que pasar para que ese organismo actúe y en algún momento negocie con el Senado, que el 27 de junio aprobó un plan que incluye una complicada pero posible vía a la ciudadanía para 11 millones de indocumentados, además de un exagerado reforzamiento de la frontera con personal, tecnología de punta y barreras físicas.
Si de escenarios se trata, el más simple es también el más nefasto. La mayoría republicana puede dejar que el reloj avance y no aprobar nada. De este modo no hay proyecto para negociar con el Senado y el tema vuelve a emplearse como talking point electorero por los dos partidos en las elecciones de medio tiempo de 2014. Los demócratas acusarán a los republicanos de obstruccionistas, y los republicanos a los demócratas de intransigentes. Y no sería nada nuevo porque en las más de dos décadas que llevo en la capital federal cubriendo los dimes y diretes legislativos, el tema de la inmigración se ha explotado constantemente.
A pesar del culebrón presupuestario que tantas ronchas ha levantado en Washington, todavía hay algunos republicanos que buscan impulsar el tema de la reforma migratoria en la corta agenda de este año. Quizá no sean muchos, pero lo importante es que están en puestos de liderazgo.
Se sabe, por ejemplo, que el líder de la mayoría republicana cameral, Eric Cantor, de Virginia, continúa sus esfuerzos de presentar un proyecto de ley, el KIDS Act, que concedería una vía a la ciudadanía para los jóvenes indocumentados dreamers, pero no para el resto de la población indocumentada. También se sabe que el congresista republicano de Wisconsin, Paul Ryan, ex aspirante vicepresidencial en la mancuerna Romney-Ryan en 2012, sigue platicando con demócratas en busca de consenso legislativo.
La pregunta es qué pasará si Cantor presenta el proyecto de legalización limitada a los dreamers. ¿Lo rechazarán los demócratas que presentaron su propio plan de reforma con vía a la ciudadanía para los 11 millones de indocumentados? O ¿lo verán como una potencial vía para llegar a la mesa de negociaciones con el Senado y en esa conciliación tratar de negociar la inclusión de un más amplio universo de indocumentados?
La Cámara baja, presidida por John Boehner se niega a debatir el proyecto del Senado y en su lugar sólo se han avanzado a nivel de comité varias medidas, en su mayor parte de corte policial y punitivo, pero ninguna ofrece una vía de legalización para los indocumentados. Con todo, la idea es que lo que apruebe la Cámara baja dé paso a una negociación con el Senado.
Tras la batalla presupuestaria, el caucus republicano está más dividido que nunca y los extremistas están obstinados en frenar la agenda de Obama a toda costa. ¿Qué hará Boehner? Se dice que ganó favores entre los extremistas por haberse enfrentado a la Casa Blanca. Pero, ¿enfrentará Boehner y a los extremistas por la inmigración, para trabajar con los demócratas de forma bipartidista?
Si el sentido común prevalece, Boehner puede, junto a figuras sensatas del liderazgo republicano permitir que llegue al pleno alguna medida con posibilidades de ser aprobada para dar paso a una negociación bicameral que, de resultar exitosa, permitiría a los dos partidos compartir el crédito por la esquiva reforma migratoria. Esto permitiría a los republicanos competir por una tajada del voto latino que necesitan para recuperar la Casa Blanca, argumento que no convence a muchos congresistas pero que lo entienden infinidad de figuras republicanas a nivel nacional.
O bien, Boehner puede seguir la vía de los extremistas y otras figuras del Tea Party y frenar cualquier tipo de acción migratoria que conlleve legalización y posterior ciudadanía. Me refiero a personajes como el congresista republicano de Idaho, Raúl Labrador, quien además de declarar muerta la reforma, acusó a Obama de querer destruir al Partido Republicano. O ahora Marco Rubio, el senador de Florida que integró el Grupo de Ocho que produjo el proyecto migratorio del Senado y otro favorito del Tea Party, alega que la forma en que Obama se condujo durante la crisis del cierre gubernamental ha minado las posibilidades de negociación con la Cámara baja sobre la reforma.
Boehner puede liderar y ser parte de una solución beneficiosa para los inmigrantes, el país y su partido; o, como Rubio y Labrador, puede continuar en negación y seguir buscando excusas y culpables por un daño auto infligido. La negación republicana ante el tema de la inmigración y otros asuntos de interés para el país puede, irónicamente, perjudicarlos en las elecciones de medio término cuando los demócratas apuestan a recuperar la mayoría.
Vuelve a abrirse el telón.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice