Maribel Hastings y David Torres
El gobernador republicano de Texas, Greg Abbott asegura que la anticipada alza en el flujo de migrantes en la frontera cuando se elimine el llamado Título 42 es una “invasión” y, por ende, prevé la posibilidad de que se justifique la intervención militar del estado sin violar las leyes federales. Pero, según el diccionario, invadir se define como “entrar por la fuerza en un lugar para ocuparlo” o “introducirse sin derecho o justificación en asuntos o funciones ajenas”.
Con esa simpleza que caracteriza las afirmaciones antinmigrantes de Abbott se puede inferir fácilmente que el señor gobernador no tiene la más minima idea de geopolítica, y sobre todo que no sabe diferenciar categorías de análisis para abordar una problemática regional concreta, como en este caso la frontera México-Estados Unidos; pero sobre todo, el mandatario texano no alcanza a discernir que, al invocar irresponsablemente “poderes de guerra”, debe justificar ante la ley que el “invasor” tiene una estrategia militar —léase, con armas—, lo cual, por supuesto, es una falsedad, pues lo único que quieren los inmigrantes es solicitar asilo usando como única arma su propia esperanza.
El caso es que, si esto ocurrirá o no, está por verse, pues una acción de ese tipo tiene todas las características de culminar en una batalla en los tribunales. Pero más allá de eso, las intenciones de Abbott y de otros republicanos es explotar la percepción de que la creciente presencia de migrantes en la franja fronteriza —muchos de ellos a la espera de la eliminación del Título 42 para solicitar asilo en Estados Unidos— constituye una “invasión”, ello con el fin de influir en la opinión pública y atizar a su base más antinmigrante.
Y por supuesto que esto no es nuevo. A lo largo de los años se ha reportado sobre la existencia de grupos paramilitares que se han dado a la tarea de “vigilar” la frontera sur, ataviados con chalecos militares protectores, portando armas de grueso calibre, manejando vehículos todoterreno y, sobre todo, con esa mirada adusta estilo hollywoodense para intimidar a quien se acerque. Grupos como los Minutemen hace algunos años saltaron a la palestra noticiosa por sus acciones no reguladas oficialmente en la frontera sur.
Es decir, lo que parece no importar a Abbott es la influencia que sus palabras puedan tener en aquellos antinmigrantes que no duden en, literalmente, tomar las armas para “defender” la frontera. Ya lo presenciamos en 2019 cuando un desequilibrado, impulsado por la retórica de odio que Abbott y otros antinmigrantes esbozan, disparó en un Walmart de El Paso, Texas, matando a 22 personas e hiriendo a decenas más. Las víctimas eran mayormente mexicanas. El atacante, un hombre blanco, fue acusado, entre otras cosas, de cometer delitos de odio.
Es decir, es un hecho que la retórica incendiaria genera violencia, pero eso poco importa a figuras republicanas como Abbott. Solamente tienen la mira puesta en explotar el tema migratorio; no en buscar soluciones a lo que no funciona en dicho sistema migratorio.
Pero si quieren hablar de verdaderas invasiones, mencionemos una muy reciente: la sangrienta toma del Capitolio federal el 6 de enero de 2021 por hordas de fanáticos de Donald Trump, que tuvo la intención de evitar que se certificara el triunfo de Joe Biden como presidente de Estados Unidos. Esa sí constituyó una invasión violenta que resultó en muertos y heridos. Y fue provocada por la retórica incendiaria del propio Trump y sus lugartenientes que, al sol de hoy, siguen minimizando lo que el mundo entero presenció: una turba racista enardecida que buscaba dar un golpe de estado, convencida de que a Trump le habían “robado” la elección, algo que el expresidente sigue afirmando.
¿Más invasiones?: Granada, Panamá, Vietnam, Irak, Afganistán, Centroamérica, Haití y un larguísimo etcétera. ¿Suena familiar?
Por ello, es inaudito que los mismos republicanos que hablan de “invasión” de indocumentados son los que han obstruido todos los intentos de regularizar a millones de seres humanos que ya están entre nosotros, porque de esa forma siguen explotando su mano de obra en áreas esenciales de nuestra economía sin brindarles protecciones laborales. El capitalismo en su máxima expresión, oferta y demanda que no los incomoda hasta que llega la temporada electoral. Entonces son más papistas que el Papa, como “defensores” de la ley y el orden.
Hablando de ley y orden, los republicanos también se quejan del narcotráfico en la frontera y al interior del país, y culpan solamente a México. Pero todos sabemos que ese narcotráfico que en México ha cobrado cientos de miles de vidas es impulsado por el consumo de drogas en Estados Unidos.
Ante esa realidad que les revienta en la cara todo el tiempo, sólo esgrimen excusas revictimizando a la sociedad que consume estupefacientes, pues de ningún modo se les ocurriría terminar con un negocio internacional multimillonario, cuyas ganancias también extienden sus tentáculos a territorio estadunidense; pues como dice el dicho, “hacen falta dos para bailar tango”.
En resumen, la palabra “invasión” es utilizada por los antinmigrantes con mucha facilidad. Los inmigrantes no abandonan sus países por amor al arte. Hacen la travesía al Norte buscando una mejor vida. Su arma es su trabajo que es explotado con sueldos de hambre y sin beneficios ni protecciones laborales. Y la reforma migratoria que regularizaría a los que ya viven entre nosotros y que establecería mecanismos para que quienes quieran venir a trabajar lo hagan sin necesidad de cruzar sin documentos es irónicamente bloqueada por los mismos republicanos que acusan a los migrantes de “invadirnos”.
Son esos republicanos los que realmente han “invadido” a su partido convirtiéndolo en una colectividad dominada por xenófobos y racistas enfrascados en una guerra contra la diversidad, que ha sido la carta de presentación de este experimento que llamamos Estados Unidos¶