Cada semana, en el patio de una casa de Los Ángeles se reúne un grupo de mujeres inmigrantes de más de 50 años de edad para ejercitar el pincel. Todas ellas han pasado la mayor parte de su vida trabajando como asalariadas y atendiendo a sus familias, sin darse cuenta nunca de sus cualidades artísticas. La experiencia del taller de pintura, que es dirigido por una artista de Oaxaca, un estado del sur de México, las ha transformado; a varias las ha sacado de la depresión y a todas le ha dado un nuevo sentido a sus vidas. Nuestro corresponsal en Los Ángeles, Rubén Tapia nos entrega detalles de esta motivadora experiencia. Este reportaje es parte de la serie Raíces: Historias sobre los artistas del pueblo.
La pintora y escultora oaxaqueña, Maricruz Shibaja da una charla sobre la vida de la pintora Frida Kahlo.
Corte charla sobre Frida…
La escucha con atención un grupo de mujeres maduras que desde hace más de un año toman clases de pintura en el patio de una casa, en un barrio latino de clase trabajadora en Los Ángeles.
“Les estoy enseñando arte surrealista porque el realismo te limita, pero el surrealismo no; usas más la imaginación, eres más libre de crear lo que tú quieras”
Además, las alumnas construyen los marcos de madera y colocan el lienzo que después usarán para plasmar sus creaciones, incluido el caballete.
Sonido de trabajo…
Maricruz Shibaja es parte de una familia de destacados pintores oaxaqueños. Comenzó a impartir estas clases hace más de un año, mientras ella, a sus casi 45 años atravesaba por serios problemas económicos, sentimentales y de salud.
“La idea era para puras mujeres adultas, porque apenas nos ven con ciertas arrugas ya no nos quieren dar trabajo, nos deshabilitan… entonces digo yo, sí tienen mucha experiencia, están cargadas de vivencias, tienen mucho que dar”, asegura Shibaja.
Los cuadros que ha logrado hasta hoy la han sorprendido, dice María Refugio Jacinto, dueña de la casa donde toman las clases. María es originaria de Oaxaca, trabaja en la limpieza, tiene 55 años de edad, tres hijos y cinco nietos.
María Jacinto:
“¡Uy! Nunca en mi vida, ignoraba qué era el dibujo, ignoraba qué era la pintura”
María Jacinto también prepara montajes:
“De estas cáscaras de nuez, salió una tortuga”
Una de las alumnas más productivas, con 20 cuadros, es Ana Santamaría, originaria de El Salvador; es madre y abuela soltera, de 52 años de edad. Es consejera en violencia doméstica y asalto sexual.
Santamaría:
“Entonces, ¿se imagina todas las historias que están en mi mente, que yo necesitaba desahogar?”
Santamaría describe una de sus pinturas preferidas:
“Un cuadro con dos mujeres… una tiene el pelo todo revuelto y el otro muy ordenadito, y yo me identifico mucho con ellas… yo soy una mujer muy alegre, cuento chistes, bailarina, me encanta la salsa, el merengue.. y otras veces soy una mujer muy calmada”
También toma estas clases Alma Rosario Caudillo, asistente de maestra para niños con necesidades especiales, quien vendió su primer cuadro por 200 dólares.
Caudillo:
“Un florero con siete tulipanes y están unas manos que los están acariciando; pienso que las manos es una parte muy importante de nuestro cuerpo, y muchas veces no les damos la atención debida”
Por su parte, la hidalguense Marilú Hinojosa fue maestra normalista en México pero al llegar a Estados Unidos ha desempeñado diferentes trabajos. La pintura le ha dado otra dimensión a su vida.
Hinojosa:
“Para algunos soy Marilú, la house keeper, para otros soy Marilú, ‘mi consejera‘, lo que represento en la vida práctica. Pero después de la exposición, como que ha cambiado esa imagen, tiene su magia la pintura”
Marilú describe su última pintura:
“Fue la mitad de una sandía, que me encantó; personalmente me dieron mucha satisfacción los colores. Entonces quisiera tirarme por esa línea, del color fuerte de los colores cálidos”
Las clases de pintura tiene un efecto terapéutico, señala Magally Catalán, quien a principios de los años setenta estudiaba leyes en su país, Guatemala. Salió huyendo cuando supo que los militares la querían detener porque era amiga de un líder estudiantil.
Catalán:
“Me andaban siguiendo, entonces tuve que salir así, rapidito, porque si no me hubieran….”
Junto con el resto de su familia, Magally logró rehacer su vida en Estados Unidos. Su vida se estabilizó. Sin embargo, en los últimos años la despidieron de su trabajo en el distrito escolar, después fallecieron su padre y una hermana. Cayó en una terrible depresión.
Catalán:
“Pensaba: Ay que bonito mejor me muriera”
Una amiga de Magally la invitó al taller de Maricruz.
Catalán:
“La pintura a mi me relaja, me transporta y me hace olvidar, es como una medicina. Un día me dio por pintar la puerta negra, y dije así, entremedio, como que se está abriendo la puerta y es algo que viene, ¿verdad?, y le puse reflejo y le puse ‘Después de la oscuridad viene la claridad‘»
La determinación de estas cinco pintoras abuelitas, así como la única joven del grupo, Daisy Ocampo, de 25 años de edad, impactó también a su maestra Maricruz Shibaja.
“La fuerza y la fortaleza que ellas tienen, y la energía que proyectan me contagian”
Mujeres de Barro, Mujeres de Hierro, taller de pintura y terapia colectiva inauguró su tercera exposición formal en el centro de artes, The William Grant Still, en Los Ángeles, dentro del marco de la celebración de ‘Tequío ancestral tradición oaxaqueña’.
Sonido ambiente…
Las pintoras estaban encantadas.
“Hemos ido aprendiendo de cada exposición. Todo fue una sorpresa, no nos imaginamos cómo lo iban a poner…Se siente uno orgulloso y vamos para delante y no para atrás. A cuidar lo que tenemos para producir más”, dice una de ellas.
Lo mismo su maestra Maricruz Shibaja:
“Me siento muy contenta, muy orgullosa de que ellas por su propia cuenta están saliendo adelante. También el público”
Sánchez:
“Creo que están muy bonitas, I love it, it’s very colorful”
Así definió Cristina Sánchez, curadora de la exposición, el arte de estas pintoras maduras:
“Cómo usan el arte como terapia para darle luz a sus vidas”.
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