Parelelos peligros entre las dos mayores democracias del Continente Americano

Luiz Inácio Lula da Silva ganó las elecciones de Brasil por 2.1 millones de votos, o 18 puntos porcentuales. Foto: https://www.shutterstock.com.

Luiz Inácio Lula da Silva ganó las elecciones de Brasil por 2.1 millones de votos, o 18 puntos porcentuales. Foto: https://www.shutterstock.com.

Marco Vinicio González

Un sorprendente paralelismo puede señalarse entre dos presidentes -con sus respectivos seguidores- negacionistas del sistema electoral democrático y del cambio climático: Donald Trump y Jair Bolsonaro. Ambos mandatarios, de las dos mayores economías del Continente Americano se dedicaron a pregonar la falsa idea del fraude anticipado, que fracasó gracias entre otras cosas a la monumental votación anticipada, que batió récord histórico en Estados Unidos, y del día de las elecciones generales en ambas naciones.

Las elecciones podrían estar amañadas, pregonaron en sus respectivas oportunidades los agoreros del caos y la gran mentira. En ambos países y en momentos paralelos la violencia estuvo a punto de teñir las calles de sangre. Pero la cordura y el temor a arrojar por la borda la precaria democracia conquistada históricamente, ¡prevalecieron! Por lo menos hasta el momento.

Sin embargo, como en el cuento más corto del mundo (de Horacio Quiroga) “Y cuando despertó -el votante- el dinosaurio todavía estaba ahí”, el ‘cáncer’ no se ha extirpado y amenaza con regresar si no se extirpa del todo, como suele suceder con la mortal e impredecible enfermedad.

Según Jack Nicas, de The New York Times, cuando el recuento de los votos mostró que el titular del ejecutivo brasileño «había sido expulsado después de un sólo mandato… el gobierno respondió de manera conjunta, rápida y decisiva”. Es decir, el presidente del Senado, el Fiscal General, los jueces de la Corte Suprema y los jefes de la agencia electoral fueron juntos a la televisión y anunciaron al ganador”: Luiz Inácio Lula da Silva, conocido popularmente como Lula.

Y eso que el presidente de esa cámara legislativa es quizás el aliado más importante de Bolsonaro, aun así leyó una declaración en la que reiteraba que “los votantes habían hablado… Otros políticos de derecha rápidamente siguieron su ejemplo”, evitando un posible baño de sangre que comenzó a insinuarse con cierres carreteros que se resistieron a retirar aún después de nombrado el ganador.

Pero Bolsonaro guardó silencio dos días, y en la medida que se fue viendo aislado políticamente, luego de que hasta su propio hijo concediera el triunfo de Lula, a regañadientes el mandatario brasileño le pidió a sus huestes insubordinadas que volvieran a casa. Mas o menos como lo hizo Trump el 6 de enero de 2020, poco antes del estallido de la insurrección que asaltó el Capitolio en Washington, DC, con varios muertos.

Acto seguido, tras bajar la presión Bolsonaro accedió a transferir el poder, dice Nicas. Pero Trump aún no lo ha hecho, desde 2020, sino que por el contrario atiza la retórica de la gran mentira.

Con todo, hasta hace un par de días todavía fluía la información errónea, sostiene la fuente. Sin embargo, la derecha de Brasil se ha manifestado inconforme y acusado a los funcionarios electorales de haber manipulado las elecciones, “al censurar las voces conservadoras”. En Estados Unidos dichos funcionarios recibieron incluso, al menos algunos de ellos, amenazas de muerte y hasta abandonaron el puesto en desbandada.

El domingo por la noche, al anunciar los resultados de la elección en Brasil, el juez Alexandre Moraes, quien preside también las elecciones en ese país, declaró a la televisión: “Espero que a partir de esta elección, los ataques al sistema electoral finalmente cesen. Los discursos delirantes y las noticias fraudulentas”.

¿Cuándo podría pasar esto en Estados Unidos?

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