por Aneri Pattani
Rafiah Maxie ha sido trabajadora social clínica en el área de Chicago durante una década. En todo ese tiempo, vio al suicidio como un problema más frecuente entre los hombres caucásicos de mediana edad.
Hasta el 27 de mayo de 2020
Ese día, su hijo de 19 años, Jamal Clay, a quien le encantaba tocar la trompeta y hacer teatro, el que la ayudaba a descargar las compras del auto y a recaudar fondos para March of Dimes, se suicidó en su garage.
“Ahora no puedo parpadear sin ver a mi hijo colgado”, dijo Maxie, quien es negra.
La muerte de Clay, junto con los suicidios de más de 100 residentes negros en Illinois el año pasado, ha llevado a los mismos vecinos a pedir nuevos esfuerzos de prevención enfocados en las comunidades negras.
En 2020, durante el primer año de la pandemia los suicidios entre los residentes caucásicos disminuyeron en comparación con años anteriores, mientras que aumentaron entre los residentes negros, según datos estatales.
Pero este no es un problema local. Y tampoco se limita a la pandemia
Entrevistas con una docena de investigadores del suicidio, datos recopilados de todos los estados, y una revisión de décadas de investigación revelaron que el suicidio es una crisis creciente para las comunidades de color, que ya estaba impactando antes de la pandemia, y que se ha agravado desde entonces.
Las tasas generales de suicidio en Estados Unidos disminuyeron en 2019 y 2020. Estudios nacionales y locales atribuyen la tendencia a una caída entre los estadunidenses blancos no hispanos, que constituyen la mayoría de las muertes por suicidio. Mientras tanto, las tasas de afroamericanos, hispanos y asiáticoamericanos, aunque más bajas que las de sus pares caucásicos, continuaron aumentando en muchos estados. (Las tasas de suicidio han sido consistentemente altas para los nativoamericanos).
“Covid creó más transparencia con respecto a lo que ya sabíamos que estaba sucediendo”, dijo Sonyia Richardson, trabajadora social clínica que atiende a personas de color, y profesora asistente en la Universidad de Carolina del Norte-Charlotte, donde investiga el tema del suicidio.
Cuando pones las tasas de suicidio de todas las comunidades en un solo paquete, “esa imagen dice que está mejorando y que lo que estamos haciendo está funcionando”, afirmó. “Pero ese no es el caso en las comunidades de color”.
Perdiendo generaciones
Aunque la tasa de suicidios es más alta entre los hombres blancos no hispanos de mediana edad, los jóvenes de color están surgiendo como un grupo particularmente en riesgo.
Las investigaciones muestran que los niños negros menores de 13 años mueren por suicidio en una tasa que es casi el doble que la de los niños blancos y, con el tiempo, sus tasas de suicidio han aumentado a pesar de que han bajado para los niños blancos.
Entre los adolescentes y los adultos jóvenes, las muertes por suicidio han aumentado más del 45 por ciento entre los afroamericanos y aproximadamente el 40% para los asiáticoamericanos en los siete años que terminaron en 2019.
Otras tendencias preocupantes en los intentos de suicidio se remontan a los años 90.
“Estamos perdiendo generaciones”, dijo Sean Joe, experto en suicidios entre afroamericanos y profesor de la Universidad de Washington en St. Louis. “Tenemos que prestar atención ahora porque si estás saliendo de tu primera década de vida y piensas que no vale la pena seguir viviendo, eso es una señal de que algo está realmente mal”.
Estas estadísticas también refutan las ideas tradicionales de que el suicidio no ocurre en ciertas poblaciones étnicas o minoritarias porque están “protegidas” y “son resilientes” o son la “minoría modelo”, dijo Kiara Alvarez, investigadora y psicóloga del Hospital General de Massachusetts que se enfoca en el suicidio entre las poblaciones hispanas e inmigrantes. Aunque estos grupos pueden haber tenido históricamente bajas tasas de suicidio, eso está cambiando, dijo Alvarez.
Paul Chin perdió a su hermano de 17 años, Chris, por suicidio, en 2009. Un poema que Chris escribió sobre sus orígenes en la escuela secundaria hizo que Chin se preguntara si a su hermano, ocho años menor que él, le costó ser aceptado en Estados Unidos, a pesar de haber nacido y crecido en Nueva York.
Al crecer, los estadunidenses de origen asiático no estaban representados en las lecciones de la escuela o en la cultura pop, dijo Chin, que ahora tiene 37 años. Incluso en la investigación clínica sobre el suicidio y otros temas de salud, los niños como Chris están subrepresentados, con menos del 1% de financiación de la investigación centrada en los estadunidenses de origen asiático.
No fue hasta la pandemia y el aumento de los crímenes de odio contra los asiáticoestadunidenses, que Chin vio la atención nacional sobre la salud mental de la comunidad. Espera que el interés no sea efímero. El suicidio es la principal causa de muerte entre los estadunidenses de origen asiático de entre 15 y 24 años, pero “eso no recibe suficiente atención”, dijo Chin. “Es importante seguir compartiendo estas historias”.
Kathy Williams, quien es negra, ha estado en una misión similar desde que su hijo de 15 años, Torian Graves, murió por suicidio en 1996. En aquellos días, la gente no hablaba de suicidio en la comunidad negra, dijo. Entonces, ella comenzó a plantear el tema en su iglesia en Durham, Carolina del Norte, y en las escuelas locales. Quería que las familias negras conocieran las señales de advertencia, y que la sociedad en general reconociera la gravedad del problema.
La pandemia puede haber puesto de relieve esto, dijo Williams, pero “siempre ha sucedido. Siempre”.
Pandemia arroja luz sobre los desencadenantes
Identificar las causas fundamentales del aumento de suicidios en las comunidades de color ha resultado difícil. ¿Cuánto proviene de una enfermedad mental? ¿Cuánto de los cambios socioeconómicos como la pérdida de empleo o el aislamiento social? Ahora, covid puede ofrecer algunas pistas.
Las últimas décadas han estado marcadas por una creciente inestabilidad económica, una brecha racial en la distribución de la riqueza cada vez mayor y una mayor atención pública sobre los asesinatos de personas de color desarmadas por parte de la policía, dijo Michael Lindsey, director ejecutivo del Instituto McSilver de Política e Investigación sobre la Pobreza de la Universidad de Nueva York.
Con las redes sociales, los jóvenes enfrentan el racismo en más frentes que sus padres, dijo Leslie Adams, profesora asistente en el departamento de salud mental de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins.
Cada uno de estos factores impacta en el riesgo de suicidio. Por ejemplo, experimentar el racismo y el sexismo juntos está relacionado con un aumento de tres veces en los pensamientos suicidas de las mujeres asiáticoamericanas, dijo Brian Keum, profesor asistente de la Universidad de California en Los Ángeles, UCLA, basándose en los hallazgos preliminares de la investigación.
Covid intensificó estas dificultades entre las comunidades de color, con un número desproporcionado de seres queridos perdidos, trabajos perdidos y viviendas perdidas.
El asesinato de George Floyd provocó un malestar racial generalizado y los estadunidenses de origen asiático vieron un aumento en los crímenes de odio. Al mismo tiempo, estudios en Connecticut y Maryland encontraron que las tasas de suicidio aumentaron en estas poblaciones y disminuyeron entre sus contrapartes blancas.
“No se trata sólo de un problema interno de una persona, sino de problemas sociales que deben abordarse”, dijo Shari Jager-Hyman, profesora asistente de psiquiatría en la escuela de medicina de la Universidad de Pennsylvania.
Lecciones desde Texas
En Texas, el covid golpeó especialmente a los hispanos. A julio de 2021, representaban el 45% de todas las muertes por covid y la pérdida desproporcionada de empleos. Las personas indocumentadas no son elegibles para recibir beneficios de desempleo o cheques de estímulo federal.
Durante este tiempo, las muertes por suicidio entre los hispanos texanos aumentaron de 847 en 2019 a 962 en 2020, según datos preliminares estatales. Las muertes por suicidio aumentaron para los texanos negros y los residentes clasificados como “otras” razas o etnias, pero disminuyeron para los texanos blancos.
Los números no sorprendieron a Marc Mendiola. El joven de 20 años creció en una comunidad de mayoría hispana en el área sur de San Antonio. Incluso antes de la pandemia, a menudo escuchaba a sus compañeros decir que tenían pensamientos suicidas.
Muchos enfrentaban problemas económicos en sus casas, a veces viviendo sin electricidad, comida o agua. Aquellos que buscaban tratamiento de salud mental generalmente se topaban con servicios costosísimos o inaccesibles porque no se ofrecían en español.
“Estas son condiciones en las que la comunidad siempre ha estado”, dijo Mendiola. “Pero con la pandemia, es aún peor”.
Hace cuatro años, Mendiola y sus compañeros de clase en South San High School comenzaron a abogar por servicios de salud mental. A fines de 2019, sólo unos meses antes de que llegara covid, su visión se hizo realidad. Seis agencias comunitarias se asociaron para ofrecer servicios gratuitos a los estudiantes y sus familias en tres distritos escolares.
Richard Davidson, director de operaciones de Family Service, uno de los grupos de esta alianza, dijo que la cantidad de estudiantes que discuten los factores económicos estresantes ha aumentado desde abril de 2020. Más del 90% de los estudiantes que recibieron servicios en la primera mitad de 2021 eran hispanos, y casi el 10% informó pensamientos suicidas o de autolesión, según muestran los datos del programa.
Ninguno murió por suicidio
Muchos estudiantes están tan preocupados por la cena del día siguiente porque no pueden ver un futuro más allá de eso, dijo Davidson. Es entonces cuando el suicidio puede parecer una opción viable. “Una de las cosas que hacemos es ayudarlos a ver que, a pesar de esta situación ahora, pueden crear una visión para su futuro”, dijo Davidson.
Un buen futuro
Investigadores dicen que la promesa de un buen futuro a menudo se pasa por alto en la prevención del suicidio, tal vez porque alcanzarlo es un gran desafío. Requiere crecimiento económico y social, y romper barreras sistémicas.
Tevis Simon trabaja para abordar todos esos frentes. Cuando era niña en West Baltimore, Simon, quien es negra, enfrentó la pobreza y el trauma. De adulta, intentó suicidarse tres veces. Pero ahora comparte su historia con jóvenes de toda la ciudad para inspirarlos a superar los desafíos.
También habla con políticos, agencias del orden y funcionarios sobre sus responsabilidades. “No podemos no hablar de raza”, dijo Simon, de 43 años. “No podemos no hablar de opresión sistemática. No podemos dejar de hablar de estas condiciones que afectan nuestro bienestar mental y nuestro sentimiento y deseo de vivir”.
Para Jamal Clay en Illinois, las barreras sistémicas comenzaron temprano. Antes de su suicidio el año pasado, había tratado de hacerse daño a sí mismo cuando tenía 12 años y fue víctima de acoso. En ese momento, fue hospitalizado durante unos días y se le dijo que siguiera con la terapia ambulatoria, contó su madre, Maxie.
Pero fue difícil encontrar terapeutas que aceptaran Medicaid, agregó. Cuando Maxie finalmente encontró uno, hubo una espera de 60 días. Otros terapeutas cancelaron las citas, dijo. “Así que trabajamos por nuestra cuenta”, dijo Maxie, confiando en la iglesia y la comunidad. Su hijo pareció mejorar. “Pensamos que habíamos cerrado ese capítulo de nuestras vidas”.
Pero cuando llegó la pandemia, todo empeoró. Clay volvió a casa de la universidad y trabajó en un depósito de Amazon. En los viajes hacia y desde el trabajo, la policía lo detenía con frecuencia. Dejó de usar gorras para que los oficiales lo consideraran menos intimidante, dijo Maxie.
“Se sentía incómodo estando en la calle”, dijo. Maxie todavía está tratando de encontrarle sentido a lo que sucedió el día en que murió Clay. Pero ha encontrado un propósito fundando una organización sin fines de lucro llamada Soul Survivors of Chicago.
A través de la entidad, proporciona educación, becas y zapatos, incluidos los viejos de Jamal, a las personas afectadas por la violencia, el suicidio y el trauma. “Mi hijo no podrá tener una primera entrevista en [esos] zapatos. No podrá ir a la iglesia o incluso conocer a su esposa”, dijo Maxie. Pero espera que sus zapatos lleven a alguien más hacia un buen futuro.