De la redacción
La temporada navideña, representada por el arbolito de Navidad, en muchas personas evoca por lo general pensamientos armónicos y pacíficos, y en ocasiones hasta llenos de dulzura. Pero al mirar estos arbolitos, nadie -o casi nadie- se imagina sin embargo explotación o maltrato laboral, exposición forzada a sustancias químicas peligrosas para la salud, o robo de salarios entre otras cosas. No obstante, detrás de dichas imágenes o evocaciones que generan los árboles de navidad, vestidos o desnudos, como cuando están a la venta e impregnan el aire con fresco olor a pino, se esconden las más aviesas formas de esclavitud moderna en los campos de cultivo de vastas regiones en Estados Unidos. Cualquiera pensaría que esto se trataría de trabajadores inmigrantes ‘sin papeles’. Y efectivamente, esta es la historia de un grupo de trabajadores inmigrantes, mexicanos en Carolina del Norte, pero no son indocumentados. Vienen a trabajar a las duras labores del campo con una visa H-2A; y aun así sufren las vejaciones arriba descritas. Pero esta historia que a continuación usted leerá aquí, tiene un final feliz, que pude inspirar a otros trabajadores el viejo lema de “¡Sí se puede!”.
En el poblado de Grassy Creek, incrustado en las montañas de Carolina del Norte está el rancho Hart-T-Tree donde se cultivan y talan árboles de Navidad. Allí, los trabajadores “dicen que les han robado sus salarios, que han estado expuestos a productos químicos peligrosos y que viven con el temor constante de sufrir lesiones en el trabajo”, según reporta el semanario inglés, The Guardian.
Se trata de trabajadores mexicanos con la visa H-2A, que perciben bajos salarios y trabajan arduamente en esas montañas “talando árboles y sufriendo abusos, lesiones y represalias por hablar en público”. Pero cansado de tanta explotación, se enfrentaron a sus “intimidantes patrones que los empujan a trabajar duras y prolongadas jornada hasta de 12 horas” para cumplir con las demandas de temporada. Entonces “decidieron organizarse para luchar por sus derechos contra su empleador, como miembros del Comité Organizador del Trabajo Agrícola (Floc), y ganaron un acuerdo de robo de salarios” que les devolvió 350 mil dólares», dice la fuente.
«Queremos dejar en claro que nos preocupamos por nuestros trabajadores y que su seguridad siempre ha sido importante para nosotros», dijo en descargo de la compañía un portavoz de Hart-T-Tree, quien reconoció que “se cometieron errores pero están siendo atendidos”.
A la fecha habrá poco más de 10 mil trabajadores agrícolas que se han sindicalizado, y esto ha inspirado temor en los propietarios de vastos campos agrícolas en esa región. Estos hacendados han transmitido dichos temores y el enojo a sus representantes, republicanos que dominan la Asamblea estatal. Y no es para menos, porque al parecer, según The Guardian, los trabajos de sindicalización marchan ‘viento en popa’, por lo que los republicanos “intentan dificultar la sindicalización… poniendo en riesgo las ganancias de los trabajadores en esas montañas de Carolina del Norte”.
Pero los abusos laborales no quedan ahí. Los quejosos afirman que al mismo tiempo en que ellos plantan los árboles, labor que comienza en marzo bajo un calor intenso, el dueño de Hart-T-Tree “rocía sustancias químicas tóxicas como Dimethoate 400, un herbicida tóxico que se usa para matar ácaros”, arácnidos o parásitos de los árboles.
Las autoridades del ramo han establecido pautas químicas para el uso de los insecticidas que “estipulan que los agricultores deben esperar hasta 10 días después de aplicar el Dimethaote 400 antes de permitir que los trabajadores ingresen a los campos”.
Sin embargo, los trabajadores afirman que los propietarios de la granja Hart-T-Tree les hacer seguir plantando tras rociar el peligros herbicida, “a sólo 50 o 100 yardas de donde se dispersaban los productos químicos”.
Entonces, dicen que comenzaron a enfermarse inmediatamente. ‘Carlos’, quien prefirió llamarse así para evitar represalias del empleador, según la fuente, señaló que «El químico nos hizo tener dolores de cabeza, mareos, vómitos y diarrea. Es terrible”. Además, afirma que “rara vez se nos daban descanso para beber agua y nos obligaba a trabajar 12 horas al día bajo un calor sofocante”.
Otras quejas señalan que los obligaban a transportarse arriba de tractores cargados con árboles por serpenteantes caminos montañosos, y que con frecuencia se caían y fracturaban brazos o sufrían contusiones en las costillas. Pero temían denunciar las lesiones a su supervisor.
«Si alguien informa al supervisor lo sucedido, el supervisor no les prestará atención y luego dirá que no es conveniente tener a ese trabajador allí más», denunció ‘Jimenia’. Además, la compañía comenzó a deducir de su salario el costo de la renta, la electricidad y el gas, a pesar de que la Ley Federal del Trabajo estipula que “los empleadores deben proporcionar el costo del alojamiento y comida a los empleados en el programa de trabajadores invitados H-2A”.
Entonces los trabajadores contactaron a la Sociedad de Ayuda Legal para ver si podían recuperar las deducciones de su sueldo, y ésta “los puso en contacto con el Comité Organizador de Trabajadores Agrícolas (Floc), que a través de un acuerdo con la Asociación de Productores de Carolina del Norte (NCGA) y otros grupos representa a más de 10 mil trabajadores invitados H-2A en Carolina del Norte”.
Y descubrieron que algunos trabajadores ganaban tan poco como 9 dólares por hora, “mientras que el acuerdo de negociación colectiva entre Floc y NCGA establecía un salario mínimo de 11.27 dólares por hora para todos los trabajadores agrícolas».
Con la ayuda del sindicato, los trabajadores decidieron presentar una queja legal. A fines de septiembre, Hart-T-Tree llegó a un acuerdo y aceptó pagar una suma combinada de 330 mil dólares en salarios atrasados a 54 trabajadores.
Tras el éxito de la Floc, los legisladores republicanos en Carolina del Norte aprobaron una ley que establece que es ilegal que el sindicato deduzca automáticamente las cuotas sindicales de los cheques de los trabajadores, lo que obliga al sindicato a cobrar a sus afiliados las cuotas mensuales en persona.
«Un acuerdo de esta naturaleza alcanzado y pagado en cuestión de semanas es inaudito en la agricultura», concluyó Justin Flores, vicepresidente de Floc■