La guerra del futuro ya llegó desde hace algún tiempo, y no es por el petróleo, el uranio y ni siquiera por el litio, sino por el agua, cuya escasez estresa cada vez más a las poblaciones, sobre todo a aquellas que sustentan su vida cotidiana y laboral en el preciado líquido. La sequía y los incendios del suroeste son la muestra más palpable de lo que podemos esperar si no hacemos un un cambio radical e inmediato en nuestros hábitos, en tanto, el cambio climático sigue su camino inexorable hacia una catástrofe de catastróficas proporciones.
Como hemos dicho oportuna y repetidas veces en este espacio informativo, en Nuevo México por ejemplo, donde se registra el mayor incendio del país esta temporada con sequías y olas de calor intenso que han roto récord en los últimos tres años, la amenazan cada vez más peligrosamente se cierne sobre el suministros de agua.
“La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra ha alcanzado su nivel más alto en la historia humana registrada”. Dice una investigación de ProPública. Y otra vez en abril, el nivel de bióxido de carbono (CO2) era 27 por ciento más alto que hace 50 años, según los últimos datos, del primer año completo en que la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y la Institución Scripps de Oceanografía recopilaron esta información.
El metano, un compuesto de carbono e hidrógeno que resultas de procesos de fermentación de la materia orgánica es unas 85 veces peor que el bióxido de carbono (CO2), para crear los gases de efecto invernadero y ha aumentado más del 16% desde 1984; el excremento del ganado, por ejemplo, se halla entre las fuentes que generan más metano a la atmósfera.
Junto con esto, los humanos continúan quemando hidrocarburos a un ritmo vertiginoso, liberando gases de efecto invernadero que afectan las temperaturas, las precipitaciones pluviales o la intensidad de las tormentas y otros patrones climáticos. En todo el suroeste de Estados Unidos, esto ha amplificado sequías e incendios a niveles récord, como puede verse en Nuevo México, aunque también en la Costa Oeste de Estados Unidos.
De tal manera que la sequía en curso, la peor en 1200 años, como dijimos aquí en su oportunidad, es un llamado a ejercer un cambio radical en el uso del agua, entre otras medidas de corte ecologista. Pues en todo el suroeste del país, y ahorita con mayor incidencia en Nueva México, «hay temperaturas mucho más altas que hace unos años, una capa de nieve más pequeña, y un comienzo más temprano de la temporada de incendios”, señala ProPúbica.
Los incendios forestales, dice, ya han quemado más de 300 mil acres cerca de Santa Fe en el norte de Nuevo México este año. Y sin embargo, las llamas que consumen la ladera de una montaña en Calistoga, California, convirtieron a este estado este lunes, en el incendio más grande de la historia de California rebasando la barrera del millón de acres quemados; o sea, unas 400 mil hectáreas, “convirtiéndose en el primer fuego forestal que sobrepasa esa cantidad”.
Por eso, no es sólo Nuevo México el que se ve amenazado, sino todo el suroeste, la región de más rápido crecimiento en Estados Unidos, y unos 40 millones de personas que dependen del río Colorado.
Actualmente el fuego ha alcanzado regiones cercanas a Santa Fe, mientras que el área de Boulder, Colorado, todavía se está recuperando de un incendio que quemó un área desarrollada, en pleno invierno.
A medida que aumentan las temperaturas es más probable que eventos extremos relacionados con con el calor se vuelvan más frecuentes y más severos, «y eso es exactamente lo que estamos viendo en todo Occidente en este momento», dijo a la fuente Gregg Garfin, un climatólogo de la Universidad de Arizona y coautor del más reciente estudio sobre el tema en esa región, “donde existe un vínculo entre la gravedad de los incendios y el cambio climático».
El cambio climático afecta la hidrología, por lo que conduce a una temporada de cubierta de nieve más corta, menos área cubierta de nieve, suelos que se desecan y luego la temperatura también ejerce presión sobre los árboles que secan los combustibles”.
Con todo esto en mente, ¿qué le depara el futuro al suroeste?
Puede ser una sequía extrema del tipo que estamos experimentando ahora, y la forma en que ha impactado el medio ambiente, el suministro de agua en todos los ámbitos… y esa es la dirección en la que se dirige el suroeste a menos que hagamos algo al respecto.
El problema es la rigidez de todo lo quese ha construido, dice David Gutzler, profesor emérito que investiga climatología y meteorología en el Departamento de Ciencias Planetarias y de la Tierra de la Universidad de Nuevo México.
En última instancia, sostiene, «la energía del carbono será reemplazada por motivos puramente económicos, por energías renovables, y eso hace abrigar alguna esperanza. Pero el Suroeste inevitablemente se convertirá en un lugar más cálido y seco de lo que es ahora, con enormes presiones sobre las sociedades humanas y los ecosistemas salvajes».
Eso es lo que nos espera, así que «mejor nos adaptamos al cambio climático de la manera más inteligente posible»■