Los republicanos de la Cámara Baja permanecen inamovibles. Han ignorado las recomendaciones del Comité Nacional Republicano de atajar el tema de la reforma tras la debacle electoral del 2012 y su terrible desempeño entre los votantes latinos precisamente por promover posturas antinmigrantes y seguir postergando dicha reforma migratoria.
Subidos al caballito del Obamacare, los republicanos creen haber encontrado en la polémica su carta ganadora en las elecciones de medio tiempo del 2014 y las presidenciales del 2016. Empecinados en bloquear cualquier legislación que represente un logro para la administración de Barack Obama, aunque el crédito compartido pueda representarles réditos políticos a su partido, parecen haber cerrado la puerta a debatir este año la reforma de inmigración en la Cámara de Representantes.
Cual crónica de una muerte anunciada, algunos líderes y congresistas republicanos involucrados en negociaciones han ido soltando a cuentagotas que ya no hay tiempo este año para debatir una reforma migratoria, pero que se debatiría en la primera mitad del 2014, año de comicios de medio tiempo cuando van a elección los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 33 de los 100 escaños del Senado, entre otros puestos.
El líder republicano Kevin McCarthy, tercero en línea de mando y caza votos de la Cámara baja, indicó a un grupo de mujeres activistas que protestaron en su distrito de Bakersfield, California, que cuando la Cámara retome la sesión esta semana, simplemente no hay suficientes días para debatir y votar sobre la reforma migratoria.
Y el congresista republicano de La Florida, Mario Díaz-Balart declaró lo propio al Washington Post.
Tiempo ha habido. Ha faltado voluntad, valentía y liderazgo. Desde principios de año, cuando el Senado debatía y votaba sobre el plan de reforma migratoria que finalmente aprobó el 27 de junio, la Cámara Baja pudo dirimir sus diferencias, principalmente a nivel interno entre los republicanos divididos por la vía a la ciudadanía para los indocumentados.
En su lugar un grupo bipartidista de ocho congresistas, que luego se redujo a siete, decía tratar de acordar lenguaje bipartidista que nunca se presentó. Sólo avanzaron varias medidas republicanas a nivel de comité, en su mayoría de corte punitivo, y lo único que se aprobó en la Cámara baja, el pasado 6 de junio, fue una enmienda al proyecto de gastos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) para quitarle los fondos al plan de Acción Diferida que ampara a los dreamers de la deportación y les concede permisos de trabajo. El autor de la enmienda fue el congresista republicano de Iowa, Steve King, uno de los más acérrimos detractores de la reforma migratoria. La enmienda se aprobó con el apoyo de 220 de los 234 republicanos de la Cámara Baja.
La batalla presupuestaria que en realidad fue el vehículo de la lucha republicana contra la Ley de Seguro Médico Asequible, mejor conocida como Obamacare, eclipsó cualquier otro tema, y fue la excusa perfecta para seguir postergando lo impostergable.
Ante la inacción de los republicanos de producir alguna medida migratoria que ofrezca qué hacer con los 11 millones de indocumentados, la minoría demócrata presentó el proyecto HR 15, similar al plan del Senado, pero sin un lenguaje de seguridad fronteriza tan extremo como la versión de la Cámara alta. Sólo tres republicanos se han sumado al plan demócrata: Jeff Denham y David Valadao, ambos de California, e Ileana-Ros-Lehtinen, de La Florida.
Los activistas no se inmutan ante los nubarrones y mantienen la presión. Después de todo el actual Congreso sigue en funciones el año entrante. Esta semana se amplía la campaña Ayuno por las Familias, a la que se sumarán líderes del movimiento pro inmigrante.
Pero los republicanos de la Cámara Baja permanecen inamovibles. Han ignorado las recomendaciones del Comité Nacional Republicano de atajar el tema de la reforma tras la debacle electoral del 2012 y su terrible desempeño entre los votantes latinos precisamente por promover posturas antinmigrantes y seguir postergando dicha reforma migratoria.
Y ahora que creen tener en sus manos un arma para mantener su mayoría en la Cámara Baja, el descontento entre algunos sectores por la accidentada entrada en vigor de la ley Obamacare, se sienten confiados en que pueden seguir ignorando los cambios demográficos que tienen el potencial de alterar los resultados electorales a nivel distrital y estatal, y que ya han probado impactar los resultados a nivel nacional precisamente en detrimento de los republicanos.
Ignorar un asunto no supone que desaparezca por arte de magia. Los 11 millones de indocumentados seguirán aquí, el país seguirá beneficiándose de su mano de obra tan necesaria en diversos sectores de nuestra economía, y éstos seguirán enfrentando el espectro de la deportación y la separación familiar y sus terribles secuelas. El país seguirá sin recibir los aportes fiscales que supone una mano de obra legalizada, y el tema seguirá explotándose electoralmente.
Acción o no este año, la reforma migratoria es el elefante blanco en medio del salón que el partido del elefante prefiere seguir ignorando. Pero mientras el problema persista, la imperante necesidad de esa reforma no muere. Quienes la defienden y quienes la necesitan seguirán recordándole a ambos partidos que la reforma es ineludible. El presidente demócrata la prometió y le quedan tres años para promulgarla. Los republicanos deben decidir qué sector de su caucus prevalece: los que quieren impulsar esa reforma y con ello atraer el voto latino que requieren para recuperar la Casa Blanca, o los que siguen bloqueándola.
La reforma no muere pero los que sin duda parecen haber muerto son la voluntad, la valentía y el liderazgo.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice