De la redacción
Los incendios y deslaves de lodo que azotaron a principios de año vastas regiones de California, donde muchos de sus habitantes perdieron muy costosas residencias y unas 21 personas hasta perdieron la vida, hoy se recuperan satisfactoriamente. Como suele ocurrir en este tipo de catástrofes naturales, y no se aclaró suficientemente si algunos de esos incendios fueron provocados accidentalmente o no por ‘la manos del hombre’, la comunidad se congregó, estrechó lazos de solidaridad y se sobrepuso a la tragedia. O está en vías de hacerlo. Otros sin embargo, los menos favorecidos por la fortuna y la economía no corrieron con la misma suerte.
Los trabajadores de Montecitos, en el condado de Santa Bárbara, los que viven de cheque a cheque descubrieron sin emabrgo, para aumentar su pesar,de por sí ominoso, que no les pagarán por el tiempo perdido y el gran esfuerzo que en ocasiones desplegó su genuina generosidad, aun exponiendo la vida en los incendios y deslaves de lodo que azotaron la zona costera del centro de California a princiios de año, pues para ellos no habrá fondos de emergencia simplemente porque carecen de documentos legales de migración.
Como posiblemente se recordará, una de las celebridades que habita esa zona, Oprah Winfrey declararía en la ocasión, reporta hoy el semanario inglés, The Guardian, «Nos uniremos y haremos lo que los estadunidenses hacen todo el tiempo. Nos ayudaremos unos a otros».
Tiene razón la celebridad de la televisión comercial. Eso es lo que suelen hacer siempre, o casi siempre los estadunidenses promedio, entre los más pudientes digamos: ayudarse unos a otros. Excepto –oh, pequeño olvido-, ayudar a los indocumentados; y menos hoy, en este clima político enrarecido, de persecución desatada contra ellos y ellas por parte de la actual administración federal.
Ahora, tres meses después de los referidos deslizamientos de tierra, “la normalidad está volviendo. Los caminos y las empresas se han reabierto. Las compañías de seguros han comenzado a pagar algunas de las reclamaciones por un total de 421 millones de dólares. Los turistas han vuelto”. Señales de la recuperación, declaró el Montecito Journal en su página principal la semana pasada, dice la fuente.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Un segmento de la población que todavía está luchando por recuperarse, “los trabajadores del servicio, en su mayoría latinos -recamareras, niñeras, jardineros, cuidadores, cocineros, meseros, ayudantes de camarero- que ganan salarios mínimos y viven en la sombra, de cheque a cheque”, de día a día.
Muchos de ellos regresaron recientemente al trabajo después de los despidos forzados y descubrieron que no se les pagaría por el tiempo perdido.
«Ni un centavo», dijo The Guardian Zita Nevarez, de 38 años de edad, que atendía una barra y es madre soltera. Perdió seis semanas de trabajo y no pudo pagar el alquiler ni las cuotas escolares de su hija.
“Esperaba alguna compensación de parte de mi empleador, algo de ayuda, pero nada», dijo por su parte Serafin Torres, de 45 años, un trabajador de mantenimiento que perdió siete semanas. “Tenía planeado comprar una computadora para mis hijos”.
Angélica García, empleada de una floristería y también madre soltera, de 30 años, no podía pagar los servicios públicos después de perder tres semanas de salario, lo que provocó que le cortaran el suministro de gas y electricidad. «Tengo tres hijos. Fue muy difícil «, dijo, con lágrimas en los ojos, cita la fuente, que reunió algunos testimonios mientras que otros prefirieron no hablar con The Guardian, “para no antagonizar con sus patrones”.
Y aun aquellos con hijos ciudadanos, estadunidenses que son elegibles para la ayuda federal que provee para estas personas la Agencia de Manejo de Emergencias, FEMA, prefirieron no postular por la ayuda “para que sus detalles no sean transmitidos al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (Ice)”, dijo Frank Rodríguez, de Cause, un grupo de defensa de base de la región costera del Centro de California. «En este clima político, la gente no quiere correr el riesgo».
Los empleadores que recibieron pagos de seguro por interrupción de sus negocios “tenían una obligación moral pero no legal de ayudar a los empleados” con problemas de liquidez. «Eso es si quiere demostrar que les importan».
Los trabajadores del servicio, sin embargo, estaban sofocando cualquier queja. «Si hablas demasiado fuerte, te vuelves más visibles y no quieres que Ice asalte a ninguno de los empleadores».
Así es, en las tragedias, todos nos ayudamos a todos●