Centenares de migrantes centroamericanos saturan los albergues que se han improvisado en la fronteriza ciudad de Tijuana. Ante la escasa ayuda del gobierno mexicano, los refugiados, muchas veces enfermos y debilitados por la larga travesía, dependen de grupos civiles de México y Estados Unidos para recibir ropa, víveres y atención médica. En fechas recientes, un grupo de voluntarios de California llevó una clínica móvil a uno de los albergues fronterizos. Desde Tijuana con el reporte, Heidi de Marco, de la agencia noticiosa Kaiser Health News.
Se escucha sonido ambiente de un albergue…
José Manuel Salinas, originario del puerto de Acapulco, ya lleva casi 4 meses en espera de asilo en Estados Unidos, en este refugio de Tijuana llamado ‘Movimiento Juventud 2000’.
“No se puede vivir allí, en el estado de Guerrero. Hay mucha delincuencia. Es muy poco lo que paga el salario de uno y no alcanza para la familia”, dijo Salinas.
De profesión herrero, Salinas lleva varias semanas con una tos que no cede.
“Tomamos tés aquí y cosas… pero pues a veces… el virus es más fuerte pues”
Con 150 migrantes, el refugio está lleno a capacidad. Durante el largo y penoso viaje muchos llegan enfermos, dice José María García Lara, director del albergue:
“Enfermos de gripe, enfermos de cansancio, y lo más importante, que esta comunidad viene enferma con un problema psicológico de depresión. Porque la gente que está saliendo, está dejando sus casas… está dejando toda una vida”
Durante 25 años principalmente ayudaba a mexicanos deportados, pero en los últimos dos años, en su mayoría son familias centroamericanas.
“Aquí hemos atendido las primeras tres caravanas que llegaron desde el 2017”
Semanalmente atienden a los pacientes un médico y dos enfermeras. Debido al gran número de enfermos la consulta dura de 5 a 10 minutos, afirma Lara, pero esta tarde es diferente.
Se oye sonido de la delegación médica de Estados Unidos…
Una clínica médica móvil llega desde Estados Unidos con cerca de 75 doctores, enfermeras y otros profesionales de la salud. Cerca de 100 personas, incluyendo mujeres, jóvenes y niños hacen una línea para recibir atención. Una enfermera les da aspirinas, toallitas antisépticas y algunos consejos:
“Estas toallitas, para que se limpie, ¿ok? Para que se desinfecte las manos, así no se va la tos para otra persona. Lo que tiene que hacer también es tomar bastante líquidos…”
Se escucha que también les ofrecen otros servicios…
“Tendremos primeros auxilios, glucosa, pediatría, la presión y dental. So, si gustan pasar a una de las mesas”, dice otra enfermera.
Varios clérigos los consuelan espiritualmente, escuchan sus quejas y oran con ellos.
Temerosos de las represalias de las pandillas, los refugiados centroamericanos se negaron a dar declaraciones.
“Mis papás son de México y también trabajo en un hospital donde la mayoría de pacientes hablan español”
Laura Ramírez es enfermera en Riverside, California. Es la primera vez que ofreces sus servicios como voluntaria. Le preocupa que pudiera brotar alguna epidemia.
“Muchas familias comparten viviendas pequeñas y por lo tanto están en alto riesgo de contraer enfermedades. Hay muchos niños sin vacunas…”, señala Ramírez.
Por eso ante los escases de recursos del gobierno mexicano para atender a estos refugiados, Ramírez considera muy importante seguir trayéndoles las clínicas móviles.
“Brindarle esa ayuda de darles ese medicamento, ya es una ayuda para ellos”, dice.
Mientras estas debilitadas familias esperan con angustia que acepten su solicitud de asilo, miles de centroamericanos siguen huyendo de sus países rumbo a Estados Unidos, a pesar de las amenazas de cierre fronterizo y las políticas de mano dura del gobierno de Trump.
Para la Edición Semanaria del Noticiero Latino, desde Tijuana, Baja California, México, Heidi de Marco.
Foto: Heidi de Marco/KHN (@heidi_demarco).
Escuche la Edición Semanaria Completa: