Antecediendo a la histórica resolución de la Suprema Corte de Justicia de la nación, ‘Brown v. Board of Education’ (1954), que marcó un hito en la lucha por los derechos civiles, años antes (1946) la familia Méndez había peleado ya, y triunfado en las cortes una batalla contra distritos escolares del condado de Orange, California. Entonces había escuelas para los estudiantes blancos, y otras diferentes para los mexicanos. De esta suerte, hace 70 años la estudiante Sylvia Méndez estuvo en el vórtice del histórico caso ‘Méndez v. Westminster’, en pro de la desegregación, y hoy día es una reconocida defensora de los derechos civiles. En este programa que aquí se reseña, Sylvia Méndez reflexiona con Samuel Orozco, director de Noticias de Radio Bilingüe, acerca de la historia de la lucha por la integración, y sobre la actual realidad de la segregación que prevalece rampante. Este es un programa más de “Hablando de la Raza”, una serie especial donde conversamos sobre lo que nos une, lo que nos separa y lo que no se habla en asuntos de justicia racial, que es auspiciada en parte por la Fundación WK Kellogg.
Samuel Orozco
Director de Noticias
Radio Bilingüe, Oakland, California.
Hace la friolera de siete decenios, a la edad de nueve años Sylvia Méndez estuvo en el vórtice de una histórica batalla por la igualdad de derechos, que alcanzó atención nacional.
Como recordarán los que lo vivieron, hace setenta años en California, al igual que en el resto del país la segregación racial o étnica era cosa de todos los días: Parques sólo para blancos, y parques para personas de color; lo mismo que las albercas, los restaurantes, los teatros, los vecindarios… iProhibida la entrada! a la gente de color. También sucedía esto en las escuelas. Había escuelas sólo para blancos y había las escuelas para los mexicanos.
Básicamente eso fue lo que le dijeron a la familia Méndez cuando le negaron la admisión de su hija Sylvia y de sus hijos Gonzalo y Gerónimo, en una escuela primaria de Santa Ana, ubicada en el sureño condado de Orange, California. Sylvia no podía entrar a la escuela porque era sólo para blancos. Por regla, la niña tenía que irse a la escuela de los mexicanos: un plantel pobre, con escaso material didáctico y sin juegos en el patio de recreo.
El rechazo a la niña Sylvia llenó de ira a la familia Méndez. El padre, Gonzalo, de origen mexicano, apeló al director de la escuela, y luego al superintendente de Educación. Y nada pasó. Entonces se fue a la corte, con la ayuda de un abogado que ya había impugnado un caso de parques prohibidos para los mexicanos en un condado vecino.
El pleito legal, que empezó con la demanda en 1946 y fue por fin ganado en el ’47, pasó a la historia como el caso que hizo posible que, siete años más tarde, la Suprema Corte de la nación pusiera fin oficialmente a la segregación racial y al imperio de las escuelas segregadas.
Hoy este caso, conocido como ‘Méndez v. Westminster’, se celebra como una mojonera histórica en la causa por la igualdad y los derechos civiles; y su protagonista, Sylvia Méndez, se ha consagrado a la tarea, o más bien a la misión de llevar el ‘evangelio’ del principio de la igualdad y el valor de la educación a todos lados.
A setenta años de los históricos hechos en el condado de Orange, platicamos con Sylvia Méndez, quien recibió en 2010 la Medalla Nacional de la Libertad, y quien desde su natal Fullerton, en el Condado de Orange, nos acompañó por la vía del teléfono. Jubilada de su profesión de enfermera, ahora está entregada a su labor de educadora social y a promover la causa de la igualdad y los derechos civiles.
Queremos revivir aquí, con ella, las memorias de aquellos hechos; y queremos también conocer de primera mano su opinión sobre la realidad del momento actual, ahora que, ironías de la historia, California tiene la dudosa distinción de ser el estado con las escuelas más segregadas para los latinos■
Sylvia Méndez, quejosa en Mendez v. Westminster
–¿Cómo fue la lucha en la que se le prohibió entrar a una escuela que entonces era sólo para blancos? -pregunta Samuel Orozco.
“Estaba muy orgullosa, que habían peleado y habían ganado… Mi papá, Gonzalo Méndez, y las otras familias que le ayudaron, William Guzmán, Frank Palomino, Tomás Estrada y Lorenzo Ramírez. Estas familias comenzaron a pelear en 1945 y ganaron en 1947. Así que cuando entré a la escuela estaba muy orgullosa de que habían peleado y habían ganado. i¿Quién iba a pensar que hoy en día íbamos a estar separados otra vez?!”, recuerda Sylvia.
El trato en la primera escuela fue bueno, dice. Pero en la segunda escuela, en San Santa, Sylvia afirma que un niño blanco la interpeló, y que le dijo: “Oye, tú eres mexicana; tú no debes estar en esta escuela. ¿Por qué estás en esta escuela? ¿Quién te dio derecho a entrar a esta escuela?”. Y entonces la niña se puso a llorar, porque ella no sabía que no los querían en esa escuela. “Sabía que no podíamos entrar a la escuela, pero no sabía que tenían tanto odio hacia nosotros, los latinos, en ese tiempo”.
Cuando llegó a casa la niña le dijo a su madre que no quería ir más a esa escuela, donde no la querían; pero su mamá, dice Sylvia que le dijo: “Hay Sylvia, ¿pues qué no sabes por qué estábamos peleando? Tú eres igual que ese niño, Dios nos ha hecho a todos iguales, y tenemos el derecho de ir a esa escuela”.
Lo que más le atraía a Sylvia de esa escuela, según recuerda, era el patio de recreo: con columpios, barras pasa manos para colgarse, juegos que no tenía la escuela del barrio. Y ahí donde las dejaba el autobús escolar, era justamente enfrente del patio de la escuela donde jugaban los niños blancos, y desde ahí tenían que caminar hacia la escuela de los mexicanos. Eran tiempos de racismo y segregación en parques, albercas y otros lugares.
–¿Le había tocado antes, a usted y su familia, algún incidente de racismo o de segregación?
“Sí como no. Una vez nos platicó mi papá que entraron a un restaurante, y no decía… Porque casi todos los restaurantes decían: ‘No Mexicanos ni perros’ pueden entrar a este restaurante’. Y esa vez no tenían ese letreo enfrente de la ventana. Así que mi papá y mi mamá entraron al restaurante y se sentaron, y la mesera estaba atendiendo a todos, pero no les atendía a ellos. Y mi papá se paró y le dijo: ‘Señorita, ¿por qué no nos ha servido?’. Y la señorita le dijo: ‘Pues aquí no servimos a mexicanos’. Ese era el odio que había en ese tiempo, en los estados, aquí en California”.
Por esos días el padre de Sylvia había leído por ahí sobre un pleito que un abogado le había ganado al gobierno de Riverside, CA, por prohibir el acceso a los parques públicos a la gente mexicana y latina. Don Gonzalo Méndez se interesó en dicho pleito y llamó al abogado, un judío de nombre David Marcus y que se interesó en el nuevo pleito de la familia Méndez, señala Orozco.
–¿Cómo fueron esas pláticas, qué le contaron sus padres?
Cuenta Sylvia que cuando llegó a Westminster el abogado le preguntó a Gonzalo por qué no incluían a otras familias en el pleito, para someter una demanda colectiva, una class action suit, con todos las familias latinas de ahí.
“Así que pelearon no nada más por nosotros, sino por todas las otras familias de aquí de Orange County, que no nos dejaban entrar a la escuela blanca”.
De hecho el abogado Marcus puso como condición que el pleito legal fuera a nombre de todas las familias, unos cinco mil estudiantes latinos, y no solamente de los Méndez. Fue así que reclutaron a otros padres del Distrito.
“Sí, fueron William Guzmán, Frank Palomino, Tomás Estrada y Lorenzo Ramírez… Porque no los dejaban entrar en Santa Ana, ni Garden Grove, ni en Orange… y en Westminster, no nos dejaban entrar a las escuelas blancas”.
Los primeros en cubrir los gastos del proceso de demanda fueron los Méndez. “La primera, sí. Porque fueron dos pleitos, verdad. En 1946 ganamos en la Suprema Corte, en Los Ángeles. Y luego hicieron una apelación, y después fuimos a la Corte del Noveno Circuito de Apelaciones. Y después Lulac (Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos) y otras organizaciones sociales también ayudaron a las familias en el caso de la apelación, que fue ganado luego, en 1947, dice Sylvia.
El padre de Sylvia, Gonzalo, era de origen mexicano, y su mamá, Felicitas, puertorriqueña. Y había otros paterfamilias latinos que habían sido discriminados, que habían “recibido el portazo en la cara”, como dice Orozco, a la hora de tratar de ingresar a esas escuelas consideradas sólo para blancos, que contaban con mayores recursos económicos.
–¿Por qué es que sus padres reaccionaron de manera diferente? Háblenos de ellos.
“Es que mi papá vino muy joven de Chihuahua, México. Y fue a la a escuela aquí, y sabía de la Constitución… de la Enmienda 14, sobre los derechos iguales para todos. Y cuando estaba en la escuela mi abuelito le dijo que se tenía que salir de la escuela y trabajar en los ‘files’. Y a él le encantaba la escuela pero tenía que trabajar unos días en los files… Y consiguió bastante dinero y se compró una cantina en Santa Ana. Y tenía casas para rentar, y rentó casas… luego mi papá vendió la cantina y nos fuimos a Westminster. Y cuando llegamos ahí nos llevó a la es cuela mi tía Chole, que se había casado con un mexicano… Y usted sabe que los franceses ocuparon a México por un tiempo… Así que mi tío Fer, que se apellidaba Villard tenía dos hijas que fueron a la escuela con nosotros ese día, y eran muy blancas, y con el pelo bien rubio… y cuando llegamos a la escuela le dijeron a mi tía Chole, ‘Mira, por qué no dejas a tus hijas aquí. Y por qué no dices que son belgas, y no son mexicanos, y los dejas aquí. Y los hijos de Gonzalo se tienen que ir a la escuela mexicana’. Y yo siempre he dicho que mi tía Chole es una mujer muy fuerte, y les dijo: ‘Yo no voy a dejar a mis hijos aquí…”.
La historia contada por Sylvia sobre los Méndez y otras familias que se impusieron a las adversidades de esa época de racismo y segregación, habla de lo que motivó en ellos la indignación y la ira, y los impulsó a luchar por sus derechos civiles. La tía Chole en este relato se eleva a la estatura moral, según Sylvia, de la figura de Rosa Park, al luchar por los derechos que ahora todos conocemos y ejercemos sin dudar ni pensar, pero que costaron muchos sacrificios a familias como las que protagonizaron esa histórica gesta.
La narración de Sylvia está salpicada de anécdotas aleccionadoras. Sus memorias están llenas también de esos pasajes que condujeron al fin oficial de la segregación, misma que al parecer en la actualidad ha vuelto por sus reales y campea en las escuelas de California, y francamente del resto del país.
Para continuar escuchando a Sylvia Méndez en el desenlace de esta fascinante narrativa, y conocer la causa que la ha llevado en la actualidad a convertirse en ícono de la lucha por los derechos civiles, escuche el enlace de abajo: