Calor extremo, sequía e incendios es la fórmula potencialmente letal que azota sin piedad a los habitantes del Valle Central de California, y que hace mella en los trabajadores agrícolas, inmigrantes que con su trabajo ininterrumpido aseguran que no falten los alimentos en la mesa de los estadunidenses. El calor extremo echa a andar las luces de la alarma colectiva.
De la redacción
Con información de The Guardian.
A medida que continúa la emergencia de sequía extrema en California y los niveles de agua siguen literalmente evaporándose, pues actualmente por ejemplo el Lago Shasta se halla a la tercera parte casi de su capacidad, las autoridades piden a los californianos que reduzcan el consumo de agua en un 15% mientras la sequía azota al estado.
Y es que gran parte de California está sufriendo temperaturas récord, “sólo una semana después de que una cúpula de calor mortal cubriera el noroeste del Pacífico; y en todo el oeste 28 millones de estadunidenses habrán soportado un calor de tres dígitos esta semana”, reporta The Guardian.
Ni siquiera el Área de la Bahía se habrá salvado del aire frío que entra del mar. Pero en el Valle Central de California, “las entrañas agrícolas del estado, se habrán quemado”. Gran parte de California está sufriendo temperaturas récord, en expansión, sólo una semana después de que una cúpula de calor mortal cubriera el noroeste del Pacífico. En todo el oeste, «28 millones de estadunidenses habrán soportado un calor de tres dígitos esta semana.
A partir del jueves, y hasta este lunes el Servicio Meteorológico Nacional emitió una «advertencia de calor excesivo» para el Valle Central. Por su parte «Fresno, comenzó literalmente a arder de calor a media mañana del jueves… El canal de riego ocasional se fundía con el espejismo de calor que irradiaba los caminos rurales”.
José Pablo Ortiz Partida, científico climático de la Unión de Científicos Preocupados, un grupo de defensa sin fines de lucro, dijo a la fuente que “el calentamiento global está impulsando olas de calor más fuertes y prolongadas en la región”.
Pero lo más grave es que “el círculo vicioso de la crisis climática se ha fusionado con un círculo vicioso de inequidad en la región. Las disparidades raciales en el acceso a la sombra y el aire acondicionado se están volviendo cada vez más peligrosas, incluso mortales”, asegura la fuente.
Los períodos de calor extremo y una sequía prolongada son dos fenómenos que se alimentan entre sí. El calor ha provocado que las reservas de agua se evaporen demasiado rápido, «secando los embalses que alimentan a la industria agrícola», que cuenta con un valor de 50 mil millones de dólares en la región.
“Con apenas humedad en el suelo, el paisaje seco se calienta como una placa caliente, amplificando las abrasadoras temperaturas ambientales”.
Además, en Cantua Creek y en todo el valle, “el bombeo excesivo de agua subterránea ha provocado la concentración de nitratos de pesticidas, fertilizantes y desechos lácteos de las granjas y el arsénico natural”. De esta suerte, los vecinos del área no pueden beber el agua de sus grifos, por lo que los camiones les llevan agua potable todos los días”.
Pero eso no es todo. Las condiciones más cálidas y secas también significan más trabajo para combatir la situación, “y menos trabajo para los cientos de miles de trabajadores agrícolas de la región”, que ven acortadas sus jornadas laborales para evitar achicharrarse.
Esta semana por ejemplo, Jesús Zúñiga se levantó a las 3 de la mañana para llegar al campo a las 5 am. “Recojo tomates, que es uno de los trabajos más duros aquí”, dijo a la fuente, “mostrando los gruesos callos que se le han formado en las manos”.
Durante muchas horas todos los días, “el duro sol del valle cae sobre su espalda mientras se encorva sobre las enredaderas de tomates”. Y una vez que ha recolectado 50 libras de fruta, “corre a toda velocidad por las ordenadas hileras irrigadas para tirar cubos llenos de fruta en los camiones”.
Su cosecha termina en las tiendas de abarrotes y en las cadenas de restaurantes de comida rápida y en los supermercados. Los estadunidenses no tienen que preocuparse por la falta alimentos en su mesa mientras campesinos como José sigan inclinados en los surcos durante largas jornadas bajo el ardiente sol. Pero la zona, sigue ‘incendiada’.