Marco Vinicio González
Noticiero Latino, Nueva York
“Nadie en nuestro gobierno quiere admitirlo: Estos son los hijo y nietos de la Guerra Sucia en Centroamérica. Generaciones nacidas de la Violencia Estructural y el trauma histórico desatado por el Terrorismo de Estado de Estados Unidos”
Un importante sector de la sociedad en Estados Unidos, esta vez tanto de ‘izquierda’ como de derecha, así como medios de comunicación corporativos, liberales o alternativos, se reponen cuando menos del estupor causado por el bofetón propinado violentamente con unas fotografías filtradas a la prensa por la derecha restriccionista de este país, sobre niños migrantes hacinados en centros de detención presumiblemente de ICE en el sur de Texas.
Estos menores, principalmente de El Salvador, Honduras, Guatemala y México son la cara que más duele de una crisis humanitaria que hunde sus raíces en la historia del expansionismo estadunidense en el hemisferio, desde mediados del siglo pasado dice un artículo de Devon G. Peña, que explora las raíces profundas de esta migración infantil que llega a Estados Unidos atravesando lo peligros de México sin compañía de un adulto, artículo acertadamente encapsulado bajo el título: “Los niños de la guerra sucia”.
Se calcula que este año 60 mil de estos menores serán aprehendidos por la Patrulla Fronteriza, de los 25 mil detenidos el año pasado durante el mismo lapso. Aunque hay casi 20 mil niños mexicanos que se echan inmediatamente al otro lado de la frontera tras ser aprehendidos y que por lo visto no cuentan, y hay quienes afirman que el gobierno calcula que el año que entra la cifra podría llegar a 130 mil.
“Nadie en nuestro gobierno quiere admitirlo: Estos son los hijo y nietos de la Guerra Sucia en Centroamérica. Generaciones nacidas de la Violencia Estructural y el trauma histórico desatado por el Terrorismo de Estado de Estados Unidos”, sostiene Devon Peña. Desde luego esta política exterior estadunidense encontró un campo de cultivo propicio en la corrupción institucional de los países del subhemisferio.
Peña habla en su texto de las “guerras ilegales e inmorales” durante el pasaje oscuro de la historia latinoamericana en su relación con Estados Unidos, conocido como la Guerra Sucia, “una represión violenta y sistémica contra los campesinos y comunidades de trabajadores indígenas”, además de los obreros, estudiantes y activistas que impulsaban ideas y movimientos democráticos a lo largo de toda América Latina. Dicha represión comenzó a despejar el camino al modo de producción neoliberal que este país impulsaba, empezando con el derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, dice el autor. Luego seguiría Salvador Allende en Chile, más tarde El Salvador, Nicaragua (con el escándalo Irán-Contras durante Reagan), etcétera, y posteriormente vendrían los tratados de libre comercio y más recientemente la introducción de las industrias de la minería y de los energéticos.
Sin embargo la aparición “repentina» de miles de niños “sin bañarse, casi sin ropa, sin educación y sin compañía”, los niños indocumentados, ha logrado producir una expresión de indignación moral por parte de los medios de comunicación estadunidenses, o de los ciudadanos horrorizados por la injusticia social. Hay quienes piensan incluso que estos niños son invasores con el avieso propósito de “robarle el futuro a los ciudadanos estadunidenses, es decir, sus trabajos”.
Pero a esta corriente -verdaderamente corriente- conviene recordarle, dice Devon G. Peña, el origen como nación de este país, la idea central de los padres fundadores, algunos de ellos incluso esclavistas: «Uno de los grandes principios fundacionales de nuestro país era que los niños no serían castigados por los errores de sus padres», pensamiento que quedó plasmado en la enmienda 14 de la Constitución.
Con la filtración de las referidas fotografías, la derecha restriccionista argumenta que la presencia de estos niños ‘salvajes’ que vienen a invadir a Estados Unidos, como ningún ejército del mundo lo ha hecho, evidencia el fracaso de la política de esta administración. Pero estos argumentos, sostiene Peña, “son fácilmente traicionados por el hecho de que los niños están en cautiverio, precisamente debido a la eficacia de la militarización de las fronteras”, para lo que el actual gobierno ha resultado por demás eficiente, según hemos podido constatar todos con los más recientes acontecimientos de los inmigrantes en Estados Unidos.
Con todo, no debe perderse de vista, recomienda el autor del referido texto, que los niños -especialmente los desplazados por los efectos a largo plazo de la política exterior de Estados Unidos- “han comenzado a ejercer el derecho a abrigar una expectativa de vida y libertad propia, mediante la migración a Estados Unidos”.
Peña afirma también que al lanzarse por los inmensos peligros que implica la travesía al norte, los menores “están haciendo valer su derecho a vivir libres de la violencia de nuestras violentas máquinas gubernamentales en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua”, y en general en todo el subcontinente; y así, de manera consciente o no, “estos niños y jóvenes están haciendo una declaración de facto sobre los derechos fundamentales universales: Por pura virtud de la existencia es que están ejerciendo su libertad de viajar hacia el norte para evitar la muerte en su país, y para reunirse con familiares perdidos hace mucho tiempo al norte de la frontera”.
Estos niños tratan de escapar de las penas de muerte impuestas por la pobreza y la violencia, todos las cuales son “extensiones de la llamada Guerra Sucia con la capacitación directa, la dirección y el apoyo de una cadena constante de dictadores y escuadrones de la muerte que han aterrorizado a largo del continente a indígenas, campesinos, obreros y comunidades pobres”. Ahora estamos cosechando la ola de refugiados políticos y económicos generados por décadas de violencia sistémica de los pueblos sometidos a la fatídica decisión de Estados Unidos, continúa Peña, “para perseguir incesantemente el terrorismo patrocinado por el Estado para aplastar cualquier amenaza a los intereses corporativos, incluso si esas amenazas son de carácter democrático”, como lo fueron los movimientos de liberación en América Latina durante la segunda mitas del siglo 20.
Es hora de que el discurso público en Estados Unidos deje de ignorar o borrar esta historia, insiste Devon Peña. “En efecto, durante la década de 1980, bajo el régimen de Reagan las unidades militares de Argentina y Chile, junto con asesores estadunidenses e israelíes, entrenaron y equiparon a militares de Guatemala y salvadoreños sobre cómo deshacerse de las amenazas de la izquierda». Este tipo de terrorismo de Estado, como lo define Peña, patrocinado y financiado por Estados Unidos, “es la fuente de la raíz de las condiciones que eventualmente llevaron a la migración masiva de estos menores no acompañados”, procedentes de los países donde sus ejércitos y métodos, así como los objetivos de política exterior de este país devastaron el tejido social de la región.
En otras palabras, “la estructura misma de la política exterior de Estados Unidos dio lugar a la reproducción de los regímenes autoritarios y asesinos, cuyo único propósito era crear un ambiente ‘seguro’ para las inversiones de capital extranjero. Por lo tanto, la migración de los jóvenes de América Central es realmente el resultado de la violencia asociada con la imposición de reformas neoliberales”.
Devon Peña concluye: “Si el presidente Obama quiere merecer el Premio Nobel de la Paz -que recibió-, lo que necesita es asegurarse de que el imperio americano retire su maquinaria militar de América Latina, termine la militarización de la política de inmigración, y permita que las comunidades locales desarrollen sus experimentos democráticos”.
Dejar en libertad de experimentar sus respectivas versiones de democracia y no “el continuo terrorismo de Estado, puede incluso conducir a un flujo inverso de la migración a este país”, señala el autor. De modo que en lugar de seguir rasgándonos las vestiduras conviene echarle un ojo a la historia, parece sugerirnos Devon Peña.
El tema es complejo, y seguiremos explorando en este espacio las causas de este problema con múltiples aristas.