Marco Vinicio González
Noticiero Latino, Nueva York
Es difícil abordar los aspectos terribles o las consecuencias trágicas que viven las personas de carne y hueso por la falta de una reforma migratoria, que suelen medirse como estadísticas. Porque son historias humanas, demasiado humanas, que conllevan mucho dolor y ya de por sí hay bastantes problemas en la comunidad, que tienden a abrumar y eventualmente podría esto conducir a la resignación y a la pasividad. Sería deseable tal vez contar mejor una historia llena de optimismo, de organización y triunfo de una lucha comunitaria, o algo así, pero hay historias que no pueden dejar de contarse, como la que narró en días pasados en una Línea Abierta/Voz Pública Martha Elena Ramírez, sobre la niña Nohemí Álvarez Astorga, que a los ocho años de edad tras un trágico periplo terminó aparentemente suicidándose en un albergue infantil, tras ser recuperada por la policía municipal de Ciudad Juárez, de las manos de un coyote que por encargo de la abuela de la menor la traía a Estados Unidos para que se reuniera con sus padres.
Hasta hace dos días diversos medios informativos mexicanos daban cuenta de que Nohemí Álvarez Astorga irá a una fosa común si no aparecen sus familiares a reclamar el cuerpo de la niña, pero ni la abuela, que envió a Nohemí con un coyote para que la cruzara a Estados Unidos, donde se encontraría con sus padres, ni los propios padres de la niña han sido localizados todavía. Hoy esos mismos medios afirman que la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México ha iniciado nuevas investigaciones sobre la tesis del suicidio.
El deceso ocurrió principalmente por la falta de un mecanismo que permita a niñas como Nohemí -y a las personas- cruzar legalmente para venir a reunirse con sus padres. Hay quienes piensan y con razón que éste es un país soberano y que tiene reglas claras para conducir autónomamente sus procesos de migración. Hay también quienes piensan que lo ocurrido a Nohemí fue por descuido de los padres, que nunca deben dejar solos ni dejar de vigilar a sus hijos, sobre todo a los ocho años de edad y en un viaje tan peligroso; lo que supongo no ha de haber sido lo más deseado por ellos para traer a su hija, sino sospecho que más bien se ha de haber tratado de un recurso desesperado. Hay otros que piensan que es la ausencia de un gobierno –como el de México- que proteja y vele por el bienestar de sus gobernados; o a causa de la corrupción y la impunidad, la indiferencia ante el dolor humano, y habrá hasta quienes pienses que es culpa del capitalismo. Y todos tendrán quizás su porción de razón. Pero lo cierto es que sean las causas que sean, fatalidades de esta naturaleza no deberían ocurrir en un mundo “civilizado”, y nos cubren a todos con una manto de vergüenza y un sentimiento de impotencia y de fracaso como seres humanos.
Fernando Loera García, coordinador del Programa de Menores Repatriados y del albergue “México Mi Hogar” declaró a un diario local que 92 niños y adolescentes migrantes han sido deportados de Estados Unidos por Ciudad Juárez a través del Instituto Nacional de Migración (INM) en lo que va del año.
Nohemi Álvarez Astorga era una niña de Durango que se quedó allá con su abuela cuando sus padres tuvieron que emigrar a este país en busca de mejor vida. Según una nota periodística de El Diario Mx de Juárez, la abuela pagó miles de dólares a Domingo Fermas Uves, de 52 años, para que la trajera a reunirse con sus padres. Cosas del destino quizás, el 12 de marzo bordeando la línea Domingo “se paró en un bulevard al lado del Río Bravo, y unos agentes que circulaban por ahí se percataron de un hombre que detuvo su Pick up para hacer sus necesidades fisiológicas… se acercaron para decirle que cometía una falta administrativa… y entonces escucharon a una niña que lloraba en el pick up”, Chevrolet Silverado modelo 1995, de color gris, con matriculas de circulación EA 50632 del Estado de Chihuahua, dice la prensa local.Al acercarse los agentes a la niña, ésta entró en una suerte de shock nervioso y fue ahí que contó a la policía que ese no era su padre sino alguien que había contratado su abuela para que la llevara a Estados Unidos a entregársela a sus padres.
Nohemí fue puesta a disposición de la Procuraduría General de la República (PGR) “por tratarse de un delito federal” y los de la Procu abrieron la carpeta de investigación y mantienen un perfil genético de la menor, que servirá en caso de que familiares lo reclamen posteriormente. De ahí Nohemí fue canalizada a una dependencia infantil, del DIF municipal, que optó luego luego por mandarla al albergue, Casa Hogar la Esperanza, en Cd. Juárez. El pollero fue consignado a la cárcel, dice el periódico Excelsior, de México.
Nohemí fue admitida en ese albergue y no fue sino hasta a la mañana siguiente que una psicóloga atendió a la menor, quien se hallaba en crisis. “¡Pues cómo no iba a hallarse en crisis!”, dice Martha Elena Ramírez indignada, durante la transmisión de Línea Abierta. Tras realizar este trámite todo mundo se retiró a sus labores y la niña al cuarto donde había pasado la noche. Ahí se quedó sola. Horas más tarde fue hallada “colgada del tubo de la cortina de baño, hecho que despertó sospechas por la fragilidad del tubo”, y por la remota posibilidad de que una niña de la altura de Nohemí lo alcanzara y se colgara ella sola, dice un reporte de Rubén Villalpando, periodista de La Jornada. Entonces, los peritos tuvieron que volver para realizar más pruebas, sostuvo Arturo Sandoval Figón, funcionario del Servicio Forense a El Diario de Ciudad Juárez. Otra nota agrega que un examen médico forense determinó que Nohemí murió de “asfixia por suspensión”, y que la niña no tenía huellas de violencia o abuso sexual, como se creyó y divulgó en un principio.
“De no aparecer los familiares, el cuerpo de Nohemí Álvarez Astorga, la niña de 8 años que falleció en un albergue tras ser rescatada de manos de un ‘pollero’, terminará dentro de una fosa común”, reza una cabeza periodística de un diario de Cd Juárez, con un ligero tinte a epitafio.
Sean las causas que sean las que determinaron esta fatalidad, el hecho es que por usar un coyote la niña sufrió todos estos atropellos que acabaron con su corta vida, lo que tendrá un impacto tremendo sin duda en sus padres y familiares cuando se enteren de la muerte de su pequeña Nohemí, muertes que no deberían estar ocurriendo más, como dice la campaña “Ni Uno Más», en referencia a las deportaciones. Y mientras hay una reforma migratoria, o no la hay esta vez, muertes como la de Nohemí, y la de tanta gente que viene a este país por razones seguramente similares a las de Nohemí y sus padres, ¡No deben estar ocurriendo! Nohemí no debe pasar a ser una estadística más de ningún tipo de análisis, es una trágica historia de carne y hueso que indigna hasta la rabia. Y no sería justo para ella, que siguiera ocurriendo este genocidio a cuenta gotas, ni aun en su propia muerte.
La reunificación familiar es una necesidad contundente, inaplazable.
Fotos: Cortesía de El Diario Mx Juárez