Por Maribel Hastings y David Torres
Puede ser que el testimonio del exabogado de Donald Trump, Michael Cohen, ante un panel cameral del Congreso no cambie las posturas de mucha gente. Los que ya piensan que, como dijo Cohen, Trump es un “racista, timador y mentiroso”, seguirán pensándolo; y quienes lo defienden ciegamente, como los republicanos del panel o el 37 por ciento del país que lo apoya, tampoco se moverán.
Es un escenario de carácter nacional que ha puesto a todo mundo no a proponer o defender un proyecto de país que avance hacia un estado de bienestar permanente, sino que ha hecho involucionar los postulados de la democracia en función de un solo hombre que ha establecido una relación de superioridad con el país que gobierna, ayudado por quienes creen que apoyándolo recibirán un beneficio en cascada, ya sea político o económico, como en esos esquemas fraudulentos piramidales en los que al final la mayoría de los participantes pierde y sólo la cúpula gana.
Es probable que ni el reporte del fiscal especial, Robert Mueller, en torno a la posible colusión de la campaña de Trump con Rusia sacuda a mucha gente, pues se ha convertido en una especie de historia por entregas que parece no tener conclusión.
Pero si algo quedó de manifiesto en esta audiencia es cuán bajo ha caído el Partido Republicano (GOP) representado por congresistas del panel que hicieron todo lo que estaba a su alcance para frenar el testimonio de Cohen mediante una conducta realmente despreciable. Fue tan clara su agenda, que al evadir cualquier indagación en torno a los señalamientos que se han hecho de este presidente, su comportamiento los hizo ver como subalternos de un jefe y no como representantes de la nación.
Incluso quienes no son parte del comité, como el congresista republicano de La Florida, Matt Gaetz, se han prestado a hacerle el trabajo sucio a la Casa Blanca. Gaetz, vía Twitter le dijo a Cohen que si su esposa sabía de sus “infidelidades”, y que quizá ahora que Cohen vaya preso su esposa tal vez no le será fiel.
No es de sorprender, porque el flamante Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, Trump habla y se comporta como un mafioso llamando a Cohen “rata” por hablar en su contra. Esa personalidad ha permeado tan maniqueamente a su propio ámbito, que pareciera una clonación de valentones dispuestos a ganar notoriedad a base de ese violento acoso verbal tan típico de los bravucones, con ceño fruncido de por medio. De hecho, es fácil identificarlos por esa expresión facial, ahora ya tan republicana.
Así, el Partido Republicano llevaba años en agonía desde que Trump emergió como “su líder” y desde que asumió la presidencia. El GOP se hizo adicto al poder y a mantenerlo a toda costa, así fuera pisoteando los preceptos que predica, mintiendo y solapando a un tipo como Trump. Ayer, el Partido Republicano finalmente expiró: la desvergüenza, el cinismo y la falta de integridad de congresistas republicanos le dieron la estocada final.
En pocas palabras, para mantenerse en la palestra política los republicanos empeñaron su palabra, su decencia, su historia y sus postulados escogiendo a su antítesis ideológica, sin saber que a la postre se convertiría en su propio verdugo político.
Como todos los que siguieron la audiencia, Cohen se percató de que los integrantes republicanos del panel sólo se dedicaron a tratar de desacreditar al testigo, pero nunca indagaron sobre las revelaciones de Cohen acerca de Trump.
Pero Cohen tuvo a bien advertir a sus atacantes: “Hice lo mismo que ustedes están haciendo ahora. Durante diez años. Protegí al Señor Trump por diez años. Mientras más la gente sigue a Trump, como lo hice yo ciegamente, sufrirán las mismas consecuencias que yo estoy sufriendo”.
Esas palabras sellan, de hecho, esta histórica audiencia en la que cada quien ha quedado identificado por su postura, y en algún momento esas palabras saldrán a la luz nuevamente cuando alguien más de quienes defienden el “trumpismo” esté sentado en el banquillo de los acusados.
A fines del año pasado, el exabogado de Trump se declaró culpable, entre otras cosas, de haberle mentido al Congreso de evasión fiscal y de violar las leyes que rigen el financiamiento de las campañas electorales; esto por pagar por el silencio de la actriz porno, Stormy Daniels, quien supuestamente tuvo una relación extramarital con Trump, para que no se revelara en medio de la campaña presidencial de 2016. Por esto Cohen enfrenta tres años de cárcel.
Cohen dijo que Trump, como presidente, orquestó el reembolso a Cohen por los pagos hechos a Daniels y mostró un cheque con la firma de Trump. Agregó que el entonces candidato Trump supo de primera mano, a través de Roger Stone, que Wikileaks revelaría ‘emails hackeados’ a los demócratas, que lastimarían la campaña de Hillary Clinton por la presidencia. Y que cuando era candidato, Trump encabezó las negociaciones con Rusia para construir una Trump Tower en Moscú y mintió al pueblo al respecto.
Los legisladores republicanos argumentaron que Cohen no tiene “credibilidad”, pero lo irónico es que la lista de cosas de las que lo acusan fueron hechas con conocimiento de Trump y para proteger a Trump.
Y si las mentiras y la truculencia del presidente son despreciables, más lo son los republicanos que lo justifican y lo solapan. No son “rehenes” de Trump, como dicen algunos analistas. Son y han sido sus cómplices en masacrar la verdad y al partido que se preciaba de velar por la ley y el orden.
Bien lo dijo Elijah Cummings, presidente de la Comisión de Supervisión de la cámara baja: “Necesitamos regresar a la normalidad”.
Exacto: una nación y su historia, en estos casos, suelen ajustar cuentas con la ley en la mano■
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice y David Torres es asesor de medios en español de America’s Voice.