De la redacción
Mientras el mundo discute las ventajas de la energía limpia sobre los combustibles fósiles, como el petróleo y sus derivados, los ambientalistas y los inversionistas de Wall Street libran una sorda guerra por el agua, que en la actualidad cobra una cada vez mayor importancia y se coloca como una mercancía muy bien cotizada en la Bolsa de Valores. Unos estiman que la escasez del agua es un peligro latente, mientras que otros que tratan de cerca con el agua dirán que esto es falso, que hay mucha pero que simplemente está en los lugares equivocados.
Cibola, Arizona, está ubicada en la frontera con California y colinda también con un tramo del desierto de Sonora, «rodeado por montañas en forma de colmillos y terreno rocoso aparentemente muerto”, dice The New York Times. Es uno de esos lugares de quienes viven con agua abundante. Ahí viven alrededor de 300 personas, dependiendo de la época del año, donde la temperatura a menudo ronda los 115 grados Fahrenheit.
Pero gracias al Río Colorado, que serpentea por la ciudad, Cibola es un oasis verde que, a lo largo sus orillas, “unos pocos cientos de acres producen alfalfa y algodón exuberantes, en medio de uno de los entornos más áridos y amenazantes de América del Norte”, sostiene la fuente.
Sin embargo, es poco probable que esta escena dure, porque hace unos años una empresa llamada Greenstone, subsidiaria de otra subsidiaria del conglomerado de servicios financieros MassMutual, “compró silenciosamente los derechos de la mayor parte del agua de Cibola”. Luego, Greenstone se trasladó a vender el agua a uno de los lugares «correctos»: Queen Creek, un suburbio de rápido crecimiento de Phoenix, a 175 millas de distancia y «lleno de casas y piscinas en el patio trasero”.
Estas es una vieja y oculta historia, a menudo polémica, de la transferencia del agua de las comunidades agrícolas a las ciudades. Gran parte de la Costa Oeste de Estados Unidos, incluidos Los Ángeles y Las Vegas, “se hizo con agua en movimiento”, afirma la fuente. Lo nuevo es que los inversores privados ejerzan ese poder; en este caso un fondo de inversión en Phoenix, cuyos propietarios viven en la costa este.
Holly Irwin, una supervisora del condado que vive en Cibola, le dijo en tono molesto al Times que «Van a ganar mucho dinero con el agua, y ¿quién va a sufrir?… Son los condados rurales que se enfrentan a grandes cantidades de dinero».
Interrogado por la fuente, el portavoz de Greenstone respondió que «En mi opinión, hay suficiente agua para sostener una economía agrícola significativa en el río y para apoyar el crecimiento urbano en el centro de Arizona».
Y es que en la costa Oeste del país pocos temas tienen la carga política del agua. El acceso al agua, “puede hacer o deshacer tanto a las ciudades como a las comunidades rurales. Puede decidir el destino de cada parte de la economía, desde los huertos de almendros hasta las estaciones de esquí y las fábricas de semiconductores. Y con la peor sequía en mil 500 años, resecando la región, la ansiedad por el agua está en su punto más alto”, señala el Times.
Al parecer, de unos años a la fecha ha surgido una proliferación de inversores privados como Greenstone, que ha descendido sobre comunidades aisladas, “recorriendo el terreno más seco de Estados Unidos para comprar los codiciados derechos de agua”.
Para los defensores del libre mercado, el agua está infravalorada y, en consecuencia, se utiliza en exceso. En teoría, «un enfoque basado en el mercado desalienta los usos derrochadores de agua de bajo valor, especialmente en la agricultura, que consume más del 70 por ciento del agua en el suroeste, y crea incentivos para que la empresa privada se involucre».
Los inversores y el medio ambiente pueden beneficiarse, dice la fuente, “pero es casi seguro que el agua sea más cara». Toda la historia del oeste estadunidense se ha tratado de mover agua, dijo Gammage, de Greenstone. «Una de las cosas que creo que hemos aprendido con el tiempo es que un recurso como el agua se asigna mejor a través de una combinación de fuerzas del mercado y supervisión regulatoria».
Los defensores de los mercados del agua creen que el occidente de Estados Unidos tiene un sistema obsoleto y excesivamente regulado que rige el acceso al agua, lo que ha fomentado la siembra de cultivos en el desierto dice la fuente.
«La agricultura en todo Occidente requirió el desarrollo de infraestructura de riego, como presas y zanjas… A menudo, la mejor tierra en el Occidente no está a lo largo de los ríos, por lo que era necesario mover el agua», sotiene Gary Libecap, profesor de economía de la Universidad de California en Santa Bárbara, que se especializa en temas relacionados con el agua. Él cree que el movimiento del agua genera necesariamente un bien público, cualquiera que sea su forma.
Por otro lado, debido a que el Río Colorado es tan grande, imaginar los impactos locales de las transferencias de agua puede ser un desafío para quienes toman decisiones, especialmente cuando las comunidades son tan remotas como Cibola.
Los mercados de agua para la agricultura de California, un mosaico de intercambios en línea que conectan a agricultores y corredores de agua, se consideran un modelo potencial para Occidente: rápidos, flexibles y sensibles a las condiciones climáticas extremas.
En septiembre, Nasdaq y CME Group, el mercado de derivados más grande del mundo, anunciaron planes para «abrir un mercado de futuros para el agua de California, uniéndolo a materias primas como el petróleo crudo Brent y la soja. En los últimos 10 años, dicen, el precio del agua se ha multiplicado por más de ocho veces su valor.
En California durante la década de 1990, los incendios y las interrupciones del suministro fueron beneficiosos para los comerciantes debido a los altos precios del agua, y se vio a los comerciantes de Enron animando los incendios», concluye la fuente■