Preocupado por los crecientes peligros que pasan miles de menores migrantes centroamericanos al cruzar por México, el sacerdote católico y activista social, Alejandro Solalinde, y grupos defensores de los inmigrantes abrieron un nuevo albergue en la ciudad de México. Este refugio es el primero del país que se centra en ayudar a los jóvenes transmigrantes a establecerse en México, en vez de seguir su camino hacia Estados Unidos. Sin embargo, el proyecto humanitario encuentra en sus primeros dias serios desafíos. Valeria Fernández, visitó el refugio y habló con uno de sus primeros huéspedes.
Ya pasó la hora de irse a dormir y pese a algunos regaños, Esteban Deras y uno de sus amigos en el albergue continúan platicando de leyendas de espantos que asustan en el campo y cerca de los ríos en Honduras. Pero también de su viaje por México para llegar a Estados Unidos.
“Vos decís que no tengo valor, loco”, dijo Estaban Deras. “Yo caminé una noche solo en las vías del tren”.
Esteban es un joven inmigrante hondureño de 19 años y parece disfrutar poniéndole un poco de sentido del humor a sus desavenencias mientras las cuenta.
“Me acosté, y en la mañana ya veo que estoy en un cementerio, y las cruces… Había un tal José Martínez”, recordó, al tiempo que su interlocutor se ríe.
“Yo me agarré la cabeza y me puse a llorar. De ahí me salgo y agarro otra vez la vía del tren para arriba.”
Esteban es uno de los primeros huéspedes del albergue, “Adolescentes en el Camino”, que hace poco más de un mes se trasladó de Ixtepec, Oaxaca, a la capital mexicana; porque esta ciudad al ser santuario para los migrantes, los protege de la deportación; un peligro latente para la mayoría de un estimado de 70 albergues de paso que hay en ese país.
“En Ixtepec, allá solo salía uno, estaban las vías del tren y ahí andaban las patrullas, rodeando”, señaló Esteban. “Aquí podemos salir a pasear, a buscar trabajo”
Este albergue, que fue abierto en alianza entre la organización, “Hermanos en el camino”, del padre y activista Alejandro Solalinde, y el colectivo, “Ustedes Somos Nosotros”, es muy diferente a los demás albergues mexicanos. Los migrantes de paso se pueden quedar indefinidamente, y están libres para ir a buscar empleo. Pero además, los ayudan a inscribirse en la escuela y les tramitan una visa humanitaria, que les abre las puertas para quedarse en México.
“El objetivo de nosotros es que los jóvenes piensen cual quieren que sea su proyecto de vida. Cuando salen, piensan: ‘Voy al norte… Voy al norte’… Y no hay un proyecto”, dijo Andrea González, coordinadora del albergue y del colectivo “Ustedes Somos Nosotros”.
“Ya estando aquí y teniendo un acompañamiento social pueden tener una decisión distinta”, agregó.
Solalinde viajó en camión desde Oaxaca con el primer grupo de jóvenes que llegaron al albergue a comienzos de julio.
“Lo que hago es acompañarlos desde el sur, a la Ciudad de México; porque tenemos que alejarlos de ese peligro. El sur significa para ellos extorsiones, secuestros…, significa desapariciones, explotación sexual, laboral…”, deploró Solalinde.
Esos peligros aumentaron desde que hace dos años el gobierno mexicano puso en marcha el Plan Integral Frontera Sur, con el supuesto objetivo de “proteger y salvaguardar los derechos humanos de los migrantes que ingresan y transitan por México”. Pero en realidad el plan incrementó los retenes fronterizos y las redadas policiacas en contra de los que usan los trenes de carga, obligando a los migrantes a tomar rutas más riesgosas para atravesar México, criticó el activista religioso Solalinde,
“El programa frontera sur, más que ser un programa que respete derechos humanos, ha sido un operativo policíaco.”, agregó.
La Secretaria de Gobernación de México no respondió a una solicitud sobre el impacto del referido programa.
Estados Unidos destinó 80 millones de dólares para el plan de México, de los cuales le ha dado 20 millones, de acuerdo a documentos de análisis del Congreso estadunidense. más que el dinero, el impacto más fuerte ha sido la presión política, dijo Solalinde.
Aunque México ha detenido menos niños y adolescentes que Estados Unidos, deporta muchos más que su vecino del norte. Según cifras oficiales, en 2015 México deportó casi 20 mil menores no acompañados, mientras que Estados Unidos deportó 4 mil en un poco más de lo que ha sido el último año y medio. En lo que va del 2016 México sólo ha otorgado refugio a 50 menores, pero ya deportó a más de 9 mil. El precio que pagan estos jóvenes deportados es muy elevado, aseguró Solalinde:
“Los adolescentes ya no pueden vivir en sus lugares de origen porque son inmediatamente reclutados por las maras. Y si se quedan pierden la vida”.
Ese fue el dilema que orilló a Esteban a salir de su aldea y buscar camino hacia el norte. Quería ganar dinero para mover a sus padres a otra aldea, fuera del alcance de las maras. Pero lo asaltaron en el camino y fue testigo de cómo ejecutaron a un joven que dijeron era de una pandilla rival.
Recordar ese momento le hace temblar la voz un poco.
“Ahora todititos se van a quitar la ropa, y el muchacho no se quería quitar la ropa porque sabía lo que traía en su cuerpo. Cuando se quitó la camisa ya le vieron los tatuajes. El muchacho llorando. ‘Hacete hombre’, le dijo uno de los mareros. Ya cuando le iban a disparar yo agaché la cabeza, y le dije a Dios: perdónalo. Oré por él también. No lo perdonaron. Ya le dispararon en la cabeza.”, contó Esteban.
Los jóvenes dicen que los que llegan hasta Ixtepec son triunfadores. Y estar más allá en la Ciudad de México a Esteban le parece un milagro. Pero al final del día, extraña a su mamá. Se fue sin avisarle y ya más tarde la llamó para avisar que estaba en México.
Esteban es bajo de estatura, con una sonrisa de dientes blancos, entre inocente y pícara, con una pequeña cicatriz blanca que sobresale en su piel morena, debajo del ojo derecho. Es el mayor de sus hermanos y creció sembrando junto con su padre. Jugaba fútbol, lo cual, aseguró, le sirvió para correr más rápido que la “migra”, como se le llama coloquialmente a las autoridades de migración. También tocaba la guitarra y la batería en su iglesia cristiana. Por eso, entre la gente del albergue y con el padre Solalinde se siente a gusto.
“Soy el único que echa bromas con él… Como migrante uno se alegra de que hay gente que lo ayuda a uno”, comentó Esteban.
Una noche de julio el padre Solalinde cena con los 15 jóvenes que aún quedan en el nuevo albergue de la capital mexicana; uno de ellos es Esteban.
“Estamos bien pobres, hoy no hay ni galleta ni nada…”, lamentó Solalinde, quien aprovecha este rato con los muchachos antes de tener que salir nuevamente con destino a otro albergue en otra parte de México.
Esteban ya tiene una visa humanitaria del gobierno mexicano, pero es difícil encontrar empleo en ese país. Se pregunta si podría estudiar en México. Otros 25 jóvenes decidieron seguir camino hacia Estados Unidos. Solalinde lo lamenta. Ese es quizás uno de los más grandes desafíos: que los jóvenes inmigrantes encuentren su futuro en México.