Desde hace 25 años y durante ocho meses cientos de mujeres mexicanas trabajan en las granjas de cangrejo del estado de Maryland en la costa este del país. Son contratadas legalmente gracias al programa H-2B, de trabajadores temporales no agrícolas. Pero desde el año pasado, los empleadores viven en la incertidumbre. No saben cuántas visas les aprobará el gobierno federal, y el Congreso no ha tomado medidas. Como los residentes locales rechazan este duro y tedioso empleo, para mantenerse a flote esta millonaria industria depende de las trabajadoras migrantes, reporta desde Maryland José López Zamorano.
Se escucha el sonido de gaviotas y olas…
Es una madrugada tibia en Hooper’s Island, un remoto islote en el archipiélago de Maryland donde decenas de trabajadoras mexicanas llegan a lo que se conoce aquí como las fábricas de cangrejos. Se ponen un delantal, gorra y guantes de plástico para iniciar la faena en una galera con luces fosforescentes.
Se oye el ambiente de la cangrejera, con música, algunos hablan o cantan…
De buen semblante se acomodan en una larga mesa donde realizan el laborioso y en ocasiones doloroso trabajo para extraerle la carne a los cangrejos rojos. Con movimientos rápidos, primero los parten en dos y enseguida extraen la carne con filosos cuchillos. Canciones nostálgicas acompañan su jornada de 10, 11 y hasta 12 horas diarias, seis días a la semana.
“Se maltratan las manos porque es difícil, pero ahí le va haciendo uno la lucha, al pasito”
Desde hace un cuarto de siglo Dona Modesta Herrera Martínez hace el viaje desde su natal San Luis Potosí. La piel descarapelada de sus manos es testiga del arduo trabajo. Entre abril y noviembre no ve a su esposo, dos hijos y muchos nietos, pero sus ingresos le permiten mantener a la familia.
“Como no los voy a extrañar si es mi gente… pero hay que salir a trabajar, a echarle ganas… sí hay mucho trabajo, unos 500 dólares, y si hay menos unos de unos 300 dólares pero todo depende del trabajo”
Hooper’s Island es un remoto islote de la costa atlántica de Maryland donde no hay tiendas ni cines y sólo cuentan con un restaurante de mariscos. Para su despensa, Dona Modestadebe viajar a Cambridge, a unas 12 millas. Salvo el gasto en comida y 45 dólares de renta semanal el resto de su sueldo lo manda a México.
“Como uno lo manda, lo manda y lo manda pues allá se necesita el dinero, se gasta, allá esta la familia esperando, si ellos no pueden venir pues nosotros venimos”.
Bajo el programa H-2B, el empleador les reembolsa el pago del boleto de avión y les proporciona un seguro médico básico. La mayoría les ofrece transportación entre las viviendas y la granja, y las llevan semanalmente a comprar comida a un supermercado.
La mayoría de esas trabajadoras son mujeres, pero en años recientes se han sumado algunos hombres; uno de los pocos es Mauro Gallegos, su trabajo es pesar la carne del cangrejo y llevar la cuenta de cada trabajadora. Por cada libra ellas reciben 4 dólares con 50 centavos. A él le pagan por hora. Es de los afortunados, y en la cangrejera también trabajan su esposa y su hijo.
“Más antes no había hombres, más que tres hombres no más, los que echaban la jaiba a la mesa, los que cocíamos la jaiba y ahora ya están trayendo hombres para sacar la carne del cangrejo”
Estos mexicanos pueden venir gracias al programa de trabajadores temporales no agrícolas conocido como H-2B. Cada año el gobierno aprueba 66 mil visas, la mitad para trabajar a partir de abril y la otra mitad para octubre. Un 75 por ciento son asignadas a trabajadores mexicanos.
Pero la industria del cangrejo en Maryland, de unos 60 millones de dólares anuales, sufre por los vaivenes de la política migratoria de la administración Trump. El año pasado la mitad de las pesquerías no tuvo suficientes trabajadores extranjeros, empleos que rechazan los residentes locales.
“Es un trabajo temporal, los trabajadores estadunidenses no quieren hacerlo”
Harry Phillips es dueño de Russell Hall Seafood y considera no sólo que las visas son insuficientes sino que nunca se sabe si obtendrán las necesarias.
«Dependemos de los trabajadores extranjeros para mantener abierta la industria de cangrejos. Sin estos trabajadores, estas plantas estarían cerradas y tanto la industria como la pesca del cangrejo estarían terminadas. ¿Qué haríamos sin ellos?”
Sin trabajadoras mexicanas las plantas venden al cangrejo por pieza, lo que implica una pérdida de ingresos de casi el 50%. Este año tuvieron suerte para conseguir los más de 400 trabajadores que se necesitan en Maryland. De hecho, la administración Trump autorizó 30 mil visas extras, a través de un sistema de lotería; pero los dueños buscan la certeza de una mano de obra regular.
Una iniciativa de ley del senador republicano John Thune aumentaría el número de visas H2B a 102 mil anualmente, para responder a las necesidades de trabajadores foráneos en las industrias no agrícolas, pero hasta el momento no ha avanzado en el Congreso.