El Salvador es uno de los países más violentos del mundo, por su creciente tasa de homicidios. Esta descontrolada violencia está causando estragos a la economía nacional, obligando a más de la mitad de la población a depender para su sostenimiento de empleos informales. Además, la violencia sigue empujando a miles de salvadoreños a escapar al norte. En el siguiente reporte, Levi Bridges nos cuenta la historia de varios hermanos que salieron de San Salvador en busca de trabajo en el norte, encontrando una trágica suerte a su paso por México. Samuel Orozco narra el reporte.
Se escucha sonido ambiente de un albergue…
Es la hora de la comida en el albergue Hermanos en el Camino, en la ciudad de Ixtepec, Oaxaca.
“El almuerzo ya está servido, por favor pasen a formarse”
Por un altoparlante, una voluntaria da instrucciones a docenas migrantes que esperan a fuera del comedor.
“Laven bien sus trastes. Porque luego nos duele la panza”
Todos son centroamericanos. La gran mayoría huyeron de las extorsiones y amenazas mortales de las pandillas, afirma Francisco Vásquez, un salvadoreño de 32 años:
“Cuando les dicen que tal día van por ellos a sacarlos si no se van, pues les dan la oportunidad que se vayan, y no se van, pues ya el siguiente día reaccionan pues, y lo dejan todo muerto. Ya han matado a muchas familias aquí así”
Pero su caso es diferente. Francisco salió de El Salvador por que no encontró trabajo. Aunque la violencia y el desempleo están muy relacionados, un estudio del Banco Central de El Salvador estima que cada año los salvadoreños pagan a las pandillas 756 millones de dólares en extorsiones. El drenaje económico es enorme. No sólo impide el crecimiento económico sino además no atrae inversiones para crear empleos. Así describe Francisco la situación:
“Hay más delincuencia que trabajo”
Por eso, el año pasado Francisco y sus tres hermanos se animaron a buscar empleo en Estados Unidos. Soñaban con ganar lo suficiente para construir una casa en San Salvador, donde su madre viva tranquila cuando ya no pueda trabajar.
“Pues hacer nuestro casita, comprar nuestro lote y pues poder vivir juntos pues, todos”
Los cuatro hermanos caminaron durante una semana por el sur de México, evadiendo retenes de migración. En Oaxaca montaron el tren carguero llamado La Bestia.
“Sólo tren, sólo tren, Sólo tren para arriba”
Se escucha sonido del tren…
En el estado de Sinaloa, durante una noche muy oscura, Francisco tuvo un mal presentimiento.
“Sentía la presencia de algo pues, de un mal espíritu”
Él, viajaba en la parte baja del vagón. Sus tres hermanos en el techo. De repente el tren se aceleró mucho.
De pronto, un cable telefónico se estrelló violentamente en la cabeza de Marvin, su hermano menor, y lo arrojó del vagón. Sus tres hermanos se bajaron del tren y con ayuda de la policía local fueron a buscar a Marvin. Lo encontraron aún vivo, pero con una herida extrema en su cabeza. Afligidos, buscaban animarlo, recuerda Francisco.
“No nos abandones viejo aquí estamos. Échale ganas. Ya venimos por usted”
Sin embargo cinco días después, en un hospital en la ciudad costera de Mazatlán perdió la vida. Al saber de la tragedia, los lugareños cooperaron para pagar la cremación de Marvin y llevar sus cenizas a San Salvador para entregárselas a su madre. Derrotados, los tres hermanos regresaron a su pequeño y empobrecido país centroamericano, donde la vida cotidiana sigue su curso.
En un puesto en la banqueta, dos mujeres hacen pupusas a mano, comida típica, que consiste en círculos de masa rellenos con queso y otros ingredientes. Como muchos pequeños comerciantes, para poder operar, tienen que pagar una cuota a la pandilla de la zona. Los que se niegan, pagan con su vida.
Se escucha ambiente del lugar de las pupusas…
El Salvador tiene una de las tasas de homicidio más altas en el mundo. La violencia les cuesta hasta el 16 por ciento de su Producto Interno Bruto según el Banco Central. Pero…
“El gasto quizás más importante es la pérdida de capital humano”, dice José.
José Salguero es economista de San Salvador. Dice que la mayoría de las víctimas mortales son jóvenes. Y esta tragedia afecta seriamente el potencial del país.
“Lo que estamos perdiendo con este proceso de violencia son la gente que debería ser el futuro del país. Una de estas personas podría ser nuestro Bill Gates”
Los que no se involucran con las pandillas y buscan trabajo, muy a menudo son rechazados, afirma Salguero.
“Estos jóvenes son discriminados, incluso si no son parte de pandillas. Es decir cualquier persona que lo va a emplear piensan que pueden ser violento o que está involucrado de alguna manera con un tema violento”
Y esta es la dura realidad para cientos de miles de jóvenes en las calles de El Salvador. Por eso Francisco Vázquez, aunque prefiere vivir en su país, con su familia, asegura que si consigue dinero, nuevamente intentará llegar a Estados Unidos.
“Sí me atrevo irme, pero con una persona que me lleve directamente hasta allá”