Nadie espera que los añejos problemas de la migración hacia El Norte puedan ser resueltos en una visita relámpago de la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris a Guatemala y México, dijeron expertos que discutieron recientemente el mensaje de Harris y el contexto político para un debate más amplio sobre la inmigración.
La administración Biden ha discutido repetidamente la necesidad de enfocarse en las causas profundas y agudas de la migración, para satisfacer las necesidades inmediatas y a largo plazo de las personas que enfrentan hambre, violencia y corrupción sistémica, dice la organización America’s Voice en su página web.
Su análisis busca no distraer la urgente necesidad de “legalizar inmediatamente a millones de indocumentados que llevan décadas viviendo, trabajando y pagando impuestos dentro de Estados Unidos”.
Y no sólo para resolver de una vez por todas la situación de inestabilidad migratoria y económica de esos millones de seres humanos, dice, «sino para ver si en esta ocasión las promesas hechas en campaña sí se cumplen… Y vaya que han sido tantas, que la cuenta ya se ha perdido de generación en generación de inmigrantes, por lo menos en los últimos 30 años… Estados Unidos ve, como su única salvación seguir postergando la solución para legalizar a los que ya están aquí”.
¿Con qué propósito alargar las soluciones a un tema tan analizado, manoseado, entendido y aceptado, como lo es el migratorio? Y ¿por qué hacerle tanto caso a la parte republicana antinmigrante y xenófoba?, se pregunta esta organización. Pero sobre todo, “¿por qué no utilizar la legitimidad política que le han conferido las urnas a este gobierno para enfocar todo su poder en regularizar a esos 11 millones de indocumentados? ¿Es mucho pedir?”.
La respuesta, por el momento, sigue quedando en el aire. Porque aunque la comunidad inmigrante y sus aliados encuentran “loable tratar de destinar fondos a medidas que combatan en los países de origen el flujo de migrantes”, la realidad es que de un día para el otro no se puede poner fin a décadas de corrupción, miseria, violencia de pandillas, falta de acceso a la educación, desempleo e inestabilidad política rampantes. Ni a la xenofobia de la clase política republicana.
Incluso, dicen los expertos en esta discusión, esa especie de ayuda no es nueva, ni ha resultado en mejores condiciones para la región. En todo caso, “ha servido para fomentar aún más la corrupción entre las élites que hacen de esos fondos un coto particular de poder y enriquecimiento ilícito, sobre todo porque no ha habido fiscalización”.
Agrega: “Tampoco se deshacen de un plumazo los desastres de décadas de intervencionismo de EEUU en los gobiernos de Centroamérica, ni las guerras civiles de muchas de estas naciones… Primero crean el desastre, luego se lavan las manos y cuando los habitantes de esos países llegan a estas fronteras buscando ayuda, se lamentan de la crisis que ellos contribuyeron a crear en primer lugar”.
Pero “la historia siempre asesta el ‘efecto boomerang’ a las grandes sociedades que se convierten en verdaderos cotos de poder político y económico, que a la postre no saben qué hacer con lo que producen sus propias decisiones internacionales… su intervencionismo”.
Si por algún grupo se debe empezar, sostiene esta organización, es por “acordarse de nuestros campesinos, no solamente porque sin ellos no comemos, sino porque es un insulto a la humanidad que la nación más poderosa del planeta siga superexplotando a esas miles de familias que realizan uno de los trabajos más complicados y especializados, pero sobre todo más mal pagados”.
Asimismo, el arribo de miles de niños migrantes no acompañados a estas fronteras provocó que el gobierno de Biden anunciara la designación de Harris para abordar las raíces del fenómeno, luego de que los republicanos denunciaran una “crisis” en la frontera que en realidad ocurre cada año, con sus alzas y sus bajas pero siempre un fenómeno cíclico.
No sabemos en qué parará la lucha interna demócrata para tratar de aprobar medidas por mayoría simple en el Senado, en lugar de los 60 votos requeridos para superar un bloqueo o el filibusterismo.
En ese sentido, «Biden tiene dos escollos de su propio partido —los senadores demócratas de West Virginia, Joe Manchin, y de Arizona, Kyrsten Sinema—, que tienen más afinidad con los republicanos y se oponen a eliminar el filibuster», aunque ello implique que no se apruebe una medida que dicen pretender para proteger el derecho al voto de los ataques de Legislaturas republicanas a través del país.
Unos 389 proyectos de ley de supresión de votantes han propuesto los republicanos en 48 estados, delas que ya se han promulgado 22. 61 proyectos están pasando por 18 legislaturas, 31 han aprobado al menos una cámara, y 30 han tenido algún tipo de acción de comité, dice el Centro por la Justicia Brennan■