De la redacción
Nueva York, como el resto de los estados, ciudades y condados de Estados Unidos lucha por controlar y luego derrotar al coronavirus, que azota mortalmente a la sociedad. La batalla es en dos frentes: el relativo a la salud y el económico. Pero en esta pandemia ambos aspectos se entrelazan de manera explosiva. Y aunque el virus no discrimina a las personas con distintos credos religiosos o políticos, en lo económico el Covid-19 no golpea a todos por igual. La comunidad indocumentada latina, por ejemplo, de todos los grupos es la más golpeada. Y por eso en esta ocasión decidimos elevar su perfil, además de por las consideraciones humanistas.
Un coctel ideal para la propagación de Covid-19, y en general para cualquier virus es la falta de redes de seguridad social en la comunidad, particularmente entre las minorías étnicas que carecen de acceso a los cuidados de salud y tienen enfermedades preexistentes como el asma, la diabetes y la hipertensión arterial, por citar a las más recurrentes y señalar las razones socioeconómicas de la pandemia.
La receta incluye además bajos salarios, altas tasas de desempleo sin seguro de desempleo, espacios reducidos en la vivienda y un futuro incierto o borroso que auspicia las enfermedades mentales, como la depresión y la ansiedad económica.
El cuadro se agudiza cuando además las personas de dichas comunidades, llamadas eufemísticamente “de color”, le ponen el pecho a las balas a cambio del desprecio del gobierno federal. Tal es la realidad de la mayoría de los 3.1 millones de inmigrantes que viven por ejemplo en la zona metropolitana de la ciudad de Nueva York, que representan cerca del 37 por ciento de la población de la ciudad y el 44% de su fuerza laboral de acuerdo con cifras muy conservadoras provistas por el gobierno municipal neoyorquino.
Según la fuente, esta población incluye a 360 mil trabajadores indocumentados, 48 mil de los cuales son propietarios de negocios que pagan impuestos estatales y locales, impuestos a las ventas e indirectos, que se pagan en artículos específicos como ventas de gas y registros de vehículos, y que como todos los demás, pagan las reparaciones de carreteras, tribunales estatales, a la policía y los bomberos. También pagan impuestos estatales sobre la renta y la propiedad, lo que financia escuelas públicas, recolección de basura y otros servicios municipales.
Eso, sin contar a los miles y miles de trabajadores ambulantes o de la llamada economía informal, que pagan miles de millones de dólares anualmente en impuestos a través del número ITIN, provisto por la administración del Seguro Social. Esto es importante, especialmente en tiempos de coronavirus, porque a cambio de las multmillonarias sumas de dinero que los indocumentados pagan al fisco, o al Tío Sam, reciben extremadamente poco a cambio, en servicios sociales, lo que además de injusto es inmoral y debería ser ilegal.
Por ejemplo, según escribió en enero de 2019 la publicación MarketPlace, “Si todos los inmigrantes indocumentados fueran deportados hoy, los fondos fiduciarios del Seguro Social del próximo año -2020- tendrían aproximadamente 13 mil millones menos para el pago de beneficios… y se proyecta que los fondos del Seguro Social se agotarán en 2034”.
Y de acuerdo con The New American Economy, los inmigrantes indocumentados contribuyeron con 13 mil millones a los fondos del Seguro Social en 2016, y 3 mil millones más al Medicare.
Ese mismo año, a pesar de sus contribuciones, los indocumentados o sus familias, muchas de ellas con estatus migratorio mixto, recibieron en beneficios diversos apenas mil millones de dólares. El Tío Sam se quedó con los otros 12 mil millones que pagaron dichos inmigrantes indocumentados.
Por otro lado, investigadores del Instituto de Impuestos y Política Económica estiman que los trabajadores indocumentados pagaron un total de 11.7 mil millones de dólares en impuestos estatales y locales en 2014, el año con los datos más recientes para su informe de 2017.
“Los trabajadores indocumentados contribuyen con la mayor cantidad de dólares de impuestos a los estados con las poblaciones más grandes: California, Texas y Nueva York. Sin embargo, algunos estados que se benefician más de su dinero de impuestos son estados rojos y azules que Trump ganó en 2016: La Florida, Georgia, Texas, Carolina del Norte y Arizona”.
Así, dice por su parte Axios, se beneficiaron algunos estados con las contribuciones fiscales de los inmigrantes indocumentados en 2014:
- California, 3 mil 200 millones de dólares.
- Texas, mil 600 millones.
- Nueva York, mil 100 millones.
- Illinois: 758 millones 881mil dólares.
- Florida, 598 millones, 677 mil 875 dólares.
- Nueva Jersey, 587 millones 415 mil dólares.
- Georgia, 351 millones, 718 mil dólares.
- Carolina del Norte, 277 millones 402 mil dólares.
- Virginia, 255 millones 965 mil dólares.
- Arizona, 213 millones, 574 mil dólares.
Hoy día no hay datos dados a la luz pública todavía sobre las contribuciones de los inmigrantes indocumentados en 2019, pero se puede prever que con las políticas racistas de Trump, como las persecuciones y deportaciones de ICE, el sistema de E-verify, la carga pública, etcétera, esta comunidad de inmigrantes indocumentados se habrá limitado aún mucho más en solicitar cualquier tipo de ayuda pública.
Una muestra de ello es que aun siendo los trabajadores esenciales más expuestos a las infecciones de Covid-19, por estar en la primera línea de los servicios y en contacto con potenciales portadores del virus, y con las contribuciones mencionadas al fisco, se quedaron fuera del paquete de ayuda económica, o ‘Ley de respuesta al primer coronavirus para las Familias’, de 2.3 millones de millones de dólares que aprobó el Congreso a fines de marzo.
Y es de suponer también que, salvo los esfuerzos locales y civiles que se persiguen en diversos estados, como California y Nueva York, el nuevo paquete de ayuda económica que se cocina actualmente en el Congreso, y que estaría listo tal vez esta misma semana, podría dejar fuera otra vez a los inmigrantes indocumentados\
-¿Qué lecciones podría dejar esta pandemia de coronavirus cuando haya pasado la crisis?, preguntó ayer Samuel Orozco en Línea Abierta a su invitado, el Dr. Rafael Lantigua, una eminencia en medicina, médico internista del Columbia University Medical Center en la ciudad de Nueva York.
Y esta fue la respuesta de Lantigua: