Maribel Hastings
America’s Voice, Washington, DC
El Partido Republicano parece tener un deseo de autodestrucción.
En la lucha por la nominación presidencial, el bando republicano es liderado por un neurocirujano con extrañas propuestas, Ben Carson, y por un espectáculo andante, Donald Trump.
Tras el debate de la cadena CNBC, la conclusión del día es que el senador republicano de la Florida, Marco Rubio, emergió como el más beneficiado y favorecido por el establishment republicano y por quienes aportan millones de dólares a las campañas, y a quien ven como la esperanza para atraer el voto latino a nivel nacional. Esto, aunque Rubio abandonó la reforma migratoria integral del modo que alguna vez la apoyó. Ahora favorece una reforma por etapas mediante la cual la legalización y potencial tarjeta verde vendrían sólo luego de que se «controlen» las fronteras (aunque la inmigración no autorizada esté a sus niveles más bajos en 40 años), y a que se implemente un sistema de inmigración legal basado en méritos y no en lazos familiares, como el que usó su familia cuando arribó a Estados Unidos procedente de Cuba.
Jeb Bush, la gran esperanza de las figuras republicanas latinas, ya es dado por descartado por observadores que consideran que el ex gobernador de La Florida no ha podido destacarse entre los aspirantes a la nominación republicana. Bush, quien se alejó de su apoyo inicial a una vía a la ciudadanía y ahora habla de legalización, es, sin embargo, quien podría usar su historia personal y sus asociaciones para apelar al voto latino: casado con una mexicana, totalmente bilingüe, ex gobernador de un estado vital para ganar la presidencia, hermano e hijo de dos ex presidentes populares entre los hispanos, sobre todo su hermano, George W. Bush, el único republicano en haber logrado 44% del voto latino en su reelección en 2004, y el último en haber ocupado la Casa Blanca, gracias a eso.
Ahora, tras las quejas de los precandidatos republicanos que aspiran a presidir una potencia pero dan pataletas por las preguntas de los moderadores de los debates, el Comité Nacional Republicano (RNC) suspendería la sociedad con NBC News para futuros debates, lo cual supone que la única cadena hispana que transmitiría un debate republicano, Telemundo, quedaría fuera.
Y el recién estrenado presidente de la Cámara Baja, Paul Ryan, republicano de Wisconsin, reiteró el domingo que no planifica llevar la reforma migratoria a votación porque «no pueden confiar» en un presidente, Barack Obama, que giró órdenes ejecutivas migratorias. Ryan no dice que su partido no llevó a votación la reforma migratoria amplia que el Senado aprobó en 2013 porque entonces, como ahora, la agenda legislativa la dicta el bando antiinmigrante de la cámara baja.
Ryan debería saber más que eso. En 2012 fue aspirante a la vicepresidencia junto a Mitt Romney y defendió la plataforma de autodeportación promovida por el candidato y con la cual logró apenas 27% del voto latino, perdiendo la Casa Blanca. Tras la debacle, Ryan se acercó a su colega demócrata de Illinois, Luis Gutiérrez, y a otros hispanos republicanos que intentaron, sin éxito, impulsar la reforma con vía a la ciudadanía que Ryan alguna vez apoyó.
En el 2005, Ryan apoyó la Ley Sensenbrenner de criminalización a los indocumentados; y en el 2010 votó en contra del DREAM Act.
Pero sus comienzos políticos fueron marcados por conservadores con posturas migratorias pragmáticas, como Jack Kemp y William Bennett, de la organización Empower America, que en 1994 se opuso a la antiinmigrante Proposición 187 de California. Ryan escribía los discursos de Kemp.
Es una lástima que se doblegue a la presión del bando antiinmigrante.
Aunque falten cuatro meses para el inicio de las asambleas populares y primarias republicanas y un año para las elecciones presidenciales, los republicanos siguen dando señales de que están renunciando al voto hispano.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice