Marco Vinicio González
La democracia es un tema de preocupación no sólo en Estados Unidos sino en el mundo, cuando algunos paises como Italia, por citar uno, se han movido a la derecha. Pero en el sub Continente Americano, como sucedió recientemente en Chile, Brasil dio un vuelco este domingo hacia un gobierno de corte progresista con el regreso del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien triunfó con un margen muy apretado sobre su oponente negacionista, Jair Bolsonaro.
Lula, como se le conoce en Brasil y en el resto del mundo, había sido enviado a prisión por Bolsonaro, pero tras ser absuelto volvió y ganó con el 50.9 por ciento de los votos, contra el 49.1% de Bolsonaro. Con esto los brasileños expresaron su rechazo a la política de extrema derecha del todavía presidente titular.
Y aunque diversos presidentes latinoamericanos, entre los que se encuentran el mexicano el estadunidense y el cubano llamaron para felicitar a Lula, Bolsonaro no ha concedido el triunfo y esto se está volviendo cada vez más preocupante porque el líder de extrema derecha, a menudo comparado con Trump, durante meses ha dicho que si no ganaba iba a desconocer la elección. Como puede verse, una tendencia negacionista recorre el mundo.
Esto ha generado preocupación sobre la estabilidad del país más grande de América Latina, con una selva considerada los pulmones del continente, que por cierto ha sido arrasada en gran medida por las políticas extractivistas y ganaderas de Bolsonaro. Brasil también es un país de los más importantes económicamente en Latinoamérica, y una de las mayores democracias del mundo.
Bolsonaro ha afirmado constantemente, sin pruebas, que el sistema de votación electrónica de Brasil está plagado de fraudes y que la ‘izquierda’ planeaba manipular la votación. Quizás al lector estas acusaciones le resulten familiares.
Dichas acusaciones han logrado que millones de seguidores de Bolsonaro hayan perdido la fe en la integridad de las elecciones de su nación, dice The New York Times, porque de acuerdo con las más recientes encuestas muchos brasileños han dicho públicamente estar preparados para salir a las calles, bajo las órdenes de su líder Bolsonaro. Una amenaza muy seria porque podría desencadenar una guerra civil o por lo menos caos.
Para da Silva la elección fue un regreso sorprendente. Su encarcelamiento por “corrupción” lo dejó fuera de las elecciones de 2018, que fueron ganadas por Bolsonaro, quien usó la presidencia para promover valores sociales de derecha recalcitrante mientras pronunciaba discursos incendiarios y ponía a prueba las instituciones democráticas.
Luiz Inácio Lula da Silva ganó por 2.1 millones de votos, o 18 puntos porcentuales, en una elección en la que votaron más de 118 millones de brasileños.
En su discurso de aceptación el domingo por la noche, da Silva reconoció la profunda división del país y dijo que buscaría unir a la nación. “Gobernaré para 215 millones de brasileños, y no sólo por los que votaron por mí”, dijo. “No hay dos Brasiles. Somos un país, un pueblo, una gran nación”•