El gobernador del estado de Washington, Jay Inslee declaró la zona en emergencia luego de que en semanas recientes una inesperada tormenta causara fuertes vientos, lluvias torrenciales y el desbordamiento del Río Nooksack. El saldo fue la inundación de casas y negocios de decenas de miles de residentes de 14 condados en la región que colinda con Canadá. Desde ese estado del noroeste, José Luís Buen Abad reporta sobre los daños y la ayuda de emergencia que comienza a llegar a los damnificados.
Jesús Barajas, de 23 años, es mexicano y trabaja en la construcción. Un día lluvioso salió de su casa para ir a trabajar y no pudo regresar por la inundación causada por el desbordamiento del Río Nooksack.
“Había mucha lluvia. En una semana llovió bastante y toda la lluvia se juntó y el río desbordó”
Más del 80 por ciento de las casas del pequeño poblado de Sumas están dañadas. El agua también se metió en muchos negocios. Seis vagones de ferrocarril se volcaron sobre las vías y numerosos autos quedaron sumergidos. Las calles y carreteras estaban bajo el agua. Para sacar a las personas atrapadas usaron lanchas y tractores. Jesús dice que en algunos lugares el agua llegaba a los 7 pies.
“Yo no pude entrar y mi familia estaba en la casa todavía. Pues yo nervioso y espantado de tratar de sacarlos de la casa lo más pronto posible”
Jesús pasó el día ayudando a personas a bajarse de las lanchas y llevarlas a un lugar seco y seguro. Se reencontró en la noche con su mamá y su hermana en un refugio donde cientos de personas esperaban que dejara de llover sin saber qué pasaría el día siguiente.
“Pues me sentí bien alegre, pero a la misma vez, obviamente yo todavía ando asustado, ¿verdad?, porque no supe qué iba a pasar después de eso…”
Las iglesias y otros grupos de voluntarios comenzaron a recaudar fondos para aliviar las necesidades inmediatas: el hambre y el frío. Las personas donaron ropa y comida.
Christina Fonseca, es voluntaria:
“Pusimos una lista, qué se puede donar y eso… y para nuestra comunidad, la gente también trajo comida, frijoles, arroz; cosas pa’ los niños”
Pero ahora viene el trabajo arduo y costoso de limpiar y reparar viviendas y negocios. La familia de Jesús, como la gran mayoría no tiene seguro contra inundaciones. Los expertos calculan que el costo de reparación de todas las casas dañadas, sin incluir a los negocios, puede llegar a los 12 millones de dólares.
Las lluvias torrenciales por el llamado río atmosférico que rompieron récord, llegaron en un momento en que la economía apenas empezaba a recuperarse y sin salir totalmente de la pandemia de Covid-19. Las agencias estatales no se dan abasto para ofrecer los escasos recursos disponibles. Javier Ruiz trabaja para los servicios móviles del Departamento de Servicios de Salud y Sociales del estado.
“El DSHS no va a cubrir exactamente todas las necesidades de uno, solamente lo más básico”
Ruiz coordina un grupo que con dos camiones llevan ayuda a los lugares de desastres. El problema es que la zona afectada abarca 14 condados, docenas de ciudades y miles de personas. Tan sólo en el condado donde está el poblado de Sumas las autoridades dicen que 500 personas fueron desplazadas de sus casas. Además Ruiz está consciente que las agencias como la suya sólo pueden ofrecer un poco de alivio inmediato y reconoce que el desastre está afectando emocionalmente a los damnificados.
“Mucha de la gente están llegando tristes, se sienten mal, porque han perdido muchas de las cosas por las que han trabajado duro para poder obtener en su vida”
Mientras tanto las autoridades estatales y locales discuten cómo estar mejor preparados para el próximo año. No saben si las lluvias recientes son una excepción o será la nueva realidad ante el cambio climático.
Para la Edición Semanaria del Noticiero Latino, desde Seattle, Washington José Luís Buen Abad.
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