Por Heidi de Marco
California Healthline
Un número creciente de mujeres embarazadas se encuentran entre los migrantes que buscan asilo en Estados Unidos. Muchas deben esperar en México hasta las audiencias en las que se presenten sus casos, y pasar semanas o meses en refugios con acceso limitado a la atención médica.
Crece el número de mujeres embarazadas entre las migrantes que llegan a diario a la frontera de Estados Unidos desde Honduras, Guatemala, El Salvador, e incluso Haití, a más de 30 albergues ya desbordados en Tijuana, México.
«Están llegando más mujeres embarazadas o con bebés», dijo el pastor Gustavo Banda, de la iglesia Embajadores de Jesús, que opera un refugio en Cañón del Alacrán, en las afueras de Tijuana. «Tenemos muchas mujeres haitianas y algunas centroamericanas».
Algunas también quedan embarazadas mientras esperan.
Estas mujeres embarazadas están estancadas aquí a causa del programa «Remain in Mexico» (Permanecer en México) de la administración Trump, que requiere que algunos solicitantes de asilo se registren en los puntos de entrada a Estados Unidos, y luego regresen a las ciudades fronterizas mexicanas para esperar mientras se procesan sus solicitudes.
Es un período de gran ansiedad, aunque sólo sea porque muchas quieren que sus hijos nazcan en Estados Unidos. La Constitución garantiza que todos los niños nacidos en suelo estadunidense son automáticamente ciudadanos.
El presidente Donald Trump ha condenado en repetidas ocasiones a los llamados «bebés ancla», argumentando que muchos migrantes utilizan a estos niños para establecer una base en el país que los ayude a obtener un estatus legal.
El otoño pasado, Trump amenazó con emitir una orden ejecutiva que anularía la ciudadanía por nacimiento. No lo ha cumplido, y los estudiosos de la Enmienda 14 de la Constitución, dicen que una orden ejecutiva no puede anularla.
México ofrece la ciudadanía por nacimiento, pero no es exactamente igual a la versión estadunidense.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (ICE) de Estados Unidos no registra la cantidad de mujeres embarazadas que solicitan asilo, pero los refugios mexicanos informan que el número está aumentando.
Durante los días, semanas y meses que estas mujeres esperan es difícil obtener atención prenatal. Dependen principalmente de trabajadores médicos voluntarios para sus chequeos, ecografías, ultrasonidos y vitaminas. Por la atención prenatal inconsistente, son más vulnerables a abortos espontáneos y otras complicaciones.
Algunos refugios programan visitas de médicos y enfermeras, otros coordinan la atención con las clínicas locales.
Pero si todavía están esperando por sus audiencias de asilo, el mayor desafío de salud que enfrentan es encontrar un lugar para dar a luz en México.
Para poder dar a luz en un hospital mexicano deben inscribirse en el Seguro Popular, un programa de salud similar a Medicaid. Pero para ser elegible a un parto en el hospital, deben haber obtenido un ultrasonido, un requisito que ha sido difícil de cumplir para la mayoría de estas mujeres, dijo Phil Cañete, coordinador clínico de la organización sin fines de lucro, Refugee Health Alliance.
«Cuestiones como el idioma, el transporte y la falta de conocimiento de los recursos locales crean barreras para una atención prenatal o un parto adecuado», agregó Cañete.
Quien esto escrfibe, del California Healthline, se reunió con dos mujeres migrantes embarazadas que están esperando en el limbo de los refugios de Tijuana.
El Hotel Migrante Ángeles Sin Fronteras en Tijuana, México, sirve como hogar temporal para aproximadamente 30 de los migrantes que han llegado en grandes caravanas desde Centroamérica. El refugio alberga principalmente a familias con niños que buscan asilo en Estados Unidos.
Jiménez Martínez esperó durante tres semanas en una fila en la frontera de Estados Unidos con lo que se sentía como «miles de personas» para poder solicitar asilo, dice ella. Ahora pasa sus días esperando que se llame a su número para que un tribunal de Inmigración estadunidense pueda ver su caso.
Dijo que ella y su esposo huyeron de Honduras porque no podían encontrar un trabajo estable y sufrían el hostigamiento constante de pandillas locales en su ciudad natal, Tegucigalpa. Contó que esperó durante tres semanas en una fila en la frontera con Estados Unidos, con lo que se sentía como «miles de personas» para poder solicitar asilo. Ahora pasa sus días esperando que llamen su número para que un tribunal de Inmigración de Estados Unidos pueda ver su caso.
El refugio ayudó a Jiménez Martínez a obtener un ultrasonido y vitaminas prenatales de una clínica local. Ella no puede permitirse ningún otro cuidado. Saber que estaba embarazada la alentó a hacer el viaje de un mes desde Honduras a México porque dice que quiere una vida mejor para sus hijos. “Viajamos con una caravana de unas mil 300 personas. Caminamos o viajamos en tren», dijo. Si ella y su esposo no reciben asilo, planean quedarse y criar a sus hijos en Tijuana.
En el refugio Jiménez Martínez comparte el nivel inferior de una litera con su esposo. «Es difícil dormir porque los bebés se mueven mucho y me mantienen despierta toda la noche», dijo. La comida no está garantizada en el refugio, por lo que su esposo corta el pelo para comprar un poco más de comida. «Tengo antojos, pero no tenemos dinero para una nutrición adecuada», contó.
El refugio Camino de Salvación, dirigido por la iglesia Embajadores de Jesús, se encuentra en Cañón del Alacrán, en las afueras de Tijuana. Alberga a unos 75 migrantes, y comenzó a aceptar refugiados hace dos años en respuesta a un fuerte aumento en el número de solicitantes de asilo haitianos. Desde entonces ha abierto sus puertas a migrantes centroamericanos.
La ropa de bebé se seca en el refugio Camino de Salvación, que es el hogar de familias con niños. El refugio está ubicado a unos 20 minutos de la frontera, en el barrio El Pipila de Tijuana, al final de un largo camino de tierra. El acceso a agua y electricidad es limitado. Todos los migrantes comparten dos baños, cada uno con algunas casetas.
Daniela Pierre espera mientras su marido lleva la ropa para lavar. Pierre huyó de Haití hace cuatro años después que la economía colapsara y terminara en Venezuela. Pero dijo que la agitación política allí la obligó a seguir moviéndose, y pasó cuatro meses viajando en autobús y caminando hacia la frontera de Estados Unidos. Ha estado viviendo en el refugio de Tijuana durante tres meses, mientras que el gobierno de Estados Unidos considera su solicitud de asilo.
Pierre, de 26 años, tiene cuatro meses de embarazo y espera un niño. «Como mujer embarazada, nunca te sientes bien», dijo. A Pierre la examinaron médicos voluntarios que visitan el refugio y le recetaron un medicamento para aumentar su apetito. A diferencia de Jiménez Martínez, a Pierre no le importa si su hijo nace en Estados Unidos o en México. «No importa dónde nazca, siempre y cuando esté sano», dijo.
Pierre observa mientras su hijo Adrián, de 2 años, juega. «Cuando tienes hijos, debes buscar un futuro mejor para ellos», dijo. Pierre comparte una de las carpas del fondo con su esposo y sus dos hijos. Dormir en un suelo duro con algunas mantas es incómodo. «Cuando eres un inmigrante y no trabajas, es difícil comprar las cosas que necesitas», dijo.
Pierre debe esperar en el refugio por lo menos dos meses más antes de poder comparecer ante un juez de Inmigración de Estados Unidos. «Nuestro número es el 2 mil 716″■