Por Paula Andalo
Antes que el mortal coronavirus golpeara muy fuerte a Nueva York, el trabajo del enfermero especializado en gerontología, Francisco Díaz, era enseñarles a adultos mayores a manejar su diabetes. Ahora, está en el corazón de la pandemia, trabajando en una sala de emergencias en Manhattan.
“He trabajado durante brotes de influenza, de gripe porcina, pero nunca durante una amenaza de salud pública de esta envergadura”, dijo Díaz.
El miércoles de la entrevista (8 de abril) fue “uno de los días más duros” en su hospital, Mount Sinai West, le dijo a Kaiser Health News (KHN). Esa noche, el gobernador Andrew Cuomo anunció cerca de 800 muertes en el estado a causa de COVID-19, la enfermedad que causa el nuevo coronavirus.
“Estoy atendiendo a muchos pacientes hispanos con COVID”, dijo Díaz. En la Ciudad de Nueva York, ha habido más muertes de latinos por el virus que de blancos no hispanos, personas de raza negra no hispanas y asiáticos, según revelan datos preliminares del Departamento de Salud municipal.
Díaz destaca que muchos pacientes hispanos no pueden dejar de trabajar y enfrentan un riesgo mayor de contraer el coronavirus.
El hablar español y entender la cultura le facilita a Díaz conectarse con sus pacientes y sus familias. “Para los latinos, es particularmente difícil porque con COVID-19 la atención del paciente es más impersonal”, explicó.
“No podemos tocarlos, acercarnos demasiado, por eso hablar con la familia es muy importante, ofrecerles información sobre sus seres queridos, en una lengua que pueden entender”, agregó.
En Estados Unidos hay 276 mil enfermeras y enfermeros hispanos, un 10% de esta fuerza de trabajo en salud, “a pesar del hecho de que los hispanos representan el 30% de la población”, dijo Norma Cuellar, presidenta de la National Association of Hispanic Nurses.
Díaz nació en la Ciudad de Nueva York, cuando su familia escapó en 1965 de la guerra civil en República Dominicana. Cuando el conflicto armado terminó, regresaron a Santo Domingo, en donde creció. A los 25 volvió a Nueva York para seguir con su carrera en atención de salud.
En días normales, Díaz trabaja con adultos mayores en Mount Sinai Morningside, en el Upper West Side de Manhattan, no lejos de su casa en Washington Heights, y estudia para presentar su doctorado.
Pero al explotar la crisis del coronavirus en la ciudad, lo trasladaron a Mount Sinai West, unas 60 cuadras al sur, para trabajar en la sala de emergencias. Dependiendo del día, atiende entre 8 a 12 pacientes con síntomas de COVID-19, a los que acompaña a hacerse pruebas, administra sus medicamentos y toma sus signos vitales.
También ayuda a que los pacientes entiendan el proceso y, aunque pasa sólo un corto tiempo con ellos, trata de que se sientan lo más cómodos posible.
“Los enfermeros somos el engranaje del hospital y tenemos un contacto muy directo con el paciente”, reflexionó.
Durante la epidemia, dijo que ha estado atendiendo a pacientes de 21 a 90 años. Cuando dejan la guardia o se los interna, muchas veces no sabe cómo siguen.
“No trabajo en terapia intensiva… a algunos de ellos no los tengo que ver morir”.
Díaz dijo que es extremadamente cuidadoso, por asegurarse de no llevar el virus a casa e infectar a su esposo. Cada noche, inmediatamente apenas llega, se saca la ropa y va directo a ducharse. Dijo que su perspectiva es positiva: “Tengo 54 años, pero soy sano, no tengo condiciones preexistentes”.
“La gente me pregunta más que nunca si tengo miedo”, dijo. “No tengo miedo. Solo estoy haciendo mi trabajo”■