Maribel Hastings
Washington, DC
Si bajo la sombra de la pesquisa del ‘Rusiagate’ Donald Trump atacó sin piedad a quienes lo investigaban, imagine de lo que será capaz ahora que el fiscal especial Robert Mueller concluyó que ni Trump ni su campaña conspiraron criminalmente con los rusos para influir los resultados de la elección de 2016, aunque el reporte señala que los rusos sí intentaron alterar la contienda por diversas vías.
Aunque Trump se jacta de que su exoneración fue “total”, la carta de cuatro páginas del Secretario de Justicia, William Barr, que resume el reporte de Mueller, concluye que el fiscal especial ni acusa ni exonera a Trump de obstrucción de justicia, dejando la decisión en manos de Barr, designado por Trump, y del subsecretario de Justicia, Rod Rosenstein, quienes, en resumidas cuentas, concluyeron que si no hubo colusión, no puede haber habido obstrucción de justicia.
Pero para Trump eso no importa y mientras afirma que la exoneración fue “total”, enfila sus cañones contra quienes impulsaron la pesquisa de 22 meses catalogándolos de “traidores” que actuaron con maldad y amenazando con que serán investigados.
Y de hecho, su amigo, el senador republicano de Carolina del Sur, Lindsey Graham aseguró el lunes que el Comité Judicial que preside investigará a fondo el origen de la pesquisa incluso indicando que debería designarse un fiscal especial con esos fines.
Es decir, que aunque no hemos visto el reporte de Mueller y solamente leímos la interpretación de Barr sobre el reporte de Mueller, y aunque no queda claro si Trump obstruyó o no la justicia, Trump echará mano del ángulo de “no colusión” para movilizar a su base y a otros votantes de cara a los comicios presidenciales del 2020.
Si bien es cierto que Trump enfrenta otras pesquisas, y que la cámara baja demócrata también conduce las suyas, la realidad es que la carta de Barr ha envalentonado todavía más a Trump y a sus aliados. A Trump no le temblará la mano para señalar culpables y “hacerlos pagar” de algún modo, y eso incluye a funcionarios y exfuncionarios del la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), por ejemplo, a miembros de la prensa y a demócratas del Congreso.
Trump hará honor a su afinidad con los autócratas y dictadores que persiguen a sus “enemigos” políticos. Y utilizará “No colusión” como un grito de guerra para convocar a sus huestes.
Empero, este desarrollo ni cancela ni elimina las acciones y políticas públicas de un presidente prejuicioso, divisivo e irrespetuoso de la ley y el orden.
Colusión rusa o no, Trump sigue siendo el mismo y sus políticas prejuiciosas en materia migratoria, por ejemplo, seguirán infligiendo daño. Trump ha separado familias en la frontera, ha enjaulado niños, impulsó un veto musulmán y en estos momentos está enfrascado en una lucha sin cuartel contra el pueblo de Puerto Rico recortando fondos de estampillas de alimentos en una Isla que no se ha recuperado del embate del huracán “María” que destrozó la economía, dejó a miles sin empleo y desplazó a cientos de miles hacia Estados Unidos.
Lo de Trump con Puerto Rico es personal, quizá por tratarse de un territorio con 3.2 millones de hispanos ciudadanos y porque cuando se trasladan a Estados Unidos, tienden a votar por los demócratas o se registran sin afiliación partidista prefiriendo votar por candidatos y no partidos. Trump insiste en reducir la ayuda a Puerto Rico argumentando que el gobierno de la Isla está utilizando fondos federales para reducir su deuda a pesar de que la Junta fiscal designada por Estados Unidos y que controla la cartera de la Isla no ha propuesto usar la ayuda de desastres para pagar otras obligaciones financieras.
Trump no cambiará. Si acaso, redoblará sus ataques ahora que se siente reivindicado.
Por eso es necesario que los demócratas, mientras supervisan los excesos de esta administración, entiendan la importancia de impulsar un candidato o una candidata viable que pueda competir efectivamente contra Trump. Las investigaciones son oportunas, pero no deben consumir el tiempo que necesitan para competir efectivamente en 2020. Y sobre todo, es vital que los votantes que quieran un cambio participen del proceso electoral.
Es obvio que Trump ha emergido fortalecido del Rusiagate. Desconozco qué pueda pasar en los 20 meses que restan para las elecciones presidenciales del 2020. De lo que no me cabe la menor duda es que los demócratas y los votantes no pueden subestimar a Trump como lo hicieron en 2016. Sin el Rusiagate sobre su cabeza, Trump y sus huestes están listos para asegurarse otros cuatro años en la Casa Blanca■