El Papa en la ONU, medio ambiente y exclusión III

El Papa Francisco en la ONU

El Papa Francisco en la ONU

De La Redacción

El derroche de la creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que solo nos vemos a nosotros mismos” . Por eso, la defensa del ambiente y la lucha contra la exclusión exigen el reconocimiento de una ley moral inscrita en la propia naturaleza humana, que comprende la distinción natural entre hombre y mujer, y el absoluto respeto de la vida en todas sus etapas y dimensiones (incluida la pena de muerte).

A su paso por Estados Unidos (Washington, DC, Nueva York y Filadelfia), y tras haber visitado Cuba Jorge Mario Bergoglio, o el Papa Francisco concentró sus baterías en dos sedes primordialmente: la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, y el Salón de la Independencia en Filadelfia, donde se dirigió, sobre todo y de modo central a la comunidad latina e inmigrante. Porque tal vez en dichos lugares el pontífice fue más enfático al exponer las ideas de su encíclica, a saber, sobre la inequidad social y económica, los pobres o excluidos y ‘la cultura del descarte’; un derecho del ambiente y la necesidad de frenar su deterioro; la migración, el derecho a la vida, pero también en los casos de la pena de muerte; el narcotráfico, la trata de personas y la corrupción. En sus intervenciones en la Casa Blanca a su llegada, o en el Congreso luego, donde también hizo historia, reiteró estas mismas ideas, sólo que en su calidad de invitado especial optó por una forma de hacerlo más diplomática o menos incisiva.

En efecto, el carismático Papa Francisco, de trato sencillo y comportamiento humilde y afable, de tono pausado y forma directa para dirigirse a las cosas y a los demás, dejó Estados Unidos ya; partió de regreso a Roma. Sin embargo, como dijimos al inicio de esta serie de entregas sobre este tema, sus ideas quedan para la reflexión. Se trata de una reflexión que se antoja necesaria y urgente, por el momento tan delicado o peligroso que atraviesan el mundo y la humanidad, independientemente de credos religiosos o ideológicos.

Para navegar estas ideas del Papa Francisco en la ONU echamos mano aquí del buen trabajo periodístico que realizó el director de Noticias de Radio Bilingüe, Samuel Orozco, y que transmitió con oportunidad en días pasados, en el programa radiofónico Línea Abierta, que él mismo co-fundó hace poco más de 20 años y que  conduce también.

El Papa y el derecho del medio ambiente

En la ciudad de Nueva York, ante la Asamblea General de la ONU, además de ofrecer un marco moral para la discusión de los asuntos del mundo Francisco hiso énfasis en el tema del medio ambiente y la defensa de los derechos de las mujeres y hombres excluidos, “poniendo los derechos de ambos en un mismo plano, sin separación”, dice Orozco al introducir el primer segmento que seleccionó con las palabras del pontífice:


“Ante todo, hay que afirmar que existe un verdadero ‘derecho del ambiente’ por un doble motivo. Primero, porque los seres humanos somos parte del ambiente. Vivimos en comunión con él, porque el mismo ambiente comporta límites éticos que la acción humana debe reconocer y respetar. El hombre, aun cuando está dotado de ‘capacidades inéditas’ que ‘muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico’ (Laudato si’, 81), es al mismo tiempo una porción de ese ambiente. Tiene un cuerpo formado por elementos físicos, químicos y biológicos, y solo puede sobrevivir y desarrollarse si el ambiente ecológico le es favorable. Cualquier daño al ambiente, por tanto, es un daño a la humanidad. Segundo, porque cada una de las creaturas, especialmente las vivientes, tiene un valor en sí misma, de existencia, de vida, de belleza y de interdependencia con las demás creaturas. Los cristianos, junto con las otras religiones monoteístas, creemos que el universo proviene de una decisión de amor del Creador, que permite al hombre servirse respetuosamente de la creación para el bien de sus semejantes y para gloria del Creador, pero que no puede abusar de ella y mucho menos está autorizado a destruirla. Para todas las creencias religiosas, el ambiente es un bien fundamental (cf. ibíd., 81)”.

Orozco señala que el Papa conectó entonces el tema de la pobreza y la desigualdad social y económica con los ataque al medio ambiente:

“El abuso y la destrucción del ambiente, al mismo tiempo, van acompañados por un imparable proceso de exclusión. En efecto, un afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material lleva tanto a abusar de los recursos materiales disponibles como a excluir a los débiles y con menos habilidades, ya sea por tener capacidades diferentes (discapacidades) o porque están privados de los conocimientos e instrumentos técnicos adecuados o poseen insuficiente capacidad de decisión política. La exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y al ambiente. Los más pobres son los que más sufren estos atentados por un triple grave motivo: son descartados por la sociedad, son al mismo tiempo obligados a vivir del descarte y deben sufrir injustamente las consecuencias del abuso del ambiente. Estos fenómenos conforman la hoy tan difundida e inconscientemente consolidada ‘cultura del descarte’.

Aplausos.

Lo dramático de toda esta situación de exclusión e inequidad, con sus claras consecuencias, me lleva junto a todo el pueblo cristiano y a tantos otros a tomar conciencia también de mi grave responsabilidad al respecto, por lo cual alzo mi voz, junto a la de todos aquellos que anhelan soluciones urgentes y efectivas”.

Las palabras del Papa buscan tal vez anexar este catálogo de males humanos a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la Cumbre Mundial, que iniciaba precisamente ese mismo día que el Pontífice daba su discurso en la ONU. Además, anticipaba la Conferencia de París sobre cambio climático, para tratar de lograr acuerdos fundamentales y eficaces.

“El mundo reclama de todos los gobernantes una voluntad efectiva, práctica, constante, de pasos concretos y medidas inmediatas, para preservar y mejorar el ambiente natural y vencer cuanto antes el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado.

Aplausos.

Es tal la magnitud de estas situaciones y el grado de vidas inocentes que va cobrando, que hemos de evitar toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias. Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente efectivas en la lucha contra todos estos flagelos”.

El sumo Pontífice fue cautelo en sus discursos para no invadir los asuntos más álgidos de la política nacional. Sin embargo no vaciló en hacerlo cuando tuvo que hacerlo. Como cuando Francisco aplaudió al presidente Obama en la Casa Blanca, por sus iniciativas para reducir la polución del aire y ambiental, apunta Samuel Orozco.

“La crisis ecológica, junto con la destrucción de buena parte de la biodiversidad, puede poner en peligro la existencia misma de la especie humana. Las nefastas consecuencias de un irresponsable desgobierno de la economía mundial, guiado solo por la ambición de lucro y de poder, deben ser un llamado a una severa reflexión sobre el hombre: El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza” (Benedicto XVI, Discurso al Parlamento Federal de Alemania, 22 septiembre 2011; citado en Laudato si’, 6). La creación se ve perjudicada ‘donde nosotros mismos somos las últimas instancias […] El derroche de la creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que solo nos vemos a nosotros mismos’ (Id., Discurso al Clero de la Diócesis de Bolzano-Bressanone, 6 agosto 2008; citado ibíd.). Por eso, la defensa del ambiente y la lucha contra la exclusión exigen el reconocimiento de una ley moral inscrita en la propia naturaleza humana, que comprende la distinción natural entre hombre y mujer (cf. Laudato si’, 155), y el absoluto respeto de la vida en todas sus etapas y dimensiones (cf. ibíd., 123; 136).

Continúa…

Programa completo de Línea Abierta, jueves 24 de septiembre de 2015

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