Maribel Hastings
America’s Voice, Washington, DC
La primaria de Wisconsin cobró una insospechada importancia y, al final, como apuntaban los sondeos, el precandidato y senador republicano de Texas, Ted Cruz ganó. Aun así, Donald Trump se llevó un puñado de los 42 delegados del estado. El gobernador de Ohio, John Kasich, quedó en un relegado tercer puesto.
Cruz intentaba demostrar que podía ganar más, que asambleas populares o la primaria de su estado, Texas, para convencer a los incrédulos de que puede competir en una contienda nacional.
Empero, lo único que queda claro es que, hasta ahora, la contienda por la nominación presidencial republicana pinta como un sabroso enfrentamiento en el pleno de la Convención Nacional de ese partido en Cleveland, Ohio, de 18 al 21 de julio.
Por el bando demócrata, Bernie Sanders se impuso ante Hillary Clinton en Wisconsin, reafirmándose como la piedra en el zapato para la campaña de la ex Secretaria de Estado que, de todos modos, sigue liderando la interna demócrata.
Para asegurar la nominación republicana antes de Cleveland se requieren mil 237 delegados, y la simple matemática sugiere que se trata de una tarea cuesta arriba para los tres mosqueteros en la contienda (Cruz, Kasich y Trump).
Su derrota en Wisconsin supone, sin duda, un escollo para Trump, quien sigue al frente; pero la interrogante es si puede acumular esos mil 237 delegados cuando culminen las primarias republicanas el 7 de junio. Si no fuera el caso, el asunto tendría que dirimirse antes de la Convención, posiblemente sumando los delegados no comprometidos de otros precandidatos. De no ser así, se dilucidaría al abrir la Convención con el potencial de no resolverse en una primera votación. Pero me adelanto.
Aunque lleva la delantera, Trump está lidiando con varios asuntos en su contra, entre otros una campaña que busca evitar que sea el nominado, con base en la enorme antipatía de la que goza entre la clase dirigente del Partido Republicano. Antipatía que llega a tal grado, que ese establishment se ha alineado con Cruz, una figura divisiva que en el Senado ha logrado más enemigos que amigos. Pero ahora lo ven como el ‘menos malo’, aunque insisto en que Trump y Cruz están cortados por la misma tijera, son igual de antinmigrantes, y Cruz podría ser todavía más peligroso.
El disgusto con Trump es tal, que en los pasados días incluso han surgido nombres de figuras que ni siquiera están compitiendo por la nominación republicana, como es el caso del presidente de la Cámara Baja, Paul Ryan (R-WI), quien tuvo que aclarar que no está interesado en que se le considere como contendiente en una convención abierta.
Trump tiene también en su contra una campaña desorganizada y su propia bocaza que, aunque le favorece con su base, no es el caso entre los sectores electorales requeridos para ganar una elección general, como por ejemplo entre mujeres, latinos y otras minorías, republicanos moderados y votantes independientes. La pregunta es si en una elección general Cruz también sería capaz de apelar a estos sectores ante una candidata o un candidato demócrata.
Dicho esto, la otra interrogante es si en caso de que Trump llegue a la convención sin los mil 237 delegados, pero con una mayoría de ellos, la clase dirigente se arriesgará a combatirlo hasta las últimas consecuencias fracturando aún más al Partido Republicano y, con ello, ayudando a los demócratas en la lucha por la Casa Blanca.
Este ciclo electoral ha demostrado ser una especie de episodio de la Dimensión Desconocida donde cualquier cosa puede suceder. Y de lo que no cabe duda es que el bando republicano ha cocido un arroz con mango que está probando ser muy difícil de digerir.