Maribel Hastings
America’s Voice, Washington, DC
Llámele como quiera: caos, desmadre, despelote, revolú, quilombo, follón, pero lo que está claro es que el ascenso republicano al poder no ha sido tan simple como muchos anticipaban y la guerra civil que libra ese partido por su esencia y su futuro es un espectáculo a la vista de todos.
Los republicanos controlan ambas cámaras del Congreso, pero la papa caliente de la inmigración está poniendo a prueba al liderazgo y plasmando las profundas divisiones entre las facciones de ese partido que suponen escollos a sus intentos de recuperar la Casa Blanca en 2016.
Des Moines, Iowa fue escenario este pasado sábado de la llamada Cumbre de la Libertad o Freedom Summit, un foro convocado por el antinmigrante congresista republicano de ese estado, Steve King, que reunió a la crema y nata ultraconservadora en un circo donde algunos de los aspirantes a la nominación presidencial republicana con las menores posibilidades de conseguirla se dieron cita para congraciarse con la base más radical que los ayuda en las primarias y asambleas pero que, una vez obtenida la nominación, no les sirve de mucho para ganar la elección general.
Como en otras ocasiones, un grupo de Dreamers confrontó a los aspirantes preguntando si, de ganar la nominación y posteriormente la Presidencia revocarían las acciones ejecutivas migratorias giradas por el presidente Barack Obama. King no desaprovechó la oportunidad para lanzar un mal chiste diciendo que los Dreamers o los «deportables» como él los llama, “vienen de otro planeta».
Esta situación no da risa
Al dejar que esa ultraderecha domine el discurso migratorio, los republicanos siguen apostando a no necesitar de otros grupos de votantes, como los latinos, para ganar elecciones generales. Se escudan en que ganan elecciones al Congreso como si los mapas o los ciclos electorales no fueran diferentes, y como si les bastara la base anglosajona más conservadora para competir efectivamente ante los demócratas.
Al menos cinco de los potenciales aspirantes republicanos no acudieron a la cumbre en Iowa: Jeb Bush, Mitt Romney, Rand Paul, Marco Rubio y Bobby Jindal, pero eso no quiere decir que no tengan que aclarar sus posturas: ¿apoyan o no una reforma migratoria con vía a la ciudadanía? Si ganaran la nominación y eventualmente la presidencia, ¿revocarían las acciones ejecutivas migratorias de Obama?
Bush, en un acto en San Francisco el pasado viernes y hablando de inmigración en el contexto del desarrollo económico declaró que «debe haber una vía a la legalización para aquellos que han venido aquí y languidecen en las sombras».
Rubio, por su parte, baila según el son que le toquen. Fue uno de los impulsores del plan S.744 con una vía a la ciudadanía que el Senado aprobó en 2013, pero cuando vio que ponía en peligro sus aspiraciones presidenciales dio un giro de 180 grados y ahora lo denuncia en favor de una reforma por partes que comience con la seguridad fronteriza. Ha denunciado además las acciones ejecutivas sobre migración de Obama.
Las divisiones no se dan sólo entre los aspirantes a la nominación presidencial republicana. En el Congreso son la orden del día.
El liderazgo republicano en el Senado debe decidir qué hacer con el plan de gastos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) que la cámara baja envió con enmiendas que revocan las acciones ejecutivas de Obama, convirtiendo a millones en vulnerables a la deportación. En el Senado hay republicanos que no quieren mezclar los asuntos colocando en aprietos al líder republicano, Mitch McConnell. Antes los republicanos lamentaban no tener la mayoría en el Senado para impulsar las medidas descabelladas que enviaba la cámara baja, y ahora su mayoría de 54 votos se queda corta por seis votos para frenar los bloqueos de los demócratas.
En la Cámara de Representantes el presidente cameral, John Boehner debe decidir si seguirán enviando al Senado proyectos simbólicos que no tienen posibilidad de aprobación al no contar con 60 votos para superar los bloqueos de la minoría.
Esta semana se sometería a votación cameral un proyecto de ley de Mike McCaul, republicano de Texas que preside el Comité de Seguridad Nacional, concentrado en seguridad fronteriza y que impone una serie de requisitos y penalidades que el propio DHS dice son imposibles de conseguir, y que los republicanos de línea dura dicen que no es lo suficientemente severo.
La medida se percibe como un intento del liderazgo de apaciguar a su facción ultraconservadora, pero por ninguna parte dice qué hacer con el gran elefante blanco en medio del salón, del proceso primarista republicano y de la elección en 2016: qué hacer con los millones de indocumentados.
Qué desbarajuste.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice