De la redacción
El cierre de gobernó duró tres días, por cierto que fueron durante un fin de semana, cuando hay menos demanda de servicios gubernamentales. El entuerto se resolvió en una votación de 81 contra 18, en la que los senadores votaron por abrir el gobierno de manera provisional, hasta el 8 de febrero. Pero no todos los demócratas se tragaron la píldora, y 16 de ellos, de la fracción progresista rechazaron votar. Eso, sin considerar lo que pasaría en la cámara baja, a donde donde se sabe que el líder de esa cámara, el congresista de Wisconsin, Paul Ryan se opone a la media. Por su parte, la líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, la californiana Nancy Pelosi, junto con otras dos senadoras de California, Dianne Feinstein y Kamala Harris también se opusieron abiertamente a la medida.
Para analizar el tema, apenas horas después de la votación que termino con el efímero y aparentemente simulado cierre de gobierno, el director de Noticias de Radio Bilingüe, Samuel Orozco, abordó el tema en el programa de Línea Abierta, citando las palabras del propio líder de la mayoría republicana en el senado, el senador por Kentucky, Mitch McConnell:
“Cerrar el gobierno por motivos de la inmigración ilegal, es algo que el pueblo de
Estados Unidos no entiende, ni entenderá”.
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Orozco, mencionó también lo relativo a la exigencia de Trump, quien pidió a McConnlell recurrir a la “Opción Nuclear”; es decir, cambiar las reglas del juego para permitir una votación con una minoría simple, de 51 votos en lugar de los 60 que establece el protocolo de esa cámara, lo que sería un cambio histórico que afectaría al Congreso durante décadas, o hasta que vuelvan a cambiarse las reglas del juego, si acaso eso llegara a suceder.
El impase sirvió sin embargo para desnudar aún más el racismo, o por lo menos la indolencia de la clase política hacia los inmigrantes. Porque el reclamo de los republicanos hacia los demócratas estuvo cifrado de expresiones como “no puede paralizarse el gobierno por unos inmigrantes ilegales”, léase: que no votan, y que no importan; y hasta se acusó al programa que protege a los Dreamers, por ejemplo, de ser un conducto por donde se filtran los terroristas, y otras absurdas acusaciones por el estilo.
Muchos piensan que el temor a cargar con la culpa de “poner en riesgo a las fuerzas armadas” (que andan matando por el Medio Oriente y por medio mundo), como dijo el mensaje telefónico de la Casa Blanca durante el fin de semana, justificando por qué no podían tomar llamada; o poner en riesgo a las abuelitas que pudieran tener una emergencia médica o no poder recibir en el correo su cheque del seguro social a tiempo, etcétera, venció la voluntad de los demócratas que buscan su reelección en noviembre. Ahora este mismo panorama volverá a plantearse el próximo 8 de febrero.
Lo que si fue una exitosa moneda de cambio fue el programa de salud para menores, CHIP, al que renovaron –aunque tuvieron todo el ocioso año pasado para hacerlo y no lo hicieron- por seis años más. Esto trajo alivio a muchas familias que lo necesitan. Porque sin duda, no hay nada peor que la incertidumbre cuando ésta se refiere a la salud de los hijos.
El (presunto) choque entre los dos partidos políticos se estableció sobre la inmigración y el destino de los Dreamers, En su nota principal dice el New York Times: “La aprobación de la medida puso fin a un callejón sin salida feo, aunque efímero”, que amenazaba con causar un daño político tanto a los demócratas como a los republicanos. Una parte clave del acuerdo, que financiará al gobierno hasta el 8 de febrero, prepara el escenario para una –la misma- batalla sobre los jóvenes inmigrantes indocumentados conocidos como Dreamers, afirma el rotativo.
Pero ¿quiénes ganaron realmente y quienes perdieron en esta jugada de los senadores? que dicen representar al pueblo estadunidense, que por cierto casi un 80 por ciento apoya a los Dreamers, y aún entre los votantes republicanos casi un 70% también apoya a los Soñadores.
En el referido programa de Línea Abierta, Lisa García-Bedolla, catedrática politóloga en la Universidad de California en Berkeley analiza con Samuel Orozco este tema.
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Lo increíble de esta situación que acabamos de presenciar es que un veterano político tan experimentado como el senador demócrata de Nueva York, Charles Schumer, que lideró la negociación, haya concedido ante las falsas promesas del líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, quien prometió a su colega demócrata que si transaba, y si no había solución para el 8 de febrero, traería entonces el tema de la inmigración a votación después de esa fecha.
Pero como se recordará, una promesa similar le hizo McConnell a la senadora de Maine, Susan Collins, a quien prometió que si votaba por la ley de salud o el bamacare que los republicanos proponían derogar, enviaría una sustancial cantidad de dólares a su estado para paliar el descalabro que causaría a los derechohabientes del seguro médico en su estado. Pero una vez dobladas las manos, McConnell la traicionó, como hizo con otros políticos en situaciones semejantes.
Vale anotar que varios medios de prensa “confiables”, repitieron ayer que McConnell habría prometido votar por el Dream Act o por los Dreamers, cuando aparentemente lo único que prometió el senador de Kentucky a Schumer fue que atraería al piso de la discusión en el Senado el tema de la inmigración, y nunca habló de los Deamers en específico, como analizaron dicen García-Bedolla y Samuel Orozco:
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Pero aun suponiendo –sin conceder- que McConnel hubiera hablado de atraer a votación el tema de los Deamers al piso Senado, donde por cierto cuenta con simpatías, aunque hay que recordar que en asuntos políticos la simpatía no siempre alcanza para obtener buenos resultados, todavía está el líder de la mayoría republicana en la cámara baja, Paul Ryan, que se opone abiertamente a considerar siquiera el tema del Dream Act.
Cabe ahora esperar y ver lo que harán los activistas de inmigración, que tres días después de que los demócratas progresistas rechazaron un proyecto de ley porque no incluía protecciones para los Dreamers, este partido cedió poniendo fin al primer cierre del gobierno en muchas décadas, cuando un mismo partido político controla las dos cámaras del Congreso y la Casa Blanca.
Como se sabe, la reapertura del gobierno sucede justamente después de la Marcha de las Mujeres, en la que millones de personas convertidas por un momento en activistas protestaron en muchas ciudades -grandes, medianas y pequeñas-, de todo el país, no sólo contra Trump y los republicanos del Congreso, sino que como se pudo observar, muchas de las mujeres llevaban carteles en apoyo de la Ley del Sueño, y a una solución legislativa para los jóvenes inmigrantes dacamentados. Y con lemas como “Poder del Voto”, en alusión al castigo electoral que recibirán los políticos que traicionen esta causa, y la de las mujeres, el medio ambiente, y otra larga lista de asuntos pendientes cuya solución la sociedad moderna ya no puede esperar, prometiendo llevar un millón de votantes a las urnas en noviembre.
Progresistas y defensores de los inmigrantes dudan que la Cámara tome realmente medidas para ofrecer un estatus legal a los inmigrantes indocumentados. Además, los republicanos no están seguros ni siquiera de lo que realmente quiere Trump.
«Si a Trump se le puede obligar a hacer algo más que acobardarse por miedo, podría cambiar la Cámara de Representantes en un instante», dijo Ben Wikler al semanario inglés, The Guardian. Wilker es director en Washington de la organización nacional, MoveOn.org.
«A falta de eso –concluyó-, se necesita un tsunami de presión popular para hacer que los republicanos que dicen apoyar a los Dreamers realmente usen el poder que tienen… Ahora, todos debemos asegurarnos de que Mitch McConnell cumpla con su palabra».
Menudo consuelo■