Dos aclamados artistas salvadoreños reflexionan sobre la cultura en La Bahía

Leticia Hernández y Víctor Cartagena

Leticia Hernández y Víctor Cartagena

De La Redacción

Nacida en Los Ángeles, California, de padres inmigrantes salvadoreños, Leticia Hernández ha llegado a ser una destacada poeta en California. Ha presentado su poesía por todo el país y en El Salvador. El artista Víctor Cartagena, oriundo de El Salvador, ha estado trabajando en las artes visuales en el área de la Bahía de San Francisco desde los 80, abordando cuestiones del exilio, la identidad y la justicia social. Ambos artistas se suman a este programa para reflexionar sobre la comunidad cultural de La Misión, sus proyectos más recientes, y la relación de amor, tensión y despecho con la tierra de sus padres. Este es programa de parte de nuestra serie, Raíces: Maestros de las Artes, auspiciado parcialmente por el National Endowment for the Arts/Fondo Nacional para las Artes, y el California Arts Council/Concejo de las Artes de California.

Además de destacarse como escritora en el área de San Francisco, California, Leticia Hernández ha sido maestra combinando el arte y la poesía, un trabajo que comienza desde peña y cuya obra ha sido presentada, además de en su localidad, también El Salvador. En el año 2000 recibió de la televisión pública KQE, el premio “Héroe Local”, durante el Mes de la Herencia Latina.

En este programa que aquí reseñamos, tanto Leticia Hernández como Víctor Crtagena se suman a Línea Abierta para reflexionar sobre la comunidad cultural del barrio de la Misión, donde residen, sobre sus proyectos más recientes y la relación de amor, tensión y despecho con la tierra de sus padres.

Por su parte, Víctor Cartagena es un salvadoreño que descubrió su vena artística a través de la música y a través del grabado, en su tierra natal. Nacido en El Salvador, él ha venido desarrollándose en las artes visuales en el área de La Bahía de San Francisco desde la década de los 80, explorando temas como el exilio, la identidad y la justicia social. Ha impartido talleres y clases tanto en universidades como en centros de detención juvenil.

Leticia Hernández nació en el área de San Francisco, de padres salvadoreños. Se papá era músico en El Salvador, y su mamá se interesaba la cerámica, entre otras manifestaciones artísticas, por lo que se vio rodeada desde su infancia de una ambiente artístico, o como dice la poeta, de “esfuerzos creativos”.

“Mi papá también me contaba mucho de El Salvador, mucho de lo que dejó, de la situación que se estaba formando y que se desarrolló allá en los 70. Entonces, no solamente me explicó, o me enseñó que ser artista es algo político, algo importante, aunque en El Salvador él no era muy político; pero el hecho de ser un artista que quería crear arte era algo peligros; entonces me conto que la música era algo no solamente para hacer música, sino para decir algo. Entonces la música de Nuevo Canto me inspiró mucho. O sea que la poesía me nació de esos dos conceptos, y de escuchar arte que era peligroso y necesario”.

En este contexto Hernández se inició en la música, luego paso al baile, y al llegar a la universidad comenzó a leer a autores latinos nacidos aquí, en Estados Unidos, “contando un cuento que nunca había escuchado, de qué es la experiencia de crecer aquí , como inmigrante, o hija o hijo de inmigrantes”.

Tales artistas que influenciaron a Hernández eran por ejemplo, “principalmente Rubén Martínez (escritor, periodista y músico nacido en EU de ascendencia salvadoreña), y Luís Rodríguez (poeta, novelista, periodista, nacido en Los Ángeles y residente de Chicago, IL), que los encontré literalmente buscando nombres en español, porque en esos tiempos no había google, verdad. Y me inspiró mucho la palabra de Luís Rodríguez. Él contó un cuento de que el arte le salvó la vida. Y aunque para mí no fue tan drástico, pero una manera de decirlo es que también a mí me dio vida. Me dio oportunidad, me abrió puertas; me dio educación, y me permitió desarrollar mi arte; para poder contar mi cuento como mujer, como mujer latina, y como mujer que casi nunca se escucha, o se ve en la televisión, en el cine o en liderazgo”.

-¿Qué es aquello de El Salvador que tú has contado a través de la poesía? –pregunta Chelis López, conductora de Línea Abierta.

“Pues más que todo, el cuento de Prudencia Ayala, que fue candidata presidencial en 1930 en El Salvador; que viene de Santa Ana, que es de donde es mi abuelo y mi abuela…, y casi nadie conoce el cuento de ella. Así que yo he hecho canción, poema, tengo obra de teatro que he empezado acerca de contar el cuento de ella, que se trata de que ella dijo: ‘¿Pero por qué no estamos nosotras las mujeres en la mesa? ¿Y por qué no podemos votar? ¿Y por qué yo no puedo tener poder como los hombres?’. Cambiaba con bastón, no porque lo necesitara, sino para ser así como hombre, para poder hacer lo que ella quería, verdad, imponer algo; o poder dar su palabra y su opinión y poder tomar decisiones. Ella fue escritora, y también leía las cartas (esotéricas) para hacer su dinero, y no tenía miedo”.

-¿Tú tienes miedo? ¿Tuviste alguna vez miedo para tomar esta profesión del arte, de la poesía?
-Ah, pues, ¡Para nada!, jajajaja. Es que soy salvadoreña, ¡nada me da miedo!

El primer acercamiento a las artes para Víctor Cartagena fue a través de la guitarra, y de ahí, de las cuerdas de la guitarra salta al grabado, señala López.

“Pues yo tengo una historia bastante parecida a la de Leticia. Porque…, no es que uno se lanza a un lugar o al otro, sino que simplemente uno se desarrolla de acuerdo a las posibilidades y a los ejemplos que ha tenido. Y en mi caso, ¿sabes?, hemos tenido la suerte de haber nacido entre las artes, entre la música. Mi padre también fue un maestro, en la escuela de medicina (en El Salvador), y su único trabajo fue enseñar anatomía humana a los médicos en aquel tiempo, cuando los libros hacían parte y los médicos debían, por obligación poder dibujar la anatomía humana. Y esa parte fue, creo, muy fundamental en nosotros. Y aparte de eso, él también era músico. Entonces tocaba la mandolina y la guitarra como una afición, y entonces nosotros crecimos con esos ejemplos. Yo creo que eso, más que todo, fue que jugó un papel muy importante, no sólo en mí, sino en mis hermanos también, como artistas”.

Cartagena nació en El Salvador, y es miembro de una familia de cinco hermanos, tres de los cuales son artistas. Su trabajo artístico ha estado ligado o relacionado a los asuntos sociales.

“Si vine a parar aquí, a California, fue como resultado de un conflicto político en mi país. Y en mis circunstancias no tenía otra alternativa, como casi toda mi generación. Entonces, me sentí obligado a emigrar, y a quedarme acá por unos dos años; ese era el convenio familiar que teníamos. Bueno, ya me quedé para toda la vida. Y contestando a lo que vos decís, que mi trabajo está acompañado de temas con un interés social y político, yo creo que sí; pero esto, corresponde a la experiencia, y a la forma como crecí en medio de un conflicto político. Y la sensibilidad, y creo yo que más que todo, el interés por las cosas que pasan a mi alrededor, no necesariamente políticas, para no jugar en un partido, o en un bando, pero sí el interés por las causas que desde mi punto de vista tienen que tomar resonancia, y contar mi punto de vista”.

Sobre los contrastes, aproximaciones o distanciamientos con la generación de sus padres, o el amor a la patria de sus progenitores y a la tierra que los vio nacer o como en el caso de Cartagena, donde se desarrollaron, así como también la experiencia cultural del inmigrantes, con un pie da cada lado, es abordada con pasión y amenidad en esta interesante plática con los artistas salvadoreños que han plasmado su trabajo creativo en el área de La Bahía de San Francisco, y que usted puede escuchar en el enlace de abajo:


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