De la redacción
Mientras la crisis provocada por el covid-19 y la falta de una acción federal para hacerle frente durante los últimos 9 meses, los estados luchan contra viento y marea y con sus propios recursos para contener el preocupante avance de la pandemia.
Muchos temen que el coronavirus pueda provocar un nuevo caos, similar o peor al de la primavera y el verano, ahora con la llegada del invierno; por la falta de camas, unidades de cuidados intensivos, personal médico y de enfermería, así como de equipos de protección personal (PPE), etcétera.
Hoy el país se acerca a los 15 millones de casos de covid-19, con más de 280 mil decesos y un promedio de un millón de nuevas infecciones a la semana, o 180 mil nuevos casos diarios.
En tanto, a medida que se llenan las camas en los hospitales, los funcionarios de la administración Trump dijeron que hasta 24 millones de personas podrían recibir las vacunas a mediados de enero, mientras algunos estados toman ya severas medidas para hacerle frente a la crisis, como cerrar de nuevo sus economías mientras pasa lo peor. Tal es el caso de California.
Este jueves el gobernador de California, Gavin Newsom anunció planes para tomar nuevas y estrictas medidas, como permanecer en el hogar, vinculadas a la capacidad estatal de unidades de cuidados intensivos (I.C.U.).
Y es que las I.C.U. disminuyen rápido, «por debajo del umbral del 15 por ciento en dos de las regiones más pobladas del estado», dice dice The New York Times. Una de ellas es el Valle de San Joaquín, con una inmensa masa de trabajadores agrícolas, o los más desatendidos; por eso las autoridades estatales de salud revivieron los temores de “la horrible trayectoria de la pandemia de coronavirus en el estado”.
El sábado la oficina de Newsom informó que “la capacidad de cuidados intensivos en el ya muy afectado Valle de San Joaquín se había reducido al 86%. Mientras, la región del sur de California, que abarca los condados de Los Ángeles, Orange, Riverside y San Diego había bajado al 12.5%.
Y en el área de La Bahía, “donde los funcionarios de salud pública locales han llevado a cabo algunos de los cierres más agresivos del país”, cinco condados implementaron de manera preventiva la orden de quedarse en casa; aunque aún no era un mandato del estado y las restricciones se han enfrentado con más escepticismo en algunos sectores y hasta con desafío absoluto en otros.
Por ejemplo, el condado de Los Ángeles ha estado luchando contra el cierre de las cenas al aire libre desde antes de la orden estatal. Y en el condado de Orange, “los funcionarios locales y los residentes se han mostrado más abiertamente desafiantes ante las restricciones. Como el alguacil, Don Barnes, quien emitió un comunicado diciendo que su oficina no haría cumplir la orden estatal.
“El cumplimiento de las órdenes de salud es una cuestión de responsabilidad personal y no una cuestión de aplicación de la ley”, dijo Barnes a la fuente. Por eso el viernes “los restaurantes en los extensos suburbios del sur del condado de Orange servían a los comensales en el interior, aunque se suponía que el condado cerró los comedores interiores el mes pasado”.
Con todo, Newsom ha dicho que el estado tratará de hacer cumplir sus mandatos, y que podría retener el dinero de la ayuda a los condados que se nieguen a cumplir. Pero se sabe que dicho mandato sólo beneficia a los trabajadores de clase media y alta que pueden trabajar de forma remota.
Ana Padilla, directora ejecutiva del Centro Comunitario y Laboral de Merced, de la Universidad de California dijo a la fuente que “al igual que en los cierres anteriores del estado, es probable que la nueva orden sea más efectiva para controlar el virus en comunidades con muchos medios”.
No así para el caso de los trabajadores esenciales que, en el caso de los trabajadores agrícolas, mayormente latinos, aunque resultan más golpeados por la pandemia,
que el resto de la población en genral, con más muertos y más enfermos en una proporción de 2 a 1 y a veces de 2 a 3 en relación a los blancos, no reciben sin embargo ningún tipo de ayuda federal y por ser trabajadores esenciales no pueden quedarse en casa. O no comen.
Por su aprte, el Ayuntamiento de Beverly Hills votó por unanimidad para oponerse a la orden de salud del condado. Los funcionarios de salud en Pasadena, «que ya tiene su propio Departamento de Salud», decidieron no seguir la prohibición que se anunció para no comer al aire libre en el condado. Los opositores a la prohibición argumentan que ésta “asestará un golpe mortal a miles de establecimientos en una industria que ya está en apuros”. No obstante, ayer los restaurantes de Pasadena cerraron todas las cenas al aire libre después de la orden del estado para quedarse en casa.
La Dra. Anne W. Rimoin, profesora del Departamento de Epidemiología de la Universidad de California en Los Ángeles y directora del Centro para la Salud Global e Inmigrante, dijo que estas eran restricciones difíciles pero necesarias. “Los restaurantes son lugares donde las personas están juntas en entornos congregados sin máscaras durante largos períodos de tiempo, y las mesas del comedor suelen estar formadas por personas de varios hogares. Tenemos un aumento increíble de casos… Estamos tratando de hacer todo lo posible para salvar vidas», concluyó la Dra. Rimoin■